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¿Hay contradicciones en la jugada errejonista?

Íñigo Errejón

María Eugenia R. Palop

En España, han sido las oscilaciones de los partidos-producto las que han abierto las puertas a la extrema derecha. No ha sido tanto el Partido Popular, que se suicidó sin más, como las idas y venidas de quienes desde Ciudadanos y el sector afín del partido socialista han optado por hacer una política abiertamente adaptativa y funcional. El PP fue un muro de contención hasta que se lo comió la carcoma. Ha sido la política comercial de Ciudadanos y de una buena parte del PSOE, la que le ha calentado la cama al monstruo.

Después de haberse alejado de esa facción de su partido, haber llegado al gobierno gracias a Unidos Podemos, y haber ganado el pulso a Susana Díaz, otrora adalid de Ciudadanos en Andalucía, Sánchez quiere volver a una posición que le permita pactar a su derecha y a su izquierda.

En los últimos días, Sánchez ha bloqueado el Open Arms y el Aita Marí, modificando su criterio de actuación con respecto a las ONGs de rescate que actúan en el Mediterráneo Central, en lo que quizá sea un endurecimiento de su política migratoria. Ha cedido a las presiones del fondo buitre de Blackstone mirando hacia otro lado ante la nueva emergencia habitacional que está provocando el crecimiento desorbitado de los alquileres urbanos. Se ha movido dubitativamente frente a la crisis del taxi, lavándose las manos y dejando sin respuesta a las 100.000 familias afectadas. Ha virado a la derecha en su posición frente a Venezuela, la gran “venganza de Moctezuma”, que es hoy el tema clave de la geoestrategia mundial. Y el trasfondo de todos estos movimientos es el de un Gobierno inestable que en cualquier momento puede activar un adelanto electoral a la carta, con la única certeza de que el parto será múltiple.

Está claro que Sánchez, acosado ya por el Ibex35 y por los poderes fácticos, ante la amenaza de sus barones susanistas, tendentes a pactar con Ciudadanos, y el surgimiento irregular (aunque no inesperado) de Más Madrid y Más Comunidad, ha decidido disputar a Iñigo Errejón el liderazgo del frente macronista nacional.

Errejón querría aglutinar a socialistas, liberales y conservadores moderados alrededor de su figura, lo que facilitaría el aseo de Ciudadanos tras su paso por el pacto andaluz. O sea, que su competencia virtuosa consiste en situarse en la centralidad del triángulo, como apuntaba muy agudamente Andrés Gil en un artículo reciente.

De manera que el movimiento errejonista conecta más, paradójicamente, con el susanismo y el viejo PSOE, que con las pretensiones renovadoras del sanchismo, y puede acabar provocando tanto la derechización del Partido socialista (con o sin la colaboración de Sánchez) como la desarticulación de las izquierdas, vinculadas trabajosamente alrededor de Unidos Podemos y de proyectos colectivos como el de Ahora Madrid.

Resulta difícil creer que una propuesta como ésta haya podido concebirse para frenar a la extrema derecha. Como hemos visto en la Francia del mismísimo Macron, la macronización tiene fecha de caducidad y no sólo no ha frenado, sino que ha venido a echar más leña al fuego de Marine Le Pen.

Diría que hay algo contradictorio en la jugada errejonista y creo que tiene que ver con todas o algunas de estas cinco tesis:

1. En una democracia en crisis, con escasez, precarización y desesperación, los paliativos con los que en otros momentos se logró narcotizar a la gente, pueden dejar de tener efecto. Llevamos décadas de paliativos y empezamos a estar inmunizados. El pasteleo con los grandes oligopolios, la “uberización de la economía” y el business friendly, es lo que nos ha dejado en la miseria y lo que ha contribuido al crecimiento de la extrema derecha. Lo que ha formado parte del problema no puede formar parte de la solución.

2. La política no es un juego paramétrico sino estratégico. No hay proyecto político que tenga garantizado el éxito, ni que pueda permanecer inmóvil si el adversario se mueve. El problema surge cuando tales movimientos pueden acabar dinamitando el proyecto propio.

3. La política es estrategia, pero el puro tacticismo es una pésima estrategia en la órbita de las izquierdas. La estrategia, para funcionar ahí, requiere de un mínimo de convicciones. Es decir, que hay que acomodarse a la táctica electoral sin perder credibilidad, y para lograrlo no solo hace falta conocer las reglas del juego sino “creer en algo”, defender una constelación de ideas, encarnando, además, esa creencia. Defender únicamente que el éxito corona la virtud, que lo que funciona es lo bueno, que si ganas eres el mejor, no es necesariamente un problema, pero lo es si militas en la izquierda.

4. Los proyectos políticos han de ser tan creíbles como han de serlo las personas que los lideran, y eso no puede impostarse completamente porque la gente no es tonta o no lo es por mucho tiempo, especialmente, en la sociedad televisada. Si no hay lealtad a la biografía y al recorrido propio, el liderazgo no es fiable y no puede generar adhesión real.

No quiero decir que los políticos tengan que ser continuos ejemplos de virtuosismo moral, ni pecar de dogmatismo, pero las inconsistencias entre lo que uno piensa, dice y hace no pueden ser abismales.

5. Cuando los partidos políticos o sus líderes son un producto exclusivo de los tiempos mediáticos, la publicidad y la mercadotecnia, inevitablemente, acaban por pasar de moda. La velocidad y el estrés siempre conducen a la volatilidad, y nadie puede confiar en lo que se ha concebido para desaparecer. Por eso, ahora, los planteamientos que triunfan son los que ofrecen más certezas. Triunfa el conservadurismo, en su versión extrema, recurriendo al mito de la nación frente a las incertidumbres, la soledad y el miedo, y triunfa también el feminismo, que ofrece cuidados y afectos para que nadie se sienta solo. El proyecto no pretende ser conservador… y, como feminista confesa y militante que soy, honestamente, su pretendido feminismo me genera algunas dudas de hondo calado.

En fin, estas son solo algunas tesis para que sigamos debatiendo. De lo que se trata, al fin y al cabo, es de pensar en común para encontrar soluciones.

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