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La mentira os hará libres

La presidenta de la Comunidad de Madrid y candidata del PP a la reelección, Isabel Díaz Ayuso, durante un acto electoral este domingo en Las Rozas (Madrid). EFE/Javier López

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La mentira campa a sus anchas por la vida pública. No es nuevo. Lleva instalada en ella hace tiempo. Las armas de destrucción masiva para justificar la guerra de Irak; los hilillos del Prestige; la banda terrorista ETA como autora de los atentados del 11M para intentar ganar unas elecciones; Madrid es el rompeolas de todas las españas más allá de la poesía; no hay evidencia científica de que la COVID-19 se propague más en los espacios cerrados que al aire libre; los franceses vienen a la capital para visitar museos; Barajas ha sido el coladero del virus; el Zendal es el mejor hospital del mundo; Pedro Sánchez quiere arruinar Madrid; el Gobierno de España retiene las vacunas…

Busquen. Se encuentran por docenas y, ahora, ya en campaña electoral, las escucharán mañana, tarde y noche. El engaño, la patraña y el bulo cotizan al alza como hechos alternativos en medio de una pandemia y una brutal crisis económica, y se propagan a la velocidad del rayo por las redes sociales con la inestimable colaboración de algunos medios tradicionales. 

Isabel Díaz Ayuso ha dado un salto cualitativo en la lógica de la desinformación porque MAR sabe bien lo que el electorado desea escuchar en tiempos de incertidumbre y desesperación y, sobre todo, está seguro de que las mentiras a veces son más verosímiles y mucho más atractivas que la realidad misma.

Se ve en las encuestas. La presidenta de la Comunidad de Madrid va en cabeza, a mucha distancia de su principal competidor, el socialista Ángel Gabilondo, porque ella ha impuesto el marco, los mensajes y hasta la eliminación de todos los matices. No hay rigor en sus afirmaciones, sólo eslóganes y exabruptos. Pero eso hoy no importa. 

La gente no quiere evidencias científicas, ni datos inapelables, ni verdades absolutas, sino encontrar un culpable de todo lo vivido en el último año y que alguien le diga a la cara lo que ellos no podrán decirle nunca. Sánchez es el anticristo y el causante de todas las desgracias patrias, y en Madrid hay una mezcla de fanatismo y admiración hacia Ayuso, gracias al eco de sus exóticos mensajes, que la han catapultado al estrellato de la derecha y la ultraderecha españolas en detrimento de Pablo Casado e incluso de Santiago Abascal. 

La “factoría Redondo”, que es la que dirige la campaña de Ángel Gabilondo, no se ha debido enterar aún de que en la céntrica plaza de Cascorro se han inventado el plato Papas a lo Ayuso como agradecimiento, no a su gestión de la crisis sanitaria, sino a su desparpajo y a un discurso sin filtros y sin rigor con el que lo mismo acusa al Gobierno de España de tener secuestrados a los madrileños que advierte del peligro de una izquierda que fomenta las okupaciones ilegales y las expropiaciones, intervendrá las empresas y quemará las iglesias y las calles. Y contra eso, no hay lluvia de millones o de vacunas que se imponga por más que Sánchez aparezca media docena de veces para presentar el mismo plan de Transformación y Resiliencia. 

La gente está hasta las narices de la pandemia y, sí, Madrid ha estado a la cabeza en número de contagios, de fallecimientos y de ocupaciones UCI, pero los muertos parece que son más llevaderos con el liberalismo de las cañas y los pinchos. Es la tesis con la que la máxima exponente del trumpismo patrio pretende librar a los madrileños del asfixiante totalitarismo “sanchista”, después de acabar en dos tardes, según explican los sociólogos, con el “fenómeno Iglesias”, un líder que se ha echado sobre su espalda la supervivencia del partido al que representa.

Así que no, Madrid no es Madrid. Es mucho más. Es una España dentro de otra España. El 4M no hay unas elecciones regionales sino nacionales. Ayuso no compite contra Gabilondo, Iglesias, García o Monasterio, sino sólo contra Sánchez. En las residencias de mayores durante la primera ola de COVID-19 no se negó la asistencia hospitalaria a los ancianos ni se acumularon los cadáveres por docenas hasta que llegó la UME. Los centros de atención primaria nunca fueron cerrados ni necesitaban de más personal. El porcentaje de fallecidos en Madrid desde que empezó la pandemia no es un 54% más alto que la media nacional. Nunca dimitió la directora general de Salud Pública. Las UCI no han estado saturadas. En la Comunidad de Madrid se vacuna de lunes a domingo por la mañana, por la tarde y por la noche. Y las decisiones se toman siempre por criterios médico-científicos y no políticos.

Todo depende de si el relato lo construye Ayuso y de si aceptamos sin escrúpulos que la mentira nos hará libres. En eso estamos. En que el valor de la verdad no cotiza en el parqué de la política y en que lo que se estila es el auge del populismo y el nihilismo moral.

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