Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Ultras, pasión y muerte

José María Calleja

El responsable de la muerte de Francisco Javier Romero Taboada es el que le provocó un traumatismo craneoencefálico a orillas del Manzanares el pasado domingo. Esto es así en sentido estricto y deberá ser el juez en su día el que sentencie si fueron uno o varios los que le provocaron las lesiones mortales al hincha de Riazor Blues conocido como Jimmy.

Pero hay otros responsables de que un hecho tan trágico como profundamente absurdo se haya producido. En primer lugar, los ultras del Frente Atlético y de Riazor Blues, dispuestos a madrugar un domingo para zurrarse, para agredirse desde primera hora y hasta las últimas consecuencias, la muerte en este caso. También él o los que hayan estado dispuestos a lanzar al río a una persona a la que previamente le habían partido la cabeza. A tenor de las imágenes que hemos visto, de los testimonios y de la información, parece que las víctimas eran a su vez victimarios, que jugaban papeles intercambiables cada uno de ellos. Metidos desde hace años, como otros ultras, en esa espiral de odios bien regados, era casi un milagro que no hubiera habido muertes hasta hoy.

Los ultras de los equipos de fútbol son tenidos demasiadas veces como los aficionados auténticos, adeptos inquebrantables, que están con el equipo cuando gana y cuando pierde, que lo siguen juegue en Primera o descienda a Segunda. Ellos mismos se sienten defensores de las esencias, dispuestos a llamar traidores a los que no viven con su intensidad, necesitados de enemigos externos como argamasa que refuerce su coherencia interna.

Viven en una algarabía tribal, con fuertes vínculos grupales, sectarios a veces, de camaradería y profunda complicidad, bien regados con alcohol antes, durante y después del partido. Este fanatismo es inseparable del alcohol en la liturgia de cada partido, como se puede ver todos los fines de semana en los alrededores de los estadios españoles.

Son grupos mayoritariamente ultraderechistas, pero también los hay de ultraizquierda. En cualquier caso, coinciden en que son ultras, sienten que son los dueños de los colores, se creen por encima del resto de los aficionados, siempre tienen algún mártir a quien homenajear (Juanito, muerto prematuramente, icono para los Ultra Sur del Madrid). O con algún enemigo al que volver a matar cada fin de semana. Muchos domingos, en el Manzanares, un grupete de energúmenos ha celebrado el asesinato de Aitor Zabaleta, seguidor de la Real Sociedad apuñalado por un ultra del Frente Atlético, sección Bastión, justo hace ahora 16 años.

A los presidentes de los clubes les suelen caer bien los ultras. Les apoyan, les suelen ofrecer infraestructura en los estadios, les venden entradas en bloque y les regalan otras para que las vendan ellos y hagan negocio. Han tenido que pasar muchos años y no pocos destrozos para que el Barça y el Real Madrid hayan dejado de hacerles la ola y se hayan enfrentado a ellos. En ese punto se ha podido ver el ansia de poder de los Boixos Nois, hinchas del Barça, que amenazaron a Laporta y a su familia, que tuvo que llevar protección policial durante un tiempo. A los Ultra Sur les he oído gritar en el Bernabéu gritos como este: “¡Euskal presoak, cámara de gas!”.

Ahora el Atlético de Madrid anuncia que expulsa del club a los ultras implicados en las brutales palizas, pero está extendida entre la mayoría de los presidentes, y de buena parte de los entrenadores, la idea de apoyar a sus ultras. Animan al equipo, van siempre al campo, convierten en fiesta el partido, crean ambiente. Bueno, en el ambiente de todos los fines de semana lo menos grave que se escucha son insultos salvajes a jugadores contrarios, a hinchas de otros equipos, a directivos; a árbitros mentados y embadurnados en todo su árbol genealógico.

En la muerte del hincha del Depor ha sido evidente que la policía no estaba. El SUP de Galicia dice que habían informado del viaje a Madrid de los ultras, pero el ministro del Interior, con esa forma atormentada y confusa que tiene de no hablar, dice que no sabían nada. Algo tendrían que saber, ¿no?

El caso es que hay una persona que ha perdido la vida –algunos hablan de su currículum de delitos y antecedentes, como si le hicieran merecedor de su propia muerte–; está claro que el próximo partido habrá policía incluso donde no sea necesaria y, de seguir los actuales responsables de la cúpula del fútbol español, es probable que vuelvan a ocurrir hechos semejantes o muy graves aunque no haya muertes.

Ese Javier Tebas, presidente de la Liga de Fútbol Profesional, ultraderechista con trienios, personaje turbio, que se ha quedado tan campante al echarle la culpa al muerto. Si hubiera sido “normal”, ha dicho, se hubiera suspendido la jornada.

Guus Hiddink, entrenador holandés del Valencia, ordenó en 1992 quitar del estadio de Mestalla una bandera con un símbolo nazi, prohibió también que en el videomarcador se pusieran escenas de Rambo y guerra. Para algunos, seguro que daban ambiente.

Etiquetas
stats