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Opinión - El presidente Sánchez no puede ceder

Primer asalto

Pedro Sánchez y António Costa se abrazan tras el Consejo Europeo.

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Cuando más arrinconado parecía entre las cuerdas y mientras algunos ya salivaban anunciando su KO inminente, Pedro Sánchez lo ha vuelto a hacer. Ni siquiera las pataletas y los pucheros de quienes, con ese resquemor que supura el cazador al ver escapar a una presa segura, pretenden minimizar el logro de la “Isla Ibérica” pueden enturbiar lo obvio: asegurar la cobertura europea para tratar de contener el precio de la energía era el primer asalto de un combate contra la crisis y la incertidumbre que se prevé largo y el Ejecutivo lo ha ganado a los puntos.

Tan estúpido como negar ese éxito sería convertirlo en el hechizo secreto que curará todos los males. Ahora podemos intervenir sin que la UE nos riña, pero no sabemos realmente si la intervención va a causar los efectos deseados; muchos incluso lo dudan, Alemania y Holanda entre ellos y con argumentos que no son ni mucho menos desdeñables. Que podamos hacerlo no implica que sepamos hacerlo. Ese será el segundo asalto.

Si algo ha quedado bastante claro durante este mes de marzo es que el reparto de costes de esta crisis se empieza a parecer demasiado al injusto y brutal reparto de sacrificios y penurias durante la Gran Recesión. La especulación ha vaciado y disparado los precios en los supermercados más incluso que los paros de los transportistas sin que nadie hiciera gran cosa por evitarlo, gobiernos autonómicos incluidos, demasiado ocupados opinando sobre el ejecutivo central como para atender al correcto funcionamiento de sus mercados propios. 

Que en la ayuda al gasóleo nuestros impuestos aporten 15 céntimos y las petroleras solo 5 céntimos en un año de beneficios extraordinarios no queda bien y se entiende peor. Que ya hayamos renunciado a eliminar, o al menos racionar, los famosos “beneficios caídos del cielo” parece todo menos una buena señal. Alguien, algún día, en algún momento, debería preguntarse si nuestro problema es que nadie le ha enseñado realmente al lobby energético qué significa enfrentarse al poder del Estado en todo su esplendor.  

El acuerdo del Consejo Europeo del viernes tampoco justifica, o mucho menos explica, la falta de reflejos del Gobierno español para gestionar de manera proactiva el descontento y el malestar de una sociedad que, como su presidente, estaba firmemente convencida de que ya había pasado lo peor y ahora nos tocaban dos años de crecimiento y recuperar el tiempo perdido con la pandemia. Si no ofreces quinientos millones de euros en ayudas en la primera semana, acabas pagando mil millones en la tercera. Es una valiosa lección que conviene aprender. El descontento y sus rentistas pueden esperar porque el tiempo juega a su favor en las crisis; los gobiernos no.

Más les vale a Pedro Sánchez, su gobierno y sus socios, que la mayoría perciba que el reparto de los inevitables y dolorosos costes que se avecinan resulta justo y cada quien asume aquellos sacrificios que pueda y deba soportar. Ese será el asalto decisivo.

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