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Y la senyera, en la puerta de Ferraz

El expresidente de la Generalitat y eurodiputado de Junts Carles Puigdemont

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Cuenta la leyenda que en realidad la frase nunca salió por boca de Groucho en la mítica escena del tren de 'Los hermanos Marx en el Oeste', pero está en el imaginario colectivo. La expresión “más madera” se emplea para añadir dificultades a una situación ya de por sí compleja. O cuando se acumulan los despropósitos. Vale en todo caso para explicar el estado de la cuestión, que en estos días no es otra más que la negociación entre socialistas e independentistas para la investidura de Pedro Sánchez. 

Resulta que ahora a los hombres de Puigdemont no les gusta que Pedro Sánchez se reúna con Salvador Illa en Madrid. No por la cita en sí, sino porque entienden que el líder de los socialistas catalanes no ayuda a generar confianza en la negociación entre el independentismo y el PSOE y que tampoco sirve  de interlocutor del Gobierno central sobre los asuntos de Catalunya. 

“No podrá ser nunca un interlocutor válido”, ha dicho el ex molt honorable. Es “una manera muy extraña de demostrarnos que son de fiar”, ha escrito también en sus redes sociales el secretario general de Junts, Jordi Turull, tras reprobar que Sánchez opte por “dar protagonismo a quien engañó a Junts el día antes del pacto de la vergüenza en Barcelona”, en alusión al día que Xavier Trias se quedó sin la Alcaldía.

Illa no forma parte de la comisión negociadora designada por Sánchez para hablar con el resto de partidos, que ciertamente no es más que un paripé con el que en Ferraz reconocen que buscan ganar tiempo y entretener al respetable, a la espera de que se puedan dar a conocer los detalles del pacto con los independentistas, si es que se alcanza en algún momento. Salvo los tres nombres –Santos Cerdán, Félix Bolaños y María Jesús Montero– que ya llevaban el peso de las conversaciones desde hace muchas semanas, el resto son poco más que atrezzo.

Tras ganar en las elecciones autonómicas y en las municipales, el PSC desbancó al independentismo en las generales del 23J con 19 diputados y un millón largo de votos. Su resultado dobló al de todo el secesionismo junto (14 escaños y 850.000 votos), pero a Puigdemont le molesta que Illa mantenga “una comunicación permanente” con Sánchez. Y todo porque le considera responsable último de la operación que el pasado junio frustró la elección de Xavier Trias como alcalde de Barcelona, pese a haber ganado las elecciones de mayo. 

Así que a la aprobación del uso de las lenguas oficiales en el Congreso de los Diputados y en la UE, la amnistía, el referéndum y alguna que otra cuestión económica, Junts añade a su extensa lista de condiciones para votar a Sánchez que repudie al líder de los socialistas catalanes.

O Sánchez y el PSOE empiezan a explicar a la ciudadanía cuál es el contenido, los términos y los límites de ese acuerdo aunque no esté cerrado aún con el independentismo o en unos días le pedirán que ice la senyera en la fachada de la sede de Ferraz. El silencio atronador no ayuda a entender y cuando es decidido y severo, a veces, puede ser más dañino incluso que un devastador juicio verbal. Por ejemplo, el que hace desde el anonimato un diputado socialista: “No soportan que alguien les quite el monopolio de Catalunya. En todo caso, no están para jugar con fuego”. O el de un miembro de la dirección federal: “Sánchez necesita sus votos, pero ellos a un gobierno progresista para volver a hacer política y salir de la irrelevancia”.

Una cosa es mantener la necesaria reserva ante una negociación de envergadura y otra muy distinta es permitir que sea el independentismo quien decida con quién sí y con quién no puede coordinar Pedro Sánchez su estrategia política. Pero el PSOE, eso sí, mantiene el mutismo.

¿Hasta cuándo y hasta dónde?, se preguntan muchos socialistas, y no precisamente de los que están en la reserva, sino de los muy partidarios de que se alcance el acuerdo, de que haya una amnistía y de que Pedro Sánchez logre la investidura para seguir transitando por la senda que se comenzó hace cinco años.

Lo dicho: más madera.

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