La foto de Feijóo
Comienza este viernes en Sevilla el congreso extraordinario del PP que consagrará a Alberto Núñez Feijóo como presidente del partido y previsible candidato a la Moncloa, tras el errático mandato de Pablo Casado y su feroz enfrentamiento con Isabel Díaz Ayuso que a punto estuvo de hacer saltar la organización por los aires. El presidente gallego llega precedido de una fama de buen gestor, de portento electoral –suma cuatro mayorías absolutas en su comunidad- y de persona moderada, cualidad que siempre es de agradecer en estos tiempos de encarnizada polarización.
Pero también llega precedido por un acuerdo en Castilla y León que permitirá a Vox entrar por primera vez en un gobierno autonómico, lo que siembra dudas sobre los valores democráticos del ‘nuevo’ PP. Y por una foto poco edificante, sobre la que ha dado numerosas explicaciones, ni una convincente, y que seguramente le sacarán sus rivales cada vez que encuentren la ocasión de hacerlo… o sus propios compañeros si lo considerasen necesario. Presumo que Casado ya le habrá contado a Feijóo lo despiadada que es la política en Madrid. La foto en cuestión, tomada a mediados de los años 90 y publicada por El País en 2013, lo muestra sin camisa, bronceado y con gafas de sol, timoneando el yate de Marcial Dorado, capo gallego que cumple en la actualidad una condena de 14 años por narcotráfico, quien aparece junto a él en la imagen.
En un comienzo, Feijóo explicó a la prensa que se había tratado de un hecho fortuito y que no tenía conocimiento de que su compañero de paseo anduviera mal encaminado. Sin embargo, con el paso del tiempo se ha sabido que mantuvo con Dorado una estrecha amistad –hasta el punto de pasar noches con su familia y programar viajes juntos- y que este era ya conocido en Galicia como un importante contrabandista de tabaco y blanqueador de dinero. Aun si asumimos con benevolencia aquella relación –Feijóo era joven, han pasado muchos años de aquello, no se dedicaba aún a la política, dejó de verse con Dorado, etc.-, lo preocupante son las explicaciones que el próximo presidente del PP sigue dando en la actualidad sobre el episodio. Esto dijo en 2018 a Jordi Évole, cuando este le preguntó si de verdad desconocía las actividades de Dorado en aquellos tiempos del paseo en yate: “Es evidente que en Galicia sí se sabía. Había personas que se habían dedicado al contrabando de tabaco. Eso sí lo sabía, no se lo voy a ocultar. Pero desde luego alguna relación, algún asunto pendiente con la justicia, jamás tuve conocimiento que lo tuviere”.
No. No es que ciertas personas se “habían dedicado” al contrabando de tabaco: es que se dedicaban activamente a él y, muy probablemente, ya andaban metidos de cabeza en el narcotráfico. Todo eso era vox pópuli en Galicia. Y pese a haber sabido en su momento que en la biografía de Dorado había ‘algo’ relativo a una actividad ilegal como lo era el contrabando de tabaco, Feijóo, en vez de hacer hoy alguna reflexión autocrítica sobre aquella relación, intenta quitarle hierro argumentando que no le constaba que su amigo tuviese cuentas pendientes con la justicia. Esto es, justamente, lo que preocupa en una persona que se apresta a liderar uno de los dos grandes partidos del país y que podría llegar a la presidencia del Gobierno: que se escude en el terreno judicial para eludir el cuestionamiento político o ético.
No ha sido convincente Feijóo al explicar la famosa foto, que vuelve una y otra vez a su vida con la obstinación de las olas del mar. Como tampoco lo ha sido ante uno de los casos de presunta corrupción más espinosos que afronta en este momento su partido y que, precisamente, precipitó el congreso extraordinario que lo elegirá presidente: el jugoso negocio que, en lo peor de la pandemia, hizo el hermano de Ayuso en un contrato con el Gobierno de Madrid para la adquisición de mascarillas y que las fiscalías europea y española han comenzado a investigar. De momento, el presidente gallego se ha puesto discretamente de perfil, quizá porque la experiencia de Casado le ha demostrado con creces los riesgos que supone un enfrentamiento con la baronesa madrileña. Sin embargo, si lo que pretende es construir un discurso ético creíble en un partido que no ha parado últimamente de peregrinar por los juzgados, Feijóo debería aprovechar su discurso en el congreso del PP para pronunciarse con nitidez contra la corrupción, con una sonoridad que se escuche en la Puerta del Sol. El presidente gallego sabe muy bien lo que ha sucedido la Comunidad de Madrid. No puede cerrar los ojos con el argumento de que el Gobierno de Ayuso no tiene cuentas pendientes con la justicia. Y también deberá justificar lo que para muchos españoles, y para la Comisión europea, resulta injustificable: su bendición para el acuerdo de gobierno con Vox, a contravía de los grandes partidos conservadores europeos, que mantienen un cordón sanitario contra las formaciones de extrema derecha. ¿Alegará que Vox es un partido como cualquier otro y que no tiene asuntos pendientes con la justicia?
Quizá Feijóo termine añorando sus apacibles días como mandatario en Galicia, cuando solo tenía que dar explicaciones sobre su paseo en yate con Marcial Dorado.
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