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Quítate tú para ponerme yo

José Saturnino Martínez García

El PP y Ciudadanos suman 10,5 millones de votos, mientras que PSOE, Podemos (y afines) y Unidad Popular suman 11,6. Parece, por tanto, que hay apoyo ciudadano para un gobierno de izquierdas. La alquimia de las leyes electorales no lo ha puesto fácil para que esta fuerza electoral se transforme en un gobierno estable. Pero las izquierdas deberían llegar con facilidad a un acuerdo de mínimos después de cuatro años de políticas “populares”. Cuestiones como una renta mínima para las familias sin hogar, soluciones habitacionales para las desahuciadas, reformas fiscal, laboral, educativa… apoyo a la I+D, etc. Si no se ponen de acuerdo, el mensaje que están dando a la ciudadanía es que después de todo no ha estado tan mal lo que hemos vivido, así que dure la fiesta otros cuatro años.

Entonces ¿por qué cuesta tanto llegar al acuerdo? Por un lado, podría ser simplemente por el comienzo de los “rituales de apareamiento”. Cuanto más enfado e indignación al principio, mejor resultado al final. Otra posibilidad es que no haya auténtico interés en llegar a un acuerdo. Aquí hay que ser un poco frío, y evaluar las posibilidades.

En términos electorales, el gran enemigo de Podemos no es el PP (ni IU), es el PSOE. El sorpasso se ha mostrado posible, y en la cabeza de Iglesias está que un empujón bien dado será la “pasokización”. Ese empujón podrían ser las elecciones anticipadas. No está tan clara dicha “pasokización”, debido a la fuerte implantación del PSOE, pero es cierto que Podemos todavía puede crecer más a costa de los socialistas.

Obviamente, el argumento es de ida y vuelta. Es decir, al PSOE también le interesa debilitar a Podemos para recuperar “su” espacio. Pero un gobierno central con el apoyo de Podemos sería una demostración de que no hay que tenerles tanto miedo. Es cierto que los gobiernos de coalición suelen ser rentabilizados electoralmente en mayor medida por el partido dominante, pero esas regularidades empíricas no sé si valen para una situación tan peculiar como la que vivimos en estos momentos. Además, el PSOE tiene experiencias pasadas muy desagradables con los aliados a su izquierda y menos creyentes en la idea de “España”, como en Cataluña o en Galicia.

Tras esta experiencia de gobierno en coalición, podría ser que el electorado moderado se pasase a las otras opciones de centro y derecha, y el resto a Podemos, con lo que sería la tumba del PSOE. La campaña de la prensa de la caverna contra este gobierno así como las presiones externas de la Troika serían brutales, por lo que el margen para cometer errores sería mínimo.

Pero también podría suceder que la experiencia institucional del PSOE fuese complementada con el impulso de la calle que trae Podemos al Parlamento, con lo que ambos partidos se reforzasen. Pasamos así de un escenario de suma nula a otro de suma positiva en el recuento de votos, que dirían los expertos en Teoría de Juegos.

Izquierda Unida con sus dos diputados sería el pariente pobre en esta mesa. Pero mucho podemos aprender de su historia. Durante décadas hemos oído que el gran problema de IU era el sistema electoral y que había una conspiración contra las opciones transformadoras. Bueno, el experimento está hecho: con el mismo sistema electoral y con la misma oposición a las fuerzas transformadoras, Podemos ha obtenido unos resultados que dejan en ridículo a los mejores obtenidos por IU y antes el PCE.

Es una prueba de que, aunque el diagnóstico de la situación política y las propuestas de soluciones no sean muy distintas a las de Podemos, la estrategia ha sido totalmente errada. Tan errada, que si le hubiesen hecho caso a su militante Pablo Iglesias en su día y le hubiesen dejado ir de cabeza de lista al Parlamento Europeo, ahora no estaríamos hablando de Podemos (quizá sí de otro partido). Pero eran más importantes los equilibrios entre familias internas y la reivindicación de un pasado heroico que conectar con las nuevas generaciones. Un tándem Pablo Iglesias–Garzón liderando la coalición a partir de 2011 les podría haber dado buenos resultados. No tan buenos como Podemos, porque además habría que desprenderse de la etiqueta “izquierda”, que a la gente joven le suena a “vieja” política.

En resumen, a Podemos le puede venir más a cuenta unas elecciones anticipadas, con el riesgo de que el PP se refuerce, pero con la esperanza del que el PSOE se debilite (cosa que ya están haciendo ellos solitos). Por eso se explica que Podemos haya puesto condiciones para negociar manifiestamente absurdas, como reformar la Constitución. El PP tiene mayoría en el Senado, por lo que si quieren cambiar la Constitución deben sentarse a negociar con el PP, no con el PSOE. O condiciones que los socialistas no pueden aceptar, como el referéndum.

En este punto, el dilema de Podemos puede resumirse en “Rajoy o referéndum”, que traducido quiere decir: prefiero que gobierne Rajoy, pero quítate tú, PSOE, para ponerme yo como fuerza más votada de la oposición. Sin embargo, para el PSOE, todas las opciones son malas, pero por lo menos hay algo de premio, con mucho riesgo, en la opción de gobernar (si todavía no se han terminado de matar entre ellos para entonces).

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