Del otro lado del telón de acero
No es fácil, no, cruzar fronteras en esta triste y vieja Europa, como la lloraba el insigne poeta valenciano y universal Vicent Andrés Estellés. También se lamentaba Mario Draghi, ex presidente del Banco Central Europeo, durante la exposición de su informe sobre la nueva economía europea. Y se preguntaba: ¿por qué el gas es tan caro? Bueno, yo se lo digo: porque nos hemos prohibido en la Unión Europea comprar gas-barato-ruso. Creo que debería ser bautizada esta como una palabra compuesta.
Y, de la misma forma en que nos cerramos las puertas a la energía barata del otro lado del telón de acero, también nos las cerramos al progreso, al bienestar y a los ciudadanos del mundo. Esperábamos que la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, accediera a responder a los periodistas, pero sólo se ha limitado a hacer una escueta introducción de Draghi, impidiendo la pregunta pertinente. ¿Vamos a endurecer las condiciones para el visado a los ciudadanos rusos, en vigor desde 2022?
La presión en Bruselas de algunos Estados fronterizos con Rusia se ha topado esta vez con la oposición de Hungría, Francia, España e Italia. El turismo, en el epicentro de los intereses nacionales, frente a la inseguridad de los Bálticos, Finlandia y Polonia, que pugnan por cerrar fronteras. No es fácil cometido, cuando la economía europea sigue dependiendo en cierta medida de nuestro gigante vecino.
Ya lo deberíamos saber con las recientes políticas migratorias. El nuevo Pacto de Migración y Asilo no se dirige hacia el norte, sino hacia el sur. En un inicio, se pretendía convertir a los países ribereños en hot-spots de acogida de los inmigrantes que entraban de forma irregular en los Estados Miembros. Pero este acuerdo -que entra en vigor en unos meses- intentará un reparto equitativo de la carga económica y social que implica reubicar a las miles de personas desesperadas, que cruzan el océano en condiciones infrahumanas, en un trocito de cielo.
Sí, el paraíso en la tierra, El Dorado, así es como aún se vende a esta triste y vieja Europa, de camino al precipicio por sus últimas políticas suicidas -recordemos el episodio austericida de los rescates durante la crisis financiera-. El canciller alemán Friedrich Merz lo acaba de anunciar tras las vacaciones veraniegas. Como los alemanes ya han votado para los próximos cuatro años, les recibe con el anuncio del fin del Estado del Bienestar. ¿Y qué significa eso? Recortes en sanidad, educación, beneficios sociales, pensiones… Sí, se acabó la “European Way of Life”.
Pero sigamos con los caminos de ida y vuelta. Porque Bruselas ya está preparando el retorno de los refugiados ucranianos a su país. ¿Significa que ya se está preparando la paz? No será pronto ni inminente. Tampoco se habla aquí de expulsión ni de devoluciones en caliente, sino de retorno. En principio, la UE ha prorrogado hasta la primavera de 2027 la Directiva 2001/55/CE, aprobada para la “concesión de protección temporal en caso de afluencia masiva de personas desplazadas” tras la guerra de los Balcanes y que se activó de forma temporal en 2022 para los refugiados ucranianos tras la invasión rusa.
Contrariamente a los inmigrantes africanos, por ejemplo, los de las pateras, aquí se habla de “apoyo a la reintegración y retornos voluntarios”. Es decir, ya estamos preparando su vuelta a casa. Se les dice de forma sutil que deben volver para “reintegrarse en la sociedad ucraniana”, es decir, para levantar las ruinas de un pueblo que hemos ayudado a destruir.
“Queremos asegurarnos de que el regreso a Ucrania se lleve a cabo de forma gradual y con un enfoque en la reintegración sostenible en las comunidades”, explicaba el ministro danés de Inmigración e Integración Kaare Dybvad Bek, durante el Consejo de la UE que ha adoptado esta recomendación. Cuatro millones -4- de desplazados ucranianos registrados por toda la Unión Europea, que volverán a la incertidumbre de un país destrozado literal y espiritualmente.
Porque, esta devolución ¿será obligatoria?, ¿será en tiempos de paz?, ¿será tras la victoria? ¿O a los ciudadanos ucranianos les espera la desesperanza de un país tras la derrota? Entiendo que el Consejo de la UE no ha previsto todas estas variables cuando ha decidido establecer una serie de recomendaciones para que los Estados miembros vayan preparando burocráticamente el retorno de los refugiados ucranianos, de los cuatro millones más los hijos nacidos aquí desde 2022.
Se les va a decir de forma amable y sutil, no se les va a abandonar en medio del Sahara ni se les llevará en un avión a Ruanda. Tampoco vamos a levantar un muro, como ha hecho Egipto con los palestinos de Gaza. ¿Pero estamos seguros de que la vuelta va a ser feliz? De nuevo, ¿vamos a cerrarle la frontera a un pueblo sin alma?
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