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El oficio de matar

Suso de Toro

La Sexta, y Jordi Évole en particular, ya nos han dado algunas cosas que todos necesitábamos. En particular la entrevista a un militante o soldado de ETA, Iñaki Rekarte, es una de las más valiosas.

Nunca habíamos podido ver y oír una entrevista así y nos impresiona. Hay muchas cosas en esa entrevista, merecería escribirse un verdadero ensayo sobre ella. En primer plano aparece la miseria de la militancia en una secta organizada para amedrentar y asesinar en nombre de una idea, miseria a medio camino entre el absurdo, la estupidez y la abyección. Todos asistimos a ese desnudamiento y decimos, “menudo criminal, menudo idiota”.

Y tenemos razón, el juicio moral sobre ETA solo debe ser la condena absoluta. El juicio político también merece una condena absoluta, se trata del asesinato como camino para un proyecto social totalitario. Sin embargo, habría que extenderse y situarlo en la historia del siglo XX español: ¿alguien recuerda lo que dijo Rekarte que le hicieron a su padre en el cuartel de Intxaurrondo? ¿Qué fue antes, ETA o el inspector Melitón Manzanas? Muchas preguntas incómodas que nos obligan a pensar que tanto crimen nació de un caldo de odio y violencia, en el que el Régimen y luego el Estado actual tuvo mucho que ver.

El encuentro de Rekarte con Évole tiene un valor singular, pero no por su valor político sino porque asistimos al espectáculo de una confesión de actos terribles en público. No es un auto de fe, es una maniobra sicológica brutal. Un sicodrama ante millones de espectadores, que participamos del acto tras la pantalla.

Quien se confesaba a todos nosotros, a través de su entrevistador, era alguien que había asesinado y lo confesaba con aparente sinceridad y tranquilidad. Con la tranquilidad de quien está de vuelta de la vida, conoce la muerte y convive con ella. Lo confesó, pero con tal desnudez que parecía despojado de emociones, no nos dio el gusto de verlo ni orgulloso ni pesaroso. Solo nos dejó desconcertados.

Dijo ser, y lo aparentaba, alguien a quien parecía pesarle la culpa. Y debe cargar esa culpa, porque las absoluciones solo están en la mano de los muertos y esas manos quedaron muertas para siempre. Iñaki Rekarte tendrá que vivir cargando esos muertos, hablándoles aunque no quiera y aunque no recuerde sus nombres.

Del mismo modo que aceptaba la culpa también parecía aceptar el castigo, la cárcel y la tortura eran una consecuencia natural de oficio. Las personas que mataban no eran personas, eran “objetivos”, y que te torturasen y luego ir preso era lo que ocurría si te detenían. Las cosas eran así en todas partes en ese tipo de enfrentamientos. Quien hablaba así no era un civil, hablaba alguien que había sido un guerrero de profesión, un asesino si lo prefieren. Y las palabras de un asesino son, necesariamente, brutales si dicen su verdad.

Pero, como televidentes partícipes del sicodrama, la violencia confesional de Rekarte también nos interroga a todos. Entre nosotros, además de los terroristas, hubo quien apoyó el terrorismo en un momento u otro antes o después de Franco, quien apoyó la tortura y el terrorismo de estado, quien hizo política partidista con esas muertes, quien pasó de ser terrorista o apoyarlo a ser acusador de los “tibios”...De algún modo, al aceptar él en público sus culpas, también nos obliga a aceptar las responsabilidades de cada uno. Aunque no haremos esa revisión personal del pasado, el espectáculo de psicoterapia de Rekarte solo servirá para reafirmar las posturas previas, mayormente sectarias.

La entrevista retrata bien el sectarismo en ETA y su entorno social, algo tan vasco como español (será que es cierto que los vascos tienen los rasgos de los españoles, pero más acentuados), sectarismo de un lado y del otro. Incapacidad para pararse a verse en el espejo, a someterse a crítica uno mismo. Incapacidad para tener memoria.

Pero de la entrevista lo que más nos afecta en realidad y nos provoca un cierto escándalo es la impudicia de una confesión tan descarnada. Nos desazona ver y oír hablar de matar y de como se mata. “¡En nuestras vidas no existe la presencia de tal cosa!” Me alegra enormemente que este periódico aloje una web dedicada a los otros animales, porque nos recuerda la evidencia de que para comer un bistec hay que matar a un animal y alguien se encargará de ello. Necesitamos apartar la vista de la sangre derramada, solo la soportamos empaquetada en los noticiarios, y realmente no queremos saber lo que les hacen y lo que hacen los soldados que enviamos a zonas en guerra. Por ejemplo. O de que modo concreto se tortura o se maltrata.

El oficio de matar es el más grave y debe estar en un lugar apartado, donde habiten los verdugos. Lo terrible es una presencia incómoda y extraña en la sala de estar.

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