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ZONA CRÍTICA

La ciencia española y su desigualdad

Desigualdad
10 de febrero de 2022 22:14 h

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Cuando hice la selectividad en los 2000 y poco, la hice para entrar a la carrera de Bellas Artes, aunque luego decidí estudiar Diseño Gráfico, porque era lo más cercano a las artes con el suficiente oficio para trabajar con una nómina. Fueron tres años que pasaron volando, entre borracheras y aprender a usar Photoshop. Pero menudo golpe de realidad cuando empecé a ejercer de diseñadora, me di cuenta de que diseñar no me apasionaba.

¿Te imaginas a alguien haciendo alguna carrera de ciencias por “las salidas laborales”? Sabiendo que además de los años invertidos en la carrera, hay otros 4-5 años de doctorado y otros 3-5 años de postdoctorado para llegar a puestos aceptables (muchos no hacen ni postdoctorado, se van a trabajar a la industria donde los sueldos son más altos). Son muchos años de formación. Con el sudor y la sangre que cuesta una tesis. Yo invertí tres en la carrera y me sentí triste porque no me gustara, imagínate a alguien que invierte 10 de media. No, no lo haces por las salidas, muchos de los científicos y las científicas que conozco sienten verdadera pasión por la ciencia, por muy precaria que sea su situación en España. Tal como está el patio, en vez de decir “trabajar por amor al arte” igual es más acertado “por amor a la ciencia”.  

Ahora imagínate a una persona que después de invertir años y años en formación, de ser excelente en lo suyo y por fin llegar a un puesto laboral bueno, ve que sus compañeros avanzan más rápido hacia puestos de liderazgo, que por el mismo puesto y las mismas funciones otros cobran más, que en reuniones le infantilizan diciendo “cielo o cariño”, que la gente se fija más en cómo viste que en sus ideas, que tiene que estar disponible 24/7 en el móvil y le es imposible la conciliación familiar, que si se queja o denuncia esto se le quita importancia… ¿De qué género es la persona que has imaginado? Dice mucho de nuestros sesgos y nuestras violencias asumidas que si pensamos en una eminencia científica, nos imaginemos a un hombre, pero si tenemos en cuenta las desigualdades mencionadas anteriormente, ya asumimos que es una mujer. ¿Quizás tenemos demasiado internalizada la desigualdad sexista?

Estos ejemplos no son ficción. En la ciencia globalmente menos del 30% son mujeres (Unesco, 2021) y la desigualdad campa a sus anchas. En momentos de crisis, la desigualdad crece, en la crisis económica los pobres se hicieron más pobres, y los ricos, más ricos. En la ciencia, pasa igual:

“Este año, en la clase del doctorado hay una gran mayoría de hombres porque muchas mujeres rechazaron la oferta. Las crisis, en general, siempre afecta más a las mujeres, y si son madres, mucho más” (Testimonio de científica)

Podemos encontrar también lo que yo llamo discriminación pasiva, cuando alguien “sin mala intención”, pero con sesgos machistas crea situaciones sexistas o situaciones que surgen por el simple hecho de que haya más cantidad de hombres en el sector: 

“Yo realmente no sé si me están discriminando por ser mujer o si estoy exagerando, como por ejemplo, cuando asumen que mi puesto es más bajo que los de ellos” (Testimonio de científica)

“Parece que si eres atractiva, rubia o te gusta arreglarte no puedes ser inteligente ni exitosa en el ámbito científico”. (Testimonio de científica)

“Aún después de 20 años trabajando en EEUU mis compañeros me siguen traduciendo en inglés, como si tuvieran que ayudarme a expresarme” (Testimonio de científica española migrada)

También sucede la discriminación de género a secas. Y aquí hay tema para dar y regalar.

Desde favorecer con fondos a los hombres, a dar menos espacio en laboratorios a mujeres, al acoso tanto verbal como sexual, como también en caso de las que han migrado o las racializadas, el racismo o la inequidad salarial por la interseccionalidad de mujer y raza… (ya sabes, si eres minoría, añádele un nivel de dificultad más).

En una encuesta realizada por esta autora en la que han participado 240 científicas españolas, de las que solo el 9% eran racializadas (que aquí hay otro melón). Han participado 240 mujeres que trabajan en: ingeniería, medicina, diseño y fabricación de aviones, neurociencia, machine learning, oncología, minería…, que son microbiólogas, geólogas, ingenieras en cálculo estructural, médicos, profesoras, machine learning scientist (y más puestos que como poco, parecen difíciles).

El 45% dice que ha sentido desigualdad de género en su trabajo actual y el 53% en pasadas experiencias laborales (Vamos, que aunque cambies de trabajo, te puede salir mal porque es algo sistémico). Manifiestan ser menos escuchadas que a sus compañeros varones (60%), ser tomadas menos en serio que sus compañeros varones (56%), falta de reconocimiento en contraposición a sus compañeros varones (55,3%), mayor juicio que a ellos (23%) y mayor exigencia laboral (39%).

Frente a esto, los científicos varones tienen una visión más optimista, los compañeros de profesión no ven tanta desigualdad de género como ellas, y tienen una percepción más positiva sobre el compromiso sobre la paridad de género de sus departamentos, según el estudio realizado en el Reino Unido y España por Society of Spanish Researchers in the United Kingdom (pero vamos, según mi experiencia con el antirracismo, el privilegio es invisible para quién lo ostenta). No hay que minimizar esto, ya que si el 70% de la fuerza laboral no ve la gravedad del problema, es un gran problema para quién lo sufre. 

Las compañeras científicas no suelen comunicar la desigualdad de trato, incidentes sexistas o incluso la violencia de género (79%) porque no sienten que nada vaya a cambiar, sienten miedo a represalias, indefensión, o incluso le restan importancia a lo sucedido.

Los responsables son hombres que no son inclusivos ni feministas”. (Testimonio de científica)

“Mi posición laboral era inferior a la de la persona que ejercía el trato despectivo y no quería que tomara represalias”. (Víctima de violencia de género en el entorno laboral)

“Todo el mundo sabe lo que hace esa persona y no se hace nada”. (Víctima de acoso en el entorno laboral)

Y las que sí lo hacen, se encuentran con que después de escucharlas, le han restado importancia y no se han tomado medidas (54,8%) Según la doctora en sociología y ciencias políticas, Begoña Marugán Pinto, las instituciones y órganos de poder no han asumido esta lucha como suya, y que muchas veces la instauración de protocolos es más un lavado de cara que otra cosa.

“Me contaron alguna experiencia que, según su opinión de hombre, ellos habían sufrido lo mismo, y que no era para tanto” (Testimonio de científica)

“Dijo que no se había dado cuenta de que mi compañero y yo, teniendo el mismo rango y salario, teníamos la carga de trabajo muy desigual (80% yo, 20% él)”. (Testimonio científica)

“Quitaron importancia al problema diciendo que el agresor es 'un personaje”“. (Testimonio científica)

Las consecuencias de estas desigualdades son muchas, según el Estudio de género en el ámbito científico de la Universidad de Murcia, las mujeres en la ciencia son las que sufren más precariedad laboral, falta de visibilidad y falta de oportunidades y recursos. Y, a nivel personal, estas desigualdades impactan en la salud mental y emocional de las científicas, en el autoconcepto (tengo que ser más masculina para ser tomada en serio), la autoexigencia (tengo que hacer más que nadie y demostrar que merezco el puesto) y la autoestima (más síndrome de la impostora que en hombres), según el proyecto Entrevistas a científicas de MECUSA de este 2022.

Tenemos un gran capital humano femenino español. Pero un capital que se va quemando.

El 13% de las encuestadas quiere dejar la ciencia (recordemos los años invertidos), y el 34,6% no sabe si quiere seguir apostando por este área.

Parece que hoy en día, igual que Eva fue castigada por el pecado original: “parirás con dolor”. Tú serás castigada por ser brillante: amarás la ciencia, pero la ejercerás con dolor.

Pero el peaje por ser mujer en la ciencia no puede ser tan alto. 

El cambio es necesario, pero este cambio no surge por generación espontánea. Hacen falta más mujeres referentes en el campo científico para enseñar a las que vienen que existe un camino. Hacen falta el compromiso por la parte que ostenta el privilegio, porque ellas no trabajan solas. Hace falta compromiso y medios por parte de instituciones porque también esta es su lucha. Hacen falta tantas cosas, y todo empieza con reconocer el problema y dejar de minimizarlo o de ignorar su existencia. Porque ni la ciencia ni el talento tienen género.

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