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Casado no se va a ir al centro, ni mucho menos

Pablo Casado durante su intervención en la moción de censura de Vox.

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¿Cuándo decidió Pablo Casado que tenía que romper con Vox? Seguramente algunas semanas antes de este jueves. Pero si así fue, Santiago Abascal no se enteró, demostrando, por si hacía falta, lo mal político que es. Porque con su moción de censura, básicamente destinada a debilitar al PP, le ha dado la excusa para proceder a esa ruptura. Y seguramente con argumentos bastante convincentes para buena parte del electorado de derechas. Lo que aún no está claro es cuánto y en qué va a cambiar el panorama político como consecuencia de esa decisión.

El primer indicio de que algo se estaba moviendo en la cúpula popular fue el cese de Cayetana Álvarez de Toledo. El segundo, aparte de los rumores de descontento creciente entre los barones del PP, fue el “no” a la moción de censura que hace ya unos días propuso José María Aznar, el principal mentor de Casado y seguramente el padre de la línea que en estos dos últimos años ha seguido el partido. Y que ha demostrado ser un fiasco, como otras tantas iniciativas políticas del expresidente del gobierno.

La perplejidad de Santiago Abascal tras escuchar a Casado en el Congreso seguramente era auténtica. Y confirmaba que no se había enterado de lo que estaba pasando. Que el PP, y Aznar, habían comprendido que la alianza con Vox había dejado de tener sentido, que, cediendo a su discurso, sometiéndose de hecho a su chantaje, no iba a recuperar los votos que se han ido a la ultraderecha y además le cercenaba cualquier posibilidad de hacer una política propia.

Y encima Abascal pasaba al ataque contra el PP con la moción de censura. Debía de pensar que había descubierto el camino para llegar al cielo político sin ningún inconveniente. Que el José María Aznar que santificó el abrazo de Colón le seguía protegiendo. Error de neófito. O mejor, de alguien que no está dotado para liderazgo alguno. Puede también que una vez anunciado que iba a presentar la moción descubriera los peligros que esta conllevaba y de ahí el injustificable retraso en su formalización. Para concluir finalmente que no tenía más remedio que seguir adelante.

El discurso de Santiago Abascal en el Congreso ha mostrado sus enormes limitaciones. No está a la altura del mando ni siquiera de un partido que lo único que hace es vociferar, haciendo honor a su nombre. La ultraderecha en España no tiene fuste, ni contenido ni proyecto. Nada que ver con sus homólogos franceses, italianos, alemanes u holandeses.

Sin embargo, en nuestro país hay un fuerte ambiente social de ultraderecha o como quiera llamársele. Siempre lo ha habido, pero ahora es numéricamente mayor y buena parte de ella sigue en el PP. Además, el disgusto social que está provocando la pandemia y las medidas para atajarla puede hacerlo crecer.

La primera tarea política de Casado es atraer hacia sus filas, o conservar, al máximo de votantes potenciales que estén en esas posiciones. Sin perder el apoyo de los sectores menos extremistas de la derecha social. En ambos frentes, pues Ciudadanos sigue ahí, aunque la nueva posición de Casado y la sensación de liderazgo que ha transmitido pueda haber hecho dudar a no pocos de los que en las encuestas dicen que votarían al partido de Arrimadas.

Tendrá por tanto que calibrar bien sus futuros movimientos. Pero lo que no es para nada previsible es que ahora camine hacia el centro. Seguirá en el radicalismo de los últimos tiempos. Moderando las formas, evitando charcos, pero no hará nada que dé una oportunidad a Vox de salir del hoyo en el que acaba de caer.

Por ejemplo, pactará la renovación del Consejo General del Poder Judicial. Simplemente porque su actual negativa es insostenible a los ojos de cualquiera, incluso de mucha de la gente de derechas que se entera de algo. Habrá matices. Seguramente su rechazo a que Unidas Podemos esté en el pacto se irá diluyendo. Lo más inquietante está en saber si Carlos Lesmes nombrará magistrados aprovechando que, en el mejor de los casos, seguirá en el cargo algún mes más.

O impartirá instrucciones a Isabel Díaz Ayuso y a Miguel Ángel Rodríguez para que dejen de hacer genialidades en Madrid, irritando a no pocos barones territoriales del PP, cuyo desacuerdo con la línea de Casado y de Aznar puede haber influido en el cambio de este jueves.

El Gobierno le dará ocasiones para demostrar que el PP puede ser tan duro como Vox, sin que éste le esté echando el aliento en la nuca. El tratamiento penitenciario de los líderes catalanes encarcelados y la modificación del delito de sedición serán algunas de ellas. En todo caso, la sentencia absolutoria del mayor Trapero marca un antes y un después que puede provocar reacciones contradictorias en el ámbito judicial, pero que no dejará indiferente a ninguno de los magistrados implicados en la cuestión catalana.

Al Gobierno le ha ido muy bien con esta moción de censura. Ha salido reforzado y la aprobación de los presupuestos parece más cercana que antes, aunque lo que queda no va a ser un camino de rosas. También es posible que se haya abierto un espacio para un cierto entendimiento entre el Ejecutivo y los gobiernos regionales de derechas en la lucha contra la Covid-19. Entre otras cosas, porque Casado ha debido comprender que la irracionalidad de las posiciones de Isabel Díaz Ayuso no lleva a parte alguna, salvo a conflictos con otros barones territoriales.

Y aunque parezca mentira, puede que un descubrimiento haya contribuido tanto o más que los anteriores al giro de Casado: el de que no hay elecciones la vista, el de que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias van a aguantar por lo menos dos años más. Y que lo más le conviene al líder del PP es prepararse lo mejor posible de cara a esa convocatoria electoral. Y no provocar antes una crisis en el partido en el que un sector terminara planteándose que la única salida para evitar el desastre sería la de eliminar a Casado.

Vox tampoco parece haberse enterado de que esa era la perspectiva política. Su inmaduro radicalismo le ha llevado a cometer también ese error. Aunque nunca se sabe, y menos en España, todo indica que el partido de Abascal lo va a pagar muy caro.

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