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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Almeida, un alcalde irresponsable

Almeida participa en la procesión de Jesús el Pobre y María Santísima de Dulce Nombre, en Madrid

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José Luis Martínez-Almeida nunca es responsable de fallo alguno. Lo primero que hace siempre que el ayuntamiento del que es alcalde se ve envuelto en una pifia flagrante es echar culpas fuera. Y no iba a ser menos con el escándalo de las mascarillas en el que un par de sujetos se han llevado 6 millones de euros de nuestros impuestos gracias al negocio para el que fueron contratados por métodos de privilegio. ¿Por quién? Por el Ayuntamiento de Madrid, que preside Almeida.

Como amante de la religión y las tradiciones, el alcalde no puede evitar ir a todas las procesiones convocadas y no ha huido de la ciudad como la inmensa mayoría de su clase social (una pequeña escapada a Andalucía para procesionar también). Y así es preguntado por el caso que tiene alarmada a la gente decente. Mientras morían por centenares en Madrid, Luis Medina y Alberto Luceño, de profesión 'sus contactos', se llevaban un dineral en comisiones por hacer de intermediarios para traer material sanitario, a precio de oro y defectuoso buena parte de él. Recién cobrado el botín, vaciaron sus cuentas corrientes, según detectó Hacienda, y pasaron a ser insolventes. No sin antes comprarse coches y relojes de lujo y hasta un yate. Los primos segundos de Al Capone –no él, que era mucho más listo–, no lo hubieran hecho mejor. La historia da para una saga televisiva pero por desgracia es una pura realidad.

Pues bien, el alcalde del Ayuntamiento que suscribió el encargo asegura que no tiene ninguna responsabilidad y que todo es culpa de la izquierda, la que según él copa esa Fiscalía tan condescendiente con su colega Ayuso, casualmente. Resulta que han iniciado una “cacería” contra su persona que busca su destrucción. Para ver si consiguen desplazarle del cargo e implantar las “políticas de ruina y miseria” que acostumbran. Durante la mañana del viernes santo, Almeida ha acudido a más procesiones y ha insistido en que el Ayuntamiento está completamente exonerado de cualquier tipo de irregularidad. Las declaraciones del sumario de los encausados afirman que la corporación contrató con ellos. Y hay pruebas documentales de contactos entre Almeida y Luis Medina, el alcalde llamó al hijo del Duque de Feria. Hasta tal punto llega su indignación pública –o su desfachatez– que se siente víctima del saqueo del dinero de los contribuyentes. ¡Él! haciendo elipsis de que es el alcalde y no un señor que pasaba por allí.

 Almeida también se desentendió de culpas en la pésima gestión de la tormenta Filomena. Sus destrozos fueron de tal envergadura en Madrid que parecía solo hubiera descargado en la capital. Al permanecer tanto tiempo la nieve sólida hubo multitud de problemas.  Nieva todos los años en numerosos lugares del mundo, incluida España, pero solo se hablaba de Madrid seguramente porque hasta Filomena le tenía manía a Almeida, con ese nombre no se puede ser más que de la plebe. El alcalde de Soria, Carlos Martínez, explicó que lo normal es, al prever la nevada, tomar las medidas habituales. Ellos estuvieron primero esparciendo sal y retirando la nieve conforme iba cayendo y así evitaron se solidificara. Almeida lo que hizo fue adquirir un amplio dispositivo este año por las mismas fechas: 7.947 toneladas de sal y 816 quitanieves, pero no cayó una gota. Eso sí, Madrid presentó como daños de Filomena una astronómica cuenta en la que incluyó hasta los alquileres de las pistas de pádel o la previsión de los parquímetros no utilizados.

Almeida es el alcalde que se guía del falaz argumentario  de honrar a “todas las víctimas” para acabar con cuanto atañe a la Memoria Histórica. Como cuando mandó destruir el Memorial con los nombres de las víctimas del franquismo en el cementerio de la Almudena. Los restos aparecieron apilados y rotos a martillazos. Colectivos por la memoria histórica se manifestaron en protesta, pero no sirvió de nada. También se ha especializado en renombrar calles con nombres de fascistas.

El colmo fue cuando afirmó que Almudena Grandes no merecía ser hija predilecta de Madrid, tras haber estado dando saltitos por las piedras de un estanque a la hora del entierro de la escritora. Su sectarismo es parejo a su desprecio de la cultura. No hay más que ver a su concejala del ramo Andrea Levy.

El alcalde Martínez-Almeida opera como si Madrid fuera su cortijo. Ahora se dispone a ceder a la Iglesia Católica tres parcelas municipales gratis durante 75 años. Una superficie de más de 8.800 m2 valorada en 757.304,95 euros. En ellas podrán construir dos templos y un monasterio. La ruina y miseria de los madrileños no alcanza a los amigos de Almeida.

Él nunca tiene la culpa. Y el caso es que hasta ahora esa afirmación le funciona. Y a Ayuso. Ahí la tienen con sus más de 7.000 ancianos muertos en las residencias a su cargo sin asistencia médica y desaparecido el hermano de las comisiones incluso para la Justicia. Y Aguirre, madre de la charca de ranas y del Régimen de Madrid, que se libra en todas las investigaciones. Recientemente la Audiencia Provincial de Madrid ha rechazado imputarla por irregularidades en un hospital privatizado, confirmando la decisión de una jueza anterior. Los delitos existen. son de prevaricación y malversación en la explotación del Hospital Puerta de Hierro-Majadahonda, en donde se cobraron durante años cantidades millonarias por servicios “nunca prestados”. Pero las sentencias dicen textualmente que no se le puede atribuir responsabilidad penal a alguien “por el mero hecho de la posición o cargo que una persona concreta ostente en la organización, por muy alto que éste sea”, de acuerdo a jurisprudencia que cita del Tribunal Supremo.

 Ahí está el quid, los altos cargos –¿del PP de Madrid?– no son responsables de lo que dirigen, o eso dicen los intérpretes de la justicia. Luego coges a un bebé en brazos y, si es de una ministra de izquierdas, te inician procedimiento penal. 

 En el fondo, cabe la duda de saber quiénes son realmente los irresponsables y si todos lo somos “por el mero hecho” de comportarnos como estúpidos panolis.

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