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Burnet & Brown, la empresa del novio de Ayuso que remite a su identidad falsa
Opinión - 'El estigma de la corrupción española', por Rosa María Artal

El estigma de la corrupción española

El expresidente del Gobierno, José María Aznar, protestando por la corrupción en el Templo de Debod en Madrid. Por la del Gobierno de Sánchez como un oximoron.   Debod,  (España).
12 de diciembre de 2025 21:33 h

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 Otra vez frente a esa corrupción política (y ética) que es seña de identidad de España. Una tara que esta sociedad admite generación tras generación. Décadas, siglos incluso, mostrando la misma conciencia laxa para la corrupción de los propios, apostando -y cada vez más- por la creencia frente a la ciencia y con importantes lagunas en la educación integral. Añadamos, en los nuevos tiempos, eso que llaman empoderamiento de los idiotas que se muestran orgullosos de serlo en todo lugar para evidenciarlo.

La derecha española lleva la corrupción inscrita en las entrañas. En la actualidad alcanza niveles insuperables porque han logrado convencer a sus adeptos de que robarles los servicios básicos para hacer y dar negocio a los que cuentan es lo mejor a lo que pueden aspirar. La socialdemocracia del PSOE, aun avanzando en los derechos sociales, ha registrado etapas de escandalosa corrupción como terminó siendo el gobierno de Felipe González. No vamos a hacer interminable el recuento de los casos que han jalonado ese pasado, en el que los sucesivos ejecutivos de Aznar y Rajoy saquearon a fondo el país, a nivel estatal y en las comunidades autónomas. Tienen pendientes todavía una treintena de juicios y hablan y acusan como si fuesen el paradigma de la honestidad. La suma constituye un verdadero espanto pero hay diferencias. 

Zapatero fue una excepción a la que ahora quieren cargar de basura. Pruebas reales no se ven. Sánchez llegó para reedificar la moral frente al gobierno corrupto -por sentencia judicial incluso- de Rajoy. Y parecía lograrlo. Pero tras los evidentes lawfare que, en cierto modo, distraían la atención de sus seguidores, había unos lamparones del tamaño de dos secretarios de organización consecutivos -Ábalos y Cerdán- y una serie de sujetos que pululaban alrededor. El festival de detenciones de esta semana ha sido una espectacular demostración. Incluso ha sido arrestado el director de la SEPI y ha entrado la UCO a registrar organismos esenciales. Cierto que nada sabemos ya de Cristóbal Montoro, amañando leyes del Estado para sus clientes particulares que es cosa de tamaño descomunal. Por ejemplo.

Esas detenciones se producían justo el día en el que una exclusiva de José Precedo aquí, en elDiario.es, nos daba cuenta de que el habitualmente llamado “novio de Ayuso” o “pareja de Ayuso”, sin más nombre, figura en la Intranet de QuironPrevención con un apellido falso: Alberto Burnet González. y dispone de correo corporativo del gigante sanitario pese a que siempre alegó que era un proveedor externo. Ahí es “Director de Proyectos, Servicios Centrales” y aparece adscrito a la oficina principal de QuirónPrevención en la calle Agustín de Betancourt, en Chamberí, que le pilla al lado de casa. El nombre Burnet ya formaba parte de una sociedad, Burnet & Brown Investments, vinculada a negocios inmobiliarios que montó en Boca Ratón (Florida) a finales de 2022 con la investigación fiscal en marcha. Apesta. Y mucho más cuando constatamos que entre 2021 y 2024 el Gobierno de Ayuso ha pagado a Quirón casi 5.000 millones de euros, el doble de lo que la Consejería de Sanidad había presupuestado. Ella dice que su novio se pone en los correos el nombre que le da la gana. Y a sus fans se les cae la baba fácil.

De cuanto se acusa a Sánchez o su entorno lo más cierto parece ser que se rodeó de una serie de indeseables, como el tiempo ha demostrado. Esther Palomera explicaba no hace mucho en una columna esencial que “Sánchez cayó en manos de Ábalos, Koldo o Cerdán, personajes de quinta fila o damnificados por el 'establishment' de un partido cuyos tótems y cuadros se alinearon en 2017 con Susana Díaz para acabar con su liderazgo”. Ella era más controlable, era “una de los suyos”. Pedro Sánchez “en siete años y medio, no supo o no pudo soltar el lastre que hoy desestabiliza al PSOE”, concluía Palomera.

Sí, recordamos aquel bochornoso espectáculo de su expulsión guiada por Felipe González y Susana Díaz, la presidenta que hundió el PSOE en Andalucía y perdió el gobierno de la Comunidad dejando en herencia a Moreno Bonilla. Sánchez ha dispuesto de tiempo para solucionarlo, pero es cierto que tenía y tiene el aparato del viejo PSOE en contra. Y que se ha echado encima al verdadero feminismo por ese salpicado intolerable de casos de acoso sexual que no se abordó con la energía necesaria. La jueza Victoria Rosell recordaba estos días que esa lacra la tienen casi todos los partidos, pero en algunos que dicen ser izquierda progresista -como el PSOE- es doblemente inadmisible.

Y aquí estamos. En plena crispación política y en una lucha descarnada por el poder. La campaña contra Sánchez es pura corrupción. El grito golpista de Aznar lo ha secundado lo peor de España en pilares esenciales del Estado de Derecho que están dejando una imagen deplorable. Es la guerra de lo pésimo contra lo malo como mucho. Lo que siempre ha llevado a este país a elegir el mal menor afianzando sus problemas aunque sin mejor alternativa viable.  

Éticamente, no se puede tolerar la destrucción personal de corte fascista que practican contra Sánchez sus enemigos políticos. La saña de un ejército mediático subvencionado en su contra.  Por pura dignidad personal. Por sentido de la justicia, uno de los pilares en entredicho cuando tanto patina.

A Feijóo no lo quieren ni las encuestas de sus medios afines y tenemos en primera línea a quien ha ejercido el liderazgo, con una soberbia sin base alguna. Ayuso, la pupila de Aznar y Aguirre, la novia de Alberto Quirón Burnet González Amador y lo que venga, ese avispado sujeto que se ha hecho millonario al lado de la presidenta de la Comunidad de Madrid. La marioneta del ventrílocuo Miguel Ángel Rodríguez, la favorita de los medios -de propaganda-  perdidos en el pozo de sus subvenciones. La que dejó morir sin asistencia médica a 7.291 ancianos en las residencias a su cargo en pandemia por un protocolo que impulsó la comunidad que preside y recibe, pese a ello, lo votos de quienes se empecinan en no creerlo o comparten con ella el que no les importa. El equipo en alarde de fuerza que han recibido un triunfo para sus querellas y amenazas -seguramente provisional- de manos del Tribunal Supremo. El modelo que conlleva Ayuso, además, merma la sanidad y la educación pública, manipula la información a niveles de Telemadrid, insulta con verdadera brutalidad a sus rivales y se pone la venda si le roza la información rigurosa. Lamentablemente, entre sus eventuales víctimas hay un nutrido grupo que comparten cuanto dice y hace.

Hay lo que hay, no disponemos de mucho más. El establishment no permitió la frescura progresista del primer Podemos y la izquierda en su conjunto no encuentra su lugar, o no le dejan encontrarlo con semejante panorama.  Es un momento crítico, sí, uno más. Esperemos, al menos que los siguientes, no sean peores. Porque, dada la situación, las opciones si logran noquear a Sánchez serían o un gobierno de PP con un Vox que le iba a mediatizar como ya hace en las autonomías, o la toma del poder por el viejo PSOE, que no le pone el menor reparo a pactar con este PP. El 78 redivivo para su añorada felicidad. Lo peor es que no pueden presumir de honestidad precisamente ninguno de ellos. E indigna ver su desfachatez. Un presidente del PP, Feijóo, hablando de “corrupción sistémica” del PSOE es el colmo. Sus manifestaciones contra la corrupción, encabezadas por Aznar, un oxímoron.

En el fondo siguen existiendo aquellas élites del antiguo refranero español para quienes un cajón abierto es una invitación a robar. Y lo más triste es que, de verdad, no preocupa como debiera. Solo, si lo hace “el otro”. Pero hay mucha gente a la que sí le importa como debe y por ella hay que seguir en la brecha. La inmensa mayoría de este pueblo no merece toda esta podredumbre.

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