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Por el futuro de la socialdemocracia

Patxi López, candidato a la Secretaría General del PSOE.

Patxi López

Candidato a la Secretaría General del PSOE y diputado —

El 6 de diciembre de 1923 ocurrió algo que parecía inaudito pero que hacía tiempo que se estaba fraguando en el Reino Unido. El antaño todopoderoso Partido Liberal británico fue derrotado en las elecciones generales, superado por algo más de 130.000 votos por el Partido Laborista. Los liberales ya no estaban en primera línea de la política. Eran los terceros, lo que en el sistema electoral británico –que busca el bipartidismo– supone la muerte. Habían sido superados por un cambio social irresistible y muy veloz. Si en el siglo XIX los liberales gobernaron el Imperio Británico con hombres tan ilustres como Palmerston o Gladstone, a principios del XX fueron barridos por un Partido Laborista en auge y en sintonía con los nuevos tiempos. Había empezado el tiempo de los partidos socialdemócratas en Europa.

Casi un siglo después, son los partidos socialdemócratas los que sufren el riesgo de la irrelevancia. La crisis financiera de 2008 ha dado paso a una crisis económica brutal que está poniendo a prueba la existencia de la Unión Europea y, sobre todo, la existencia del estado del bienestar. Este es el mayor logro histórico de la socialdemocracia, introducir la justicia social por ley y que durante casi tres generaciones las personas tuvieran la certeza de que la cobertura de los servicios básicos por el Estado era un derecho que no corría peligro. Sin embargo, cada día que pasa, este sistema se ve arrastrado cada vez más al borde del abismo, lo mismo que los partidos socialistas y socialdemócratas que lo impulsaron.

Los partidos socialistas en Francia, Holanda, Italia o Grecia han pasado a la irrelevancia más dolorosa. El último ejemplo más dramático es el del PSF, que ha pasado de ganar las elecciones presidenciales en 2012, capitalizando una oleada de esperanza e ilusión, a un 6% de votos hace unas semanas. Un resultado demoledor que ha ayudado a dar protagonismo a otras formaciones políticas de corte populista que tienen en la crítica al sistema su razón de ser, pero poco más que ofrecer que eslóganes radicales que nada ayudan a mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos.

En España los socialistas corremos el riesgo de que al PSOE le ocurra lo mismo. Estas primarias deberían ser una oportunidad para hacer un análisis sincero de las causas por las que hemos perdido la mitad de nuestros votantes en poco más de cinco años y, con ello, la capacidad para impulsar desde las instituciones las políticas que necesita la ciudadanía para salir de la crisis y de la profunda desigualdad social que han provocado las políticas de la derecha.

Sin embargo, lejos de analizar y debatir, las primarias se han convertido en un escenario en el que los socialistas nos chillamos entre nosotros y en el que cavamos trincheras cada día más profundas. No hay día de campaña en el que la división interna no deje de evidenciarse cada vez más, y mientras tanto, nuestros adversarios políticos observan tranquilos nuestro suicidio como organización.

En estas primarias no se trata de quién es más de izquierdas o quién tiene más culpa de la crisis que sufre el PSOE. Se trata de mirar hacia delante y de buscar las respuestas que necesita el partido para volver a ser el referente de la izquierda en nuestro país. No es posible el socialismo sin un Partido Socialista, y si no lo remediamos, nos jugamos que el socialismo desaparezca en nuestro país.

Por eso es la obligación de todo socialista preservar el partido y recuperar su condición de herramienta fundamental para el progreso de la sociedad. Y solamente podremos salvar al PSOE si abandonamos el enfrentamiento y apostamos por la unidad para, entre todos, buscar las soluciones que necesita el socialismo. Debemos apostar por el futuro de la socialdemocracia, porque solamente así la mayoría de las personas tendrán un futuro de justicia social e igualdad de oportunidades.

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