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Del 20D al 26J: el PSOE como clave del éxito o naufragio de la izquierda

Borja Suárez Corujo

Miembro de Líneas Rojas y Economistas frente a la crisis —

Pese a que los resultados de las elecciones del 20D ofrecían diversas opciones para la constitución de un gobierno progresista, la izquierda fracasó. Evidentemente el reparto de culpas no puede hacerse por igual, pero lo que parece indiscutible es que todos son en alguna medida responsables de ello. Unos por su soberbia y precipitación en el asalto al poder (Podemos), otros por su debilidad política (IU) y, en fin, otros por una combinación de deslealtades internas y una alarmante indefinición ideológica (PSOE).

Regresamos a la casilla de salida, nuevas elecciones, con una relevante diferencia respecto de las celebradas el pasado 20D. Frente a la enorme incertidumbre que caracterizó aquellos comicios –dos fuerzas emergentes concurrían por primera vez–, la proximidad temporal y lo acontecido en estos meses, permiten anticipar en buena medida los resultados del 26J. Algo que los partidos deberían tener muy presente a la hora de elaborar la estrategia electoral.

Una primera certeza es que el PP será holgadamente la fuerza más votada y, de forma aún más clara, el partido con mayor número de escaños; mientras que Ciudadanos se mantendrá en la cuarta posición. También es más que probable que el PSOE y el 'partido naranja' sumen un número de diputados similar al actual, en todo caso sin ninguna posibilidad de hacer prosperar una reedición de un pacto que no cuente con otros apoyos y, en particular, el de Podemos-IU. Igualmente puede anticiparse que esta última coalición logrará de nuevo un resultado muy notable, casi con seguridad por encima del 20%, lo que podría servirle para disputar al PSOE la segunda plaza convirtiéndose en el principal partido de la oposición y referente de la izquierda. Finalmente, es previsible que no haya cambios significativos en los escaños obtenidos por los partidos nacionalistas, de manera que, como en el 20D, el resultado ofrecerá dos bloques –derecha e izquierda– más o menos equilibrados que sumarán alrededor de 324 de los 350 escaños. Que la mayoría se escore a un lado u otro con claridad suficiente para conformar un nuevo gobierno puede depender de unos pocos votos.

Con tales certezas, ¿cómo debe el PSOE afrontar el 26J?

I. Como punto de partida hay que ser conscientes de la posición de vulnerabilidad en la que se encuentra el PSOE tras cosechar los peores resultados de la reciente historia democrática y ante el riesgo cierto de que la nueva coalición Podemos e IU le arrebate la segunda plaza. Son muchos los factores que explican esta pérdida (relativa) de relevancia, pero seguramente el más determinante ha sido esa endeblez ideológica que antes mencionaba, que da pie a hacer dos reflexiones en clave europea y nacional.

De un lado, es evidente que esta pérdida de referencias ideológicas no constituye un problema exclusivo de los socialistas españoles. Creo que sin exageración puede hablarse del agotamiento de la socialdemocracia 'tibia' (light) en el ámbito europeo. Más que por la limitada –o secundaria– presencia de los partidos de esta familia política en los ejecutivos nacionales en los últimos años, este duro juicio responde a que, desde hace demasiado tiempo, incluso donde gobierna aplica políticas más propias de partidos de derechas; la pasividad en la lucha contra la desigualdad o la ignominiosa respuesta europea ante a la crisis de refugiados son sólo dos de las muchas ilustraciones de esta renuncia a sus señas de identidad. Tal es la razón fundamental por la que tantos ciudadanos europeos han dado la espalda a un tipo de fuerzas que han sido claves para entender el progreso alcanzado en los últimos setenta años.

De otro lado, si por un momento nos detenemos a analizar dónde se encuentran hoy los más de once millones de votantes socialistas de 2008, llegaremos a la conclusión de que las fugas por la derecha han sido muy limitadas: la pérdida de votos se ha producido por su izquierda, principalmente, y sólo así se explica el extraordinario éxito cosechado por Podemos y sus confluencias el 20D (más de cinco millones de votos). Por ello, frente al empecinamiento en buscar al votante moderado, cabría recordar que ese último gran éxito a nivel nacional del PSOE se alcanzó porque entonces sus dirigentes fueron capaces de aglutinar el voto de la izquierda. No por casualidad esa legislatura (2004-2008) estuvo marcada por importantísimos avances sociales y por la demostración de una especial sensibilidad hacia las cuestiones territoriales que le permitieron cosechar resultados históricos en Cataluña y País Vasco.

II. Teniendo en cuenta lo anterior, el PSOE debería hacer un esfuerzo por superar el ensimismamiento y fijar un orden claro de prioridades. Ante todo, debe pensar en los ciudadanos, y en los gravísimos problemas de desigualdad y pobreza provocados por la crisis económica y por la política 'austericida'. El momento es delicado, pues la estabilización de la situación crítica que vive una sociedad con un 21% de desempleo parece estar favoreciendo la consolidación de un relato que atribuye al Estado de bienestar una parte de responsabilidad por la crisis y su enquistamiento, y que convierte a las instituciones que lo conforman en un lastre para el futuro. Es fundamental que el PSOE insista en denunciar que ese tipo de políticas ha agravado el sufrimiento de la ciudadanía y que, precisamente por ello, resulta imprescindible y urgente una rectificación completa de la política económica y laboral en los términos que ha planteado, por ejemplo, Economistas frente a la crisis.

Ello enlaza con la segunda prioridad que es la propia supervivencia del proyecto socialista, un reto que exige un doble componente. El primero de ellos es la ambición. La crisis económica y sus devastadores efectos han puesto de manifiesto la necesidad de reforzar el sustrato ideológico del proyecto político socialista. Una ideología muy distinta estaba en la desregulación que provocó la catástrofe financiera en 2008 y ha sido un factor decisivo de las políticas de austeridad aplicadas desde 2010. Por eso, frente a la tibieza de planteamientos supuestamente progresistas que la crisis ha dejado caducos, hay que reivindicar un rearme ideológico en torno a la idea de redistribución como vía para la realización de los dos valores supremos de la izquierda, la igualdad y la solidaridad.

El otro componente es la capacidad para reconocer la existencia de otras sensibilidades dentro del espacio de la izquierda y, en general, de un nuevo escenario político. Esta actitud sencilla no sólo contribuiría a evitar muchas frustraciones, sino que tiene además otras dos ventajas reseñables: facilitaría una mayor coherencia ideológica reforzando la credibilidad perdida y permitiría un posicionamiento privilegiado frente al resto de fuerzas políticas para liderar un proyecto transformador capaz también de integrar, de algún modo, a los nacionalismos periféricos.

En definitiva, la posibilidad de formar gobierno tras el 26J y seguramente el futuro del partido socialista exigen una reacción cuyo factor clave es la ideología y la consiguiente recuperación de sus señas de identidad. Si lo hace, el conjunto de la izquierda tiene a su alcance el éxito. Si no, el PSOE fracasará. Pero no lo hará solo: con él naufragará el resto de la izquierda dejando a la intemperie a millones de ciudadanos.

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