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Venezuela, Pedro Sánchez e Íñigo Errejón: la búsqueda de la centralidad del triángulo

Pedro Sánchez e Íñigo Errejón, en el Congreso en 2016.

Andrés Gil

Venezuela está atravesando la política española. El día de la autoproclamación de Juan Guaidó, Pablo Casado salió a la puerta del Sol a arengar a los allí concentrados, y el PP, junto con Ciudadanos y Vox, no ha dejado de presionar a Pedro Sánchez para que reconozca a Guaidó como presidente del país. Y están a siete días de conseguirlo.

El presidente del Gobierno, el gobernante socialdemócrata más importante de Europa, fue el primer líder de la UE que ha puesto un ultimátum a Nicolás Maduro –ocho días– para que convoque elecciones, so pena de reconocer a Guaidó como presidente en funciones. Ningún jefe de Gobierno europeo había ido tan lejos como Sánchez fue este sábado por la mañana. Y en total son cuatro países de 28 –España, Francia, Alemania y Reino Unido– los que han hecho saltar por los aires la posición común de la UE. 

Sánchez ha dicho este domingo que “la izquierda nada tiene que ver con Maduro”, para justificar su viraje a la derecha en América Latina, pero sabe que tanto Podemos como IU han tachado la acción de Guaidó como golpe de Estado. Y también sabe que los primeros en reconocer a Guaidó fueron Gobiernos derechistas como los de Donald Trump o Jair Bolsonaro, y quienes más jalean el acoso y derribo de Maduro en España, son PP, Ciudadanos y Vox –este último incluso sugiriendo el envío de tropas militares–. Y quienes en América Latina se mantienen leales a Maduro son Gobiernos como los de Bolivia y Uruguay, ciertamente izquierdistas –por no mencionar a Cuba–.

Venezuela, por tanto, tiene que ver con la izquierda, en tanto que antagonista de la derecha también. 

Pero Sánchez, cuyo pacto con Ciudadanos en 2016 no le permitió llegar a Moncloa, cosa que sí le han facilitado Unidos Podemos –que en este caso, el de la grave crisis territorial y catalana, es el que ejerce la centralidad del triángulo– y los independentistas, sabe que tiene 84 diputados, y que si el pacto andaluz se exporta al resto de España puede tener muy difícil conservar el poder local y autonómico, además del despacho en La Moncloa.

Y quiere buscar su centralidad del triángulo, pero para eso necesita que haya a su izquierda y derecha actores que en un momento dado puedan colaborar en el caso de que no salgan los números directamente con Unidos Podemos, cosa que sí ha pasado en Castilla- La Mancha, por ejemplo, pero no está ocurriendo con el proyecto de presupuestos en el Congreso por el problema judicial de los políticos independentistas, ya sean presos o fuera de España.

Rivera e Iglesias fueron incompatibles en 2016, aún más lo son en 2019 tras el apoyo de Vox en Andalucía al gobierno de PP y Ciudadanos. Pero, ¿Rivera y Errejón? ¿Rivera y Carmena?

La respuesta puede ser diferente. Y Sánchez lo sabe, sabe que Errejón y Carmena en 2016 se mostraron más comprensivos con el pacto PSOE-Ciudadanos que las bases de Podemos, Izquierda Unida o Ahora Madrid; y que Carmena se ha sentido más cómoda con Purificación Causapié que con Rommy Arce; con Cristóbal Montoro, incluso, que con Carlos Sánchez Mato.

Pero también lo saben Errejón y Carmena, saben que el nuevo espacio que han creado se ha situado automáticamente entre el PSOE y Unidos Podemos, y que su apuesta por la competencia virtuosa con el PSOE lleva indefectiblemente a mantener una actitud colaborativa con el partido de Pedro Sánchez, ya sea como una pata más de un Unidos Podemos más amplio si se consumara un pacto político o electoral previo a las municipales y autonómicas de mayo –Más Madrid está llamado a colaborar con Unidos Podemos de una manera o de otra–, o como un actor intermedio, ocupando la centralidad del triángulo a la manera de Compromís en el País Valenciá, por ejemplo.

El partido de Mónica Oltra gobierna la capital, concurrió el 20D y el 26J con Podemos y Unidos Podemos; cogobierna la autonomía presidida por el socialista Ximo Puig, y en el Congreso de los Diputados en 2016 siempre se mostró abierto a considerar el pacto de PSOE y Ciudadanos.

Y Venezuela ha sido una piedra de toque para resituarse en la búsqueda de la centralidad del triángulo. Del mismo modo que Sánchez ha girado a su derecha, Errejón ha mantenido un estruendoso silencio. 

Errejón dio el paso definitivo para lanzar un espacio fuera de Podemos –de cuya ejecutiva no ha dimitido aún aunque no ha asistido a ninguna de sus reuniones desde Vistalegre 2, si bien ha dejado el escaño– porque contaba con la complicidad de Carmena, y de un día para otro se quitaban de encima el peso de Podemos, IU y el resto de actores integrantes de Ahora Madrid. Si Errejón hizo el movimiento a espaldas de la dirección de su partido  –y de muchos de sus afines–; Carmena lo hizo a espaldas de sus socios y aliados de Ahora Madrid, los que le llevaron a conquistar Cibeles.

Empezaban de nuevo. Y en ese empezar de nuevo, a diferencia de otras experiencias históricas como la de Nueva Izquierda de Cristina Almeida y Diego López Garrido o el Actúa de Gaspar Llamazares y Baltasar Garzón, dejaban a un lado la idea de izquierda y el mantra de la “unidad de la izquierda”, y por el camino una parte de sus biografías.

Errejón, a diferencia de Iglesias, sí que pasó buenas temporadas en Venezuela –como Juan Carlos Monedero– y colaboró con el Gobierno de Hugo Chávez. De hecho, se encontraba en América Latina en la víspera de lanzar Podemos en enero de 2014. Incluso, no hace tanto, en noviembre pasado decía en una entrevista con The Clinic en Argentina que “el proceso político en Venezuela ha conseguido inmensos avances en una transformación de sentido socialista, inequívocamente democrática, donde se respetan los derechos y libertades de la oposición, que dicen todos los días por casi todas las televisiones que viven una dictadura”. Errejón, añadía, no obstante:  “Yo creo que en la conducción económica, en la gestión de las relaciones con la oposición, en la gestión de la seguridad ciudadana… hay muchas tareas que el proceso político venezolano no ha resuelto bien y yo creo que es un proceso sumido en conflictos profundos”.

Venezuela ha sido la oportunidad que ha aprovechado Pedro Sánchez para buscar una centralidad entre Ciudadanos y su izquierda, espacio que puede ocupar bien el nuevo movimiento de Carmena y Errejón. Pero es que Carmena y Errejón, a su vez pueden ocupar la centralidad del triángulo entre el PSOE y Unidos Podemos, en tanto que Unidos Podemos y  Más Madrid, ya sea antes o después de las elecciones, están llamados a entenderse. 

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