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¡Tú eres comunista!

Cristina Fallarás

Intenta contactar conmigo un colega. Le escribo: “Guapo, murió mi abuela, estoy recomponiendo matriarcado, ya vuelvo y te aviso.”

Hace un par de semanas me enfrenté en el programa Más Vale Tarde de LaSexta a un contertulio, me enfrenté con agriedumbre. La razón: Defendí que, mientras en este grupo humano que llamamos España —y que mañana podríamos llamar Manolo—, haya personas sin vivienda, mientras vivan sin techo, será imprescindible regular los pisos vacíos de aquellos que tienen de sobras.

Mi abuela, ya muerta, pertenecía a lo que podríamos llamar HighClass, qué mono término. No le quedaba nada al cabo de los años, qué más da.

El contertulio aquel, defensor a ultranza de la propiedad privada, se volvió y me increpó:

—¡Tú eres comunista!

—No sé qué soy, yo creo en la redistribución de la riqueza...

—Ah, entonces sí, sí!, tú eres comunista, ¡¡¡sí!!!

Pensé que no, que nunca he militado en un partido. Y mientras lo pensaba, siguió:

—Claro, tú eres de los del Pol Pot, de Stalin, de Fidel… Todo eso fracasó. ¡Por supuesto que fracasó!

Enterramos ayer a mi abuela María Josefa en magra compañía. Cuando tienes 97 años, la vida se ha llevado por delante todas las cuentas pendientes. Al fin y al cabo, ¿qué si no las cuentas pendientes acuden al cierre de la caja?

Horas antes de acudir al cierre definitivo, ayer mismo, escribí en algún lugar que la idea del “injusto empobrecimiento” de Urdangarín me parecía la mar de acertada. Es decir, que el JUSTO empobrecimiento de los ricos responde a lo que llamábamos, si ustedes me perdonan mucho muchísimo, “redistribución de la riqueza”, o sea, que los ricos sean un poco más pobres –menos ricos— a cambio de que el resto sobreviva. Impuestos, los llamábamos. Total, que al escribirlo, varias personas me afearon, como el contertulio aquel, mi pertenencia a regímenes putrefactos.

Y pensé que no habíamos avanzado nada, si ni siquiera eso había sido —vale aquí la pasiva— asimilado.

Esos tipos creen que la redistribución de la riqueza pertenece a regímenes comunistas. Ese es nuestro fracaso. Nuestro PUTO FRACASO. ¿A qué responden, pues, los impuestos, a qué la educación y la sanidad pública? Es más, ¿por qué ponernos pues a defenderlas? Esto pasa: Una panda de contemporáneos se ponen a defender la propiedad privada en este potaje de contubernios purulentos en la que nos revuleven los medios de comunicación. Eso pasa y eso queda.

Ayer enterramos a mi abuela. Siempre medió entre nosotras el abismo de las ideas. Y nos unió un amor por encima de cualquier costumbre o pensamiento. Las dos sabíamos que hay ricos y pobres. Ella, en el bando de las ricas. Yo, desde hace ya tiempo, en el de las pobres. Las dos, en charlas con la tele enfrente, discutíamos sobre otros escenarios más allá.

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