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Un Antonio cualquiera

Imagen del presidente de la CEOE, Antonio Garamendi. EFE/Raquel Manzanares

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Según datos del INE, Antonio es el nombre más común entre los hombres españoles. Más de 640.000 aparecían en la estadística oficial a finales de 2021. En 2023, puede haber muchos más. España es un país de Antonios, pero ninguno tan particular ni tan afortunado como el presidente de la CEOE. 

Ya quisiera un Antonio cualquiera, de Lugo, Logroño o Jaén, haber cobrado durante los últimos cuatro años 300.000 euros de salario fijo más otros 50.000 de variable.

Ya quisiera un Antonio de Parla o de Mataró haber sido autónomo y no tener que preocuparse de la subida de la cuota mensual como trabajador por cuenta propia. De despreocuparse del colapso de la Seguridad Social. De que el ministro Escrivá no suba, por sorpresa, los tramos. De que se equivoque en el cobro de las cuotas a final de mes y diga que ya si eso a final de año lo devolverá. O de que acumule meses de retraso en la devolución de los pagos duplicados.

Ya quisiera un Antonio cualquiera además tener la suerte de que la Inspección de Trabajo no pille a tu empresa en un supuesto fraude de ley para burlar el pago de cotizaciones sociales y para escatimar derechos laborales y no busque la forma de ponerte de patitas en la calle. No, eso no le pasa a un Antonio cualquiera de los 640.000 que hay en España.

Llamarse Antonio no basta. Hay que ser de Getxo, vivir en uno de esos imponentes palacios de finales del siglo XIX junto a la ría de Bilbao, ser aficionado a la navegación y acumular 35 años en cargos patronales para ser autónomo -de los presuntamente falsos- y ser un privilegiado. Solo así, y llevando el apellido Garamendi, claro, se puede predicar y no dar ejemplo. Lo que viene siendo aplicar la ley del embudo, lo ancho para uno mismo y lo estrecho, para el resto.

Garamendi no es un autónomo cualquiera, aunque haya cotizado en el mismo régimen en el que lo hacían los 40.000 falsos autónomos que el Ministerio de Trabajo detectó durante todo el año pasado. Él no sabe lo que es la precariedad laboral de este tipo de trabajador, ni lo que significa no cobrar por haber caído enfermo, ni carecer de vacaciones pagadas, ni levantarse cada lunes por la mañana y no saber lo que esa semana se puede ingresar…

Garamendi es un privilegiado que hace apología del empresariado mientras su propio empleador, con su aprobación y su complicidad, se ahorraba las cuotas de Seguridad Social durante los últimos cuatro años. Este jueves ha saltado a los titulares de la prensa porque la CEOE ha regularizado su situación ante el temor de tener que hacer frente a una sanción administrativa y porque ha trascendido que, en adelante, será ya un trabajador por cuenta ajena que cobrará 400.000 euros anuales, después de una subida del 9%. Ahí es nada, casi el doble de lo que se niega a que suban los salarios del conjunto de los trabajadores españoles.

Como presidente de los empresarios se ha opuesto a la subida del SMI para que los trabajadores más vulnerables cobren al mes 1.080 euros mensuales; a una subida del 5% de los salarios que proponían los sindicatos para mitigar los efectos de la inflación; al impuesto a las eléctricas, a la intervención de los precios de la energía, al recargo de solidaridad para las rentas altas… Todo mientras se refería a las medidas más sociales del Gobierno como una apuesta segura por “la pobreza a medio y largo plazo”, como si alguna vez hubiera visto la penuria de cerca o supiera lo que significa.

Y este fue el que se hizo con el timón de la patronal en medio de una gran expectación, con dos máximas -sentido de Estado y lealtad institucional- y con la promesa de que la negociación colectiva y el diálogo social eran instrumentos fundamentales para la regulación del mercado laboral. Hablaba por lo visto, de lo que afectase solo a su salario y su cotización. 

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