Criar en una tribu
La diputada de la CUP Anna Gabriel no ha inventado nada revolucionario ni moderno con su idea de criar en cooperativa como las tribus. La confluencia familiar es algo tan antiguo como el hombre o las manadas de leones. Pero la reacción engrandecida a esta idea antigua demuestra, otra vez, que es peor para la concordia hablar de crianza que de religión o política.
Pronunciar “lactancia”, “colegio”, “apego” o “Estivill” provoca que formen fila los arietes de la teta, saquen los yelmos los soldados antipecho, escriban en mayúscula los nostálgicos de la educación arcaica o se enfaden los padres que temen a los traumas infantiles más que al lobo.
Los modelos de cuidado, especialmente si son distintos al que desgrava en la Agencia Tributaria, vienen acompañados de lecciones, peros y una lluvia de balas. A las declaraciones de un minuto de Anna Gabriel –mujer, catalana, independentista, barbacoa para la caverna– han seguido horas de debate y energía para diseccionar la propuesta y catalogarla por equipos.
En la educación también hay bandos, y nos apuntamos a unos u otros para que nuestras equivocaciones, avalados por teorías y métodos compartidos, escuezan menos. Cualquier debate, desde una idea hasta un bebé en brazos de su madre diputada, impulsa a la guerra a nuestra tribu, que se vuelve caníbal si le sacas la crianza.
La educación colectiva se llevó a la práctica en numerosas comunas hace 40 años. El documental Milestones (Robert Kramer, John Douglas) cuenta los dilemas de los hippies en Estados Unidos, que exploran modelos familiares mucho más complejos que 'chico busca chica' en 1975. Tener hijos en común, educar en la tribu, ya lo han hecho los abuelos, que vivían en régimen abierto con hermanos, sobrinos, hijos y vecinos. Por costumbre, porque sobraba paciencia o porque faltaba dinero.
Hablamos tanto y tan alto de educación porque quedan pocas cosas sagradas y evidentes en el hecho de cuidar hijos. Ni siquiera hay que tenerlos. Estrenamos roles, tenemos dudas y hay diversidad de instrucciones. Criar es lanzar una pregunta al mundo, que será una respuesta años después en forma de decepción, completo afecto o desbordado orgullo. La maraña mediática tras la declaración de Anna Gabriel es solo un síntoma público de que la tribu se ha reunido y está repensando.