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El futuro ya está aquí

Tecnología digital
6 de enero de 2023 22:16 h

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 El futuro ya está aquí y ha venido a grandes zancadas con una variedad y contenidos que desconcierta un tanto. Es curioso que, en un tiempo de innumerables hallazgos de todo tipo, haya tanta gente en busca del pasado y aferrada a él. España es un país paradigmático de elevado número de personas que viven casi un siglo atrás y cinco y diez. Los más peligrosos, para tratar de involucionar; otros muchos, para quejarse. Nos encontramos en la época del “antes había”. Y aunque no se llegue al extremo del “cualquier tiempo pasado fue mejor”, sí se reconoce que hubo momentos mucho más satisfactorios que el actual. Es la era de la decadencia social. En la que sin embargo no dejan de verse aportaciones para hacer la vida algo más fácil. A algunos más que a otros, como siempre.

Es innegable que los abusos neoliberales, guerras o enfermedades que se expanden en pandemias han deteriorado drásticamente la existencia de muchos que no habían caído en ese pozo. Y que, en paralelo, ese aluvión impacta en una sociedad infantilizada y acrítica que contribuye a empeorar los pronósticos. Esa batalla está prácticamente perdida. Las obscenas manipulaciones mediáticas y la trivialización de algo tan vital como la información abocan a una ciudadanía que no va a saber –que ya no sabe- ni los peligros que arrostra ni las vías para enfrentarlos. En la era de la decadencia, la desinformación es la verdadera bomba de racimo que arrasa con todo y lo desintegra. Pobres de nosotros con tantos ciudadanos perdidos.

Por cierto, andaba pensando en si denominarlas así a las bombas, le he preguntado a la nueva herramienta de ChatGPT y creo que en este caso amplía la comprensión de los efectos.

Así es: vivir desinformado equivale a una destrucción similar a la nuclear. Ese futuro de consulta ya está aquí, implantándose a velocidad de vértigo. Indaga, averigua, responde, dialoga, discute y resuelve, con mayor efectividad que los buscadores al uso. No intuitivamente, sino en su capacidad de procesar los datos que acumula como la máquina que es. Adéntrense, si pueden, en conocer ese futuro arrasador, este presente, de la inteligencia artificial, el metaverso, los campos de posibilidades infinitas que se están implantando.

Del otro lado, la banalización de los contenidos informativos alcanza límites escandalosos. Vídeos de un minuto para resumir noticias “con palabras super coloquiales” y memes. Remedo de información servida en píldoras digestibles. Es tendencia que se agrava. Para los que no quieren saber, sino distraerse un rato. Los distraídos son mucho más manejables.

Bien es verdad que el apabullante universo de mentiras interesadas disuade a cualquiera. Hasta al más entusiasta. Y tantas trampas y coacciones. La supervivencia del periodismo se aloja en islas… imprescindibles. No en todas partes, conforme se cuenta con una ciudadanía, en el justo sentido de la palabra, más responsable, se exige mejor periodismo. Leo que en el Reino Unido la página más visitada es la de BBC, aún, a pesar de los destrozos: la prestigiosa televisión pública. En España, el diario deportivo Marca.

La inteligencia artificial aplicada al lenguaje y a la imagen está dando saltos gigantescos en la forma de hacer. Obligando a adaptarse a varias profesiones y poner en cuestión la propiedad intelectual. Avances con el riesgo de colocar gestos y palabras a quienes no han hecho ni dicho nada y que haya quien los crea reales. Avances, sin embargo, su buen uso representa un salto cualitativo.

Entre los adelantos que vienen: de todo. La batería de móvil que se carga en minutos. Un retrete con brazos incorporados para ayudar a levantarse a personas con poca fuerza o movilidad. Múltiples dispositivos para perfeccionar el diagnóstico y tratamiento de enfermedades, como un sensor que detecta sonidos pulmonares anormales o una especie de tarjeta que realiza electrocardiogramas. Zapatos guía para ciegos. Varios de estos aparatos han sido premiados en la feria CES (Consumer Electronic Show), la mayor de electrónica de consumo del mundo, que se está celebrando en Las Vegas, como informaba en detalle El País. Entre las más llamativas, las que favorecen el modo en que las personas trabajan y viven, independientemente de las limitaciones, y es solo una de las 18 áreas temáticas que aborda.

Mejoras, sin duda, pero temor también a un desplazamiento de los profesionales. De la salud, por ejemplo, si persiste la codicia neoliberal del ahorro en servicios vitales. En la era de la decadencia, con las bombas nucleares de la desinformación, la vida humana en manos políticas depredadoras –y tenemos en España ejemplos de manual- pierde todo valor. 

 Y son aportaciones muy positivas, como la que pone voz a personas que han perdido el habla, o movimiento a piernas y brazos paralizados. Hay un halo de progreso en los hallazgos tecnológicos y una sombra que refleja carencias profundas. Un artilugio que se ofrece para hablar con personas fallecidas, a modo de ouija de bolsillo, con la misma falacia por definición de la esotérica. O chalecos para experimentar sensaciones como ramas rozándote en el pecho en un paseo por la jungla. Nada sustituye a la realidad. O no lo hacía: los sucedáneos nunca son lo mismo.

Vienen huracanes de cambio sobre los que subirse hacia una vida mejor o agazaparse para que pasen de largo sin olerlos. Va por barrios y edades, recursos económicos o  gestiones públicas que los impulsen, si es el caso.  

“Antes había” tomates que sabían a tomates pero eso no importa nada cuando sabes que “antes había” jóvenes con ilusiones de futuro perdidas, o aminoradas ahora, porque saben que a poco que las tendencias se incrementen no tendrán ni planeta. Ni, a corto plazo, estado del bienestar, trabajo estable o jubilación. Ese desánimo del que apenas se habla y que acaba hasta en cifras escalofriantes de suicidio. Los más mayores tenemos mucho más cuidado con tentar a la suerte. Y, cuando el futuro se acorta, mucho más amor a la vida por dura que sea porque en el fondo sabemos que vale la pena.  Salvo duras excepciones, preferimos quedarnos hasta que el cuerpo aguante.

Sabemos, además, que bastaría extirpar, erradicar, conductas antisociales como se dan hoy en política, economía, justicia, la  información o la inmadurez colectiva, para que los avances lo fueran para la mayoría. Romper el círculo que deteriora, desinforma, roba el bienestar que encima pagamos con nuestros impuestos. Un profesional de la salud para utilizar mejores medios que además mire a los ojos, hable y toque al enfermo. La selva o un bosque en otoño para sentir el roce real de las ramas y el olor a vegetación, a salitre y agua en la piel si es el caso en el mar.

Le he pedido a la herramienta ChatGPT un poema de amor, dado que ayuda hasta en guiones de novelas si se sabe preguntar con acierto. Me había respondido hasta sobre las causas de que en España tantas personas voten a corruptos con interesantes aportaciones. Pero en el poema no me ha resultado. Tras echarle abajo varios intentos, por cursis, no hemos avanzado más que hasta un “Eres la luz de mis días, el aire que respiro, el motivo por el cual me despierto cada mañana. Eres el sol que calienta mi corazón, la estrella que guía mis sueños más profundos”. Un horror.

Me quedo con un descubrimiento reciente y eterno: unas frases de la actriz María Casares a su amor Albert Camus hace muchos años. El escritor era él y ella le escribió:

“Te me apareciste como un último salvavidas lanzado en medio de una vida que a partir de entonces estaba vacía. Me agarré a él con todas mis fuerzas y voluntariamente cerré los ojos a todo lo que podía poner en peligro esta última esperanza”.

“Una vida que a partir de entonces estaba vacía”. El futuro ya está aquí, viene fuerte en todas las direcciones, conviene llenarlo. De lo mejor, para vivir. 

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