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Si quieres un acuerdo, hay que echar una mano

Un Gobierno de PSOE y Unidos Podemos es la opción preferida de los vascos.

José Miguel Contreras

El último artículo que escribí antes de la pausa veraniega coincidió con la decisión de Pablo Iglesias de renunciar a su presencia en el Gobierno, con el fin de facilitar la consecución de un acuerdo. En esa columna, planteaba la oportunidad histórica que se abría y defendía que todos aquellos que mantienen ideas progresistas deberían unirse, por una vez, para crear el entorno necesario para un entendimiento. Las posiciones se enconaron y todo acabó en desastre. Pablo Iglesias decidió que no había problema en dejar la negociación para septiembre, si no obtenía en julio lo que exigía. Pedro Sánchez decidió que, si después de haber aceptado un gobierno de coalición ofreciendo una vicepresidencia y tres ministerios UP no apoyaba la investidura, daba por agotada esa vía. Cada uno tenemos una opinión sobre lo ocurrido. Da igual, el resultado es el mismo.

Sorprende en esta situación el permanente interés de los representantes de la derecha política y mediática en opinar sobre la negociación para un gobierno progresista. Tienen todo el derecho del mundo a hacerlo, pero su opinión es irrelevante. Esto no va con ellos. Da la impresión de que, en realidad, lo que buscan no es ejercer el legítimo derecho a opinar de lo que les venga en gana.Cada vez es más notorio que lo que persiguen es condicionar la negociación de sus adversarios ideológicos de la forma más negativa posible.

Casi todas las opiniones provenientes de la derecha parten de una doble intención. Algunos buscan acentuar el conflicto entre PSOE y UP para incentivar el fracaso de la negociación. Otros, curiosamente, se han convertido en defensores a ultranza de Pablo Iglesias, al que habían intentado destruir como fuera en los últimos años. Ahora, su pugna directa con Pedro Sánchez puede favorecer el interés prioritario de estos opinadores, aparentemente bienintencionados, de impedir como sea que los socialistas consigan sacar adelante un gobierno progresista. O que, en caso de conseguirlo, lo hagan en un entorno complejo y embarrado que dificulte su funcionamiento desde el primer momento. Hay conocidas voces de la derecha más recalcitrante que hace unos meses hubieran proclamado el terror que podría suponer que UP tuviera un papel principal en la política española. Sin embargo, ahora podemos escucharlos defender sin rubor alguno el derecho de Pablo Iglesias a no ser apartado de un posible gobierno de coalición en el que, por supuesto, UP debería ocupar responsabilidades de primer nivel. Curiosa situación.

La derecha, desde PP, Cs y Vox, tienen todo el derecho a opinar, pero no conviene olvidar que su opinión sólo busca, legítimamente, perjudicar los intereses de las fuerzas progresistas. Llama la atención la difusión de encuestas en las que se aglutina el juicio de todos los ciudadanos, sin distinguir si la opinión procede de aquellos que defienden un posible acuerdo progresista o de los que desean que todo fracase y vayamos directos a elecciones.

Aquí llega la cuestión principal: ¿Los que desean un gobierno progresista a partir de un acuerdo entre PSOE y UP tienen la posibilidad de hacer algo para contribuir a que sea una realidad? La respuesta, a mi juicio, es sin duda afirmativa. A la vista de las circunstancias, creo que no sólo pueden contribuir, sino que parecen indispensables para que se produzca. Parece clara la dirección en la que debería ir esa aportación. Básicamente en la contraria a la que cada día se difunde públicamente. Es sabido que los medios de comunicación viven de amplificar el conflicto antes que la confraternidad, pero hay que reconocer que no ha hecho falta sobreexponer el espectáculo de desavenencias, enfrentamientos y descalificaciones. Sólo se conseguirá un buen acuerdo, si ninguna de las dos fuerzas gana a la otra. En una disputa tan enconada, sólo puede aparecer un espacio para el entendimiento con un movimiento desde las posiciones actuales. El Partido Socialista no va a conseguir que los votantes de UP apoyen un gobierno de Pedro Sánchez solamente cimentado en un endeble acuerdo programático. Los votantes socialistas no van a aceptar un gobierno de coalición con un partido que se autoproclama como el que encarna, certifica y vigila en exclusiva la pureza progresista. A un acuerdo se llega desde el entendimiento de la otra parte, nunca desde la imposición de tus propias convicciones.

Para conseguir una alianza, es indispensable dar respuesta a las cuestiones que despiertan desconfianza en la contraparte. No se trata de menospreciarlas o devaluarlas. Al contrario, si son sus preocupaciones, no podemos ignorarlas y pretender compartir con ellos un futuro conjunto. Es un error creer que la negociación consiste en buscar en los medios argumentos mejores para defender nuestra posición y devaluar la de los otros. El objetivo no es ganar al otro. El objetivo es ponerse de acuerdo con el otro. No es una campaña electoral.

Estamos en los días decisivos. En las próximas dos semanas se va a resolver la incógnita. Todo lo ocurrido antes ya da igual. Lo único importante es lo que queda por delante. Cabe el acuerdo, pero hay que quererlo de verdad. También es lícito defender la ruptura y dejar que unas nuevas elecciones marquen el destino. Una de las claves de cuál de las dos posturas se defiende está en perseverar en el enfrentamiento o esforzarse en buscar puntos de encuentro. El insulto, la descalificación y el desprecio sólo contribuyen a acrecentar el desacuerdo. El respeto, la comprensión y la apertura de miras son las que abren el espacio para el entendimiento. Cada uno es libre de decidir su papel, pero que quede claro con su actuación a qué está contribuyendo.

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