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Balada triste del soldado Hurtado

Exterior de la Audiencia Nacional de Madrid. EFE/Javier Lizón/Archivo

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“Aquellos jueces aún tenían por delante veinte años largos para monopolizar los puestos importantes y obstaculizar las carreras de los colegas más jóvenes”

E. Carrére. De vidas ajenas

 

Estaban muy alegres este miércoles la mayoría de los vocales caducados del CGPJ cuando hicieron un receso tras culminar la fechoría de sellar la Sala Segunda del Tribunal Supremo para años, como si de una tumba egipcia se tratara. Les faltó tirar confeti, me dicen. Tan satisfechos estaban, que una vez finiquitada la hazaña del Supremo se olvidaron de hacer el resto de los nombramientos que había previstos y los sacaron del orden del día. Se les rompieron los cromos de tanto cambiar y la presidencia del TSJ de Canarias bien puede esperar, de hecho lleva esperando desde el pleno de noviembre del año pasado. Lo mismo las otras, que también son morralla.

Lo importante es lo importante y en este caso es evidente que había una tarea máxima que llevar a término y que Lesmes no iba a dejar decaer. Había que dejar nombrado al soldado Hurtado antes de que salte por los aires el Consejo de la vergüenza, que se mantiene en pie por la chulería inconstitucional del Partido Popular. No puedo dejar de decirles que el PP es un partido de honor y que paga muy bien los favores y los de Hurtado fueron de naturaleza notable. Este señor educado y gris no sólo se opuso a que declarara Rajoy, y ante la obligación le dejó hacerlo a su antojo, sino que respaldó que los generales López y Espejel eran adecuados para juzgar al PP, hizo un voto particular a la sentencia y evitó que la mujer de Bárcenas ingresara en prisión a pesar de su condena. El soldado Hurtado, conocido por tales hazañas pero no por doctrina, sentencia o libro erudito alguno, tenía que llegar a la Sala Segunda.

Esta misión primordial que se abría ante Lesmes le ha obligado a volver a realizar alguna de sus más aclamadas y vaticanistas maniobras. Aparentando haber dado dos vacantes a los progresistas, dejaría impoluto y blanqueado el nombramiento de un juez tan triste y tan plano como Hurtado para la máxima dignidad de la carrera. Para ello habrá usado sus mejores encantos, esos que puso en marcha nada más llegar al CGPJ y que le han permitido obtener los votos de vocales que no eran de su cuerda a cambio de un trato exquisito y de los beneficios dentro de la institución que él podía dispensar. El poder con la delicadeza maquiavélica de siempre. Es una pena que un penalista incuestionable como Javier Hernández haya llegado a la Sala Segunda en estas circunstancias, pero no lo es menos que su amiga Mar Cabrejas hubiera apurado cualquier copa hasta las heces para dejarlo dentro. Este trago concreto ha pasado por avalar el nombramiento del soldado Hurtado y así lo ha hecho. Hemos metido a otro magistrado de calidad obediente en el Supremo y de rondón conseguimos uno bueno y otro, Leopoldo Puente, penalista correcto y trabajador, y aparentemente progresista al que le ha caído la carambola para compensar, sin que entren los que sí molestan.  

Resumen: hemos conseguido dos magistrados con dignidad jurídica, Hernández y Puente, a cambio de dejar cobrado al soldado Hurtado, que pasa a engrosar la lista de los mediocres de sala. Han nombrado a aquel que quedó número dos en los exámenes de especialistas en Penal, Hernández, pero han dejado fuera de nuevo al que fue y es el número 1, Ramón Sáez, porque es una bestia negra para el PP y no permitirán que ocupe un lugar que le es debido. Menos da una piedra pero, juristas y justiciables, aún es posible que les toque una sala formada por Hurtado, Polo, Llarena, Lamela y Magro. Allá ustedes. Eso sí, de momento el prestigio de la Sala se ha salvado de Espejel, “Querida Concha”, pero ya queda dicho que el PP es buen pagador. Ya llegará el caso.

Habrán pensado los pergeñadores del cambio de cromos que esos dos nombres de penalistas decentes y no derechizados iba a saldarse con una traca de honores por parte de los que defendíamos que no se hicieran tales nombramientos. Nada más lejos. No deberían de haberse hecho, sean los nombres los que sean. Los únicos que así lo han entendido han sido los vocales Álvaro Cuesta y Concha Sáez, que se han opuesto para mostrar su oposición y no porque no les gustara Hernández.

No crean por ello que a la derecha que sustenta el Consejo vencido le ha salido mal la cosa. Más allá del soldado Hurtado, han conseguido también la presidencia de la Sala III, la que controla los actos del Gobierno, y ese era otro objetivo claro, tan claro como controlar la Segunda. Son las dos cuyos actos afectan directamente al más alto poder político. Luego quedan las migajas, que han sido las presidencias de la Sala V (De lo militar) y la Sala IV (de lo Social). La de lo militar, que ansiaba Sánchez Melgar, se la han dado a Jacobo López porque también era una deuda personal de Carlos Lesmes. López Borja de Quiroga, que no pasó el corte para las pruebas de especialista en Penal, llegó a la sala V, tras hacer un trabajo de zapa decisivo para que Lesmes llegara a presidente en lugar de Marchena, porque era amigo de Rubalcaba y de Fernando Román y dicen que le abrió las puertas.

Finalmente han nombrado a la primera mujer presidenta de Sala del Tribunal Supremo, lo cual alterará la foto de cada año y parece que es merecido. No obstante, qué quieren, la Sala de lo Social es una sala que no despierta ninguna codicia política y a María Luisa Segoviano le quedan menos de dos años para jubilarse, así que pronto recuperarán el puesto. El resto de nombramientos, los que les importaban, no se han hecho de magistrados mayores y reposados, ¡quita!, lo que hoy se ha hecho se quedará ahí hasta la jubilación de los susodichos que aún está lejana.

¿Por qué estaban tan contentos los caducos vocales cuando han hecho el receso? ¿De qué tenemos que congratularnos los ciudadanos? ¿Merece un magistrado de calidad como Hernández quedar marcado por el mercadeo que ha hecho su amiga Cabrejas para llevarle al Tribunal Supremo cuando él tenía méritos por sí mismo?

Tristemente no vamos a tener que molestarles en un tiempo con nuevos nombramientos. El CGPJ que el PP ha impuesto sobre la ley lo ha dejado todo atado y bien atado. Ante ustedes, una muestra más de cómo no sólo la ideología sino las familias jurídicas, las amistades y las enemistades, y los favores debidos van configurando el más alto tribunal español. Como les dejé dicho en Una conjura para los necios, lo peor es la mediocridad obediente que nos espera por décadas. 

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