Agua, cambio climático y ... mujeres
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, celebrada en Río de Janeiro en 1992, impulsó que la Asamblea General decretara el 22 de marzo de cada año como Día Mundial del Agua. Con esta medida se trataba de dar a conocer un recurso valioso y escaso, a la par que concienciar al mundo de que todavía hoy 2.200 millones de personas (tres de cada 10 personas) viven sin acceso a agua potable y 4.500 millones de personas (seis de cada 10) carecen de un saneamiento seguro. Las cifras son lo suficientemente elocuentes como para que esté justificado la atención que la Agenda 2030 presta al agua a través del Objetivo de Desarrollo Sostenible número 6: “agua limpia y asequible para todos en 2030”.
El desafío no puede ser más ilusionante, aunque no son pocas las dificultades que plantea su consecución, entre ellas las derivadas del propio cambio climático. Así, conviene tener presente cómo el rápido incremento de la población mundial, 10.000 millones en 2050, disparará la demanda de agua un 55%, mientras la mala gestión de los recursos hídricos coloca ya a muchas regiones del planeta en situación de escasez. Todo ello sin olvidar que más del 80% de las aguas residuales resultantes de la actividad humana se vierte a los ríos o al mar sin ningún tratamiento. En un contexto como el descrito es razonable que la temática elegida para conmemorar este año el Día Mundial del Agua sea, precisamente, Agua y Cambio Climático. Un binomio de lo más pertinente que interpela al sector público y privado a colocar al agua en un eje de ejecución preferente en los planes de actuación contra el cambio climático.
Con todo, la oportunidad que nos ofrece disponer de un Día Mundial del Agua debería ser aprovechada también para incorporar en toda actividad de concienciación un enfoque desde la perspectiva de género. Más allá de lograr así un alineamiento con otro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la fortaleza de incorporar esta perspectiva cuando se aborda el tema del Agua y el Cambio Climático atiende, a mi juicio, a una realidad difícil de ignorar. Así, de una parte, las mujeres están afectadas de una manera directa y particularmente intensa por la falta de agua y los efectos del cambio climático y, de otra, las mujeres pueden ser agentes impulsores del cambio, particularmente activos y eficaces.
Indudablemente, la falta de agua y saneamiento tiene consecuencias especialmente negativas para la vida de las mujeres. En muchos lugares del mundo son las mujeres o las niñas las responsables de buscar soluciones para que las familias dispongan de este recurso, cuando no tienen acceso directo al mismo. El hecho de recoger, cargar y transportar litros de agua por espacios no siempre seguros expone a las mujeres a peligros de distinta naturaleza (asaltos, agresiones o ataques de animales), además de privarles de un tiempo valioso que debería estar invertido en procesos de educación y formación. Lo propio cabría decir sobre el impacto negativo que las consecuencias del cambio climático, expresado en fenómenos naturales extremos, tienen para cientos de millones de mujeres que viven en áreas rurales e intervienen de manera directa en la producción de alimentos o en el mantenimiento de la agricultura familiar.
El cambio climático es responsable también de fuertes movimientos migratorios que aumentarán significativamente en los próximos años. Abordar con éxito este desafío exige también atender los perjuicios adicionales que afrontan las mujeres y que acusan de manera particular cuando las políticas ignoran esta perspectiva en el lugar de reasentamiento. Por todo ello, cobra sentido cualquier esfuerzo encaminado a reforzar el papel de la mujer en los procesos de toma decisión en el ámbito de las políticas del agua (y más aún del cambio climático) a través de una estrategia en la que el enfoque de género resulte un planteamiento transversal que permita evaluar las implicaciones de cualquier plan de acción. Así lo sugiere el estudio “Colaboración de mujeres para el agua”, realizado por la Iniciativa de Gobernanza del Agua de la OCDE en colaboración con la ONG Women for Water Partnership.
Desde la perspectiva de una sociedad como la nuestra, el propósito de reforzar el papel de la mujer como agente transformador es igualmente necesario. Un ámbito estratégico es, sin duda, el conformado por aquellos sectores profesionales vinculados con la ciencia, la tecnología, la ingeniería o las matemáticas en los que la presencia de la mujer todavía no es mayoritaria, pero desde los que se puede jugar un papel determinante a la hora de decidir, influir y transformar las estructuras de una sociedad que necesita ser más sostenible.
Con este propósito, la Fundación Aquae impulsa una pluralidad de iniciativas entre las que hoy quiero destacar aquella desde la que queremos contribuir a incrementar las vocaciones científico-técnicas de niñas en edades muy tempranas. Aquae-STEM se ha integrado en el plan curricular de medio centenar de colegios de España, beneficiando directamente a 2.500 niñas que afrontarán la resolución de múltiples retos en torno a diferentes desafíos relacionados con el desarrollo sostenible teniendo como elemento protagonista siempre el agua. Agua, Cambio Climático y Mujeres. Nuestra convicción, nuestro compromiso.
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