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Robin Sánchez

Pedro Sánchez en Dos Hermanas (Foto: PSOE).

Antón Losada

Los autos locos del PSOE ya tienen a su segundo participante. Al lado del corazón de la Andalucía susanista, Pedro Sánchez se ha tirado a la piscina de la militancia esperando encontrar la abundante agua que mana del cabreo general entre las bases por la abstención que dejó a Mariano Rajoy en La Moncloa.

Si la intención de Patxi López y sus estrategas era cerrar el paso a Sánchez postulándose primero, el fracaso no podría haber resultado más total. Lejos de desanimarle, parecen haber suministrado al anterior secretario general la dosis de rabia y decisión que parecía faltarle para dar el paso definitivo.

Pedro Sánchez entra fresco en una carrera donde Patxi López lleva ya unas semanas peleándose contra la vacuidad de presentarse como la tercera vía cuando aún no había ni primera ni segunda, desgastándose bajo la sospecha de comparecer con la intención de dividir el voto de la militancia y exponiéndose a fotografías y abrazos con sanchistas irreductibles, reconvertidos ahora en patxistas convencidos. Imágenes de imprevisible efecto en una militancia ya muy irritada por tantos meses de traición y doble juego.

El mensaje del aspirante Sánchez no puede sonar más claro y directo. Él es el Robin Hood de los socialistas, el candidato que roba poder a la casta socialista para devolvérselo a los sufridos militantes.

El hombre que firmó el acuerdo con Ciudadanos y nos avisó durante meses de los peligros de Podemos y la megalomanía de Pablo Iglesias se presenta ahora como un candidato antisistema, un maldito que vuelve para plantar cara a los poderosos. Busca convertirse en el aspirante a quien deberían votar todos aquellos militantes socialistas indignados por la apostasía del 'No es no' y movidos por un argumento único y primario: votar a quien moleste más a la gestora, a los barones, a Susana Díaz y a todo cuanto representan dentro del partido.

No parece probable que ni las prisas de López ni la audacia de Sánchez vayan a variar la estrategia de Susana Díaz. No le conviene acelerar la entrada en una carrera larga que prolongaría su exposición a una campaña interminable, donde ella sería la cara exculpatoria de la abstención frente a Rajoy y Pedro Sánchez la cara animosa del 'No es no'.

La primarias socialistas han entrado en la misma dinámica que acabó decidiendo el Brexit, el referéndum italiano o las elecciones norteamericanas. No se vota a favor de algo o alguien. Se vota contra alguien y todas las papeletas para ser ese alguien las tiene Susana Díaz. Por eso espera, porque no está segura de poder controlar la campaña. Si las primarias socialistas se convierten definitivamente en un ejercicio de castigo a quienes han mandado y mandan en el PSOE, el apoyo de aparatos, barones e históricos no sólo no supondrá una ventaja sino que se convertirá en el problema.

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