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Decadencia empresarial: menos cumbres y más cambios

Ricardo Chiva Gómez

Catedrático de Organización de Empresas, Universitat Jaume I —

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Del 15 al 25 junio tuvo lugar la cumbre empresarial de la CEOE titulada “empresas españolas liderando el futuro”. Durante 10 días el empresariado ha ofrecido declaraciones sobre sus recetas para salir de la crisis en la que, unos más que otros, estamos inmersos. Pues bien, en el decálogo de conclusiones no se percibe demasiada autocrítica; más bien se apuntan o exigen acciones a seguir por parte del gobierno central o de otros agentes o administraciones. Nada nuevo y con los eufemismos de siempre (ver artículo de Yago Álvarez Barba en El Salto Glosario para entender a la CEOE en tiempos de crisis).

Parece que ellos y ellas siempre dirigen o gestionan muy bien sus empresas. Nada que decir sobre ilegalidades, evasiones de impuestos, ingeniería fiscal, comportamientos poco éticos, burnout, discriminación de género, precariedad, desigualdad salarial, contaminación, jóvenes recién titulados teniendo que emigrar al extranjero, sobrecualificación, etc. Todo lo cual no son más que síntomas del arcaico y tóxico modelo organizativo y directivo seguido mayoritariamente por estas empresas. Dicho modelo considera la eficiencia, productividad y maximización de beneficios como sus objetivos esenciales; los cuales logra a través del control, el logro, la jerarquía, o las recompensas. Los efectos de este modelo son tremendamente dañinos para las personas, siendo el estrés, la ansiedad o la existencia de horribles climas organizativos, algunos de los más conocidos. Además, este modelo tiene devastadoras consecuencias en la sociedad, tales como el deterioro medioambiental, los fraudes o los engaños a los consumidores. Todo por considerar la maximización de beneficios como el objetivo superior o más importante de la empresa. Y todo inspirado en una perspectiva fundamentalmente egocéntrica, muy alejada del bien común.

Además, este modelo empresarial se alimenta de un paradigma económico y legislativo que fomenta la reducción de los costes laborales, la existencia masiva de empleo precario y la destrucción de la biosfera, favoreciendo un crecimiento desigual y un escaso bienestar social y medioambiental. Sin embargo, en la cumbre se habla de sostenibilidad, diálogo, flexibilidad o innovación. Como si fuera posible que una empresa de este tipo pudiera ser innovadora, ética o responsable con su entorno y sociedad.

A pesar de que a veces se nos transmite -fundamentalmente desde sus medios de comunicación- que ese es el único modelo empresarial posible, que no hay nada que hacer y que así es el mundo de la empresa y la economía, nada más lejos de la realidad. De hecho, cada vez hay más ejemplos de empresas que siguen un modelo empresarial alejado de estos planteamientos. Un modelo empresarial consciente, menos jerárquico, más democrático, igualitario, transparente, solidario, y que fomenta la confianza, la creatividad y el bienestar entre sus empleados. Las empresas que siguen estos modelos están dirigidas por líderes serviciales y conscientes que promueven buenos climas organizativos, calidad de empleo y que son responsables –corporativamente-, tanto en lo social y humano como en lo medioambiental; y no por líderes, habitualmente tóxicos, cuyo único objetivo es maximizar los beneficios a sus accionistas, sin importar otra cosa.

Pero, ¿cómo podemos cambiar esto, y fomentar más organizaciones conscientes que sean capaces de romper con la creciente desigualdad y precariedad, además de con la degradación medioambiental? Evidentemente cambiar la mentalidad de la mayor parte del empresariado que ha participado en la cumbre es muy difícil, por no decir imposible. A la ciudadanía nos queda elegir gobiernos que limiten y penalicen sus acciones perniciosas, nos protejan, como consumidores y trabajadores, y nos pongan por encima de sus intereses, apoyando también a las empresas que implanten el modelo consciente.

Pero, además, nos queda la educación y formación del futuro personal directivo. Sin embargo, por el momento, los grados de administración de empresas se parecen demasiado a los de economía o finanzas y contabilidad. Prevalece lo numérico sobre lo cualitativo, lo económico sobre lo social, administrativo y filosófico. En muchos grados y másteres de administración y dirección de empresas se sigue poniendo el énfasis en el control, los beneficios, la rentabilidad, la eficiencia o la productividad, conceptos todos asociados al viejo modelo. De hecho, hay quienes dudan de que estos títulos universitarios, o la mayoría de ellos, estén preparando correctamente a los futuros empresarios y empresarias fomentando tales principios, y desarrollando habilidades fundamentalmente centradas en números y mediciones, y valores como el individualismo o la competitividad. Desarrollar habilidades directivas centradas en la cooperación, trabajo en equipo, innovación, creatividad, sostenibilidad, cambio, cuestionamiento, pensamiento crítico, ética, responsabilidad, o diálogo resultan esenciales en el nuevo modelo, y por lo tanto para nuestra sociedad. Y ojalá, por el bien de todos, los directivos y directivas del mañana sean más autocríticos y conscientes.

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