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El victimismo del Gobierno no es buena estrategia

La portavoz del Gobierno, Isabel Celaá

Rodolfo Irago

El Gobierno ha decidido responder a sus últimas crisis quejándose de que están sufriendo un “acoso brutal” y denunciando una auténtica cacería política contra el presidente y los ministros.

“Nos acosan”, claman en Moncloa y en los Ministerios cada mañana intentando provocar la reacción de los militantes y votantes socialistas y progresistas. Esa estrategia de victimismo puede servir para salvar, mal que bien, un par de ruedas de prensa de los viernes, pero multiplica la sensación de debilidad y está condenada al fracaso por varias razones.

Primero, porque a un gobierno no se le elige para que ande lamentándose por las esquinas. Un ejecutivo tiene una enorme capacidad y margen de maniobra para marcar la agenda y llevar la iniciativa; lo que pasa es que hay que hacerlo y hacerlo bien.

Segundo, porque sería no conocer a la derecha española si alguien esperaba que, tras ser desalojados del poder con una moción de censura, les iba a dar un ataque de responsabilidad. El PP y sus medios afines son siempre así en la oposición; su estrategia es la de tierra quemada y Casado además tiene como mentor a Aznar, así que solo los ingenuos se pueden llamar a engaño.

Tercero, porque en la cacería que denuncia el Gobierno también estarían participando algunos de sus socios. Podemos, Esquerra y el PNV han pedido la dimisión de la ministra de Justicia por sus relaciones con Villarejo y, al menos los de Pablo Iglesias, también la de Pedro Duque por la historia fiscal de su sociedad patrimonial.

La mayoría de las crisis que ha tenido este Gobierno han multiplicado sus efectos por graves errores internos. Goles en propia meta que diría la ministra Magdalena Valerio.

Si el presidente del Gobierno hubiera colgado en la red del Ministerio de Educación su tesis hace 3 años, cuando se empezó a dudar de su autoría y de plagio, se hubiera ahorrado el tanto político que se apuntó Albert Rivera y también en parte el morbo que ha habido en torno a ella y a su libro.

Si Dolores Delgado hubiera reconocido el primer día sus tres reuniones con Villarejo, las grabaciones de ese presunto delincuente chantajista hubieran tenido mucho menos eco, aunque la verdad es que repugna escuchar a una fiscal de la Audiencia Nacional augurar éxito garantizado a una “agencia de modelos” montada por el expolicía para conseguir según sus palabras “información vaginal”. Eso es un delito y debió denunciarlo.

Y si Pedro Duque hubiera preparado bien su primera comparecencia y hubiera dado todos los datos y mostrado todos los papeles, se habría ahorrado la cadena de versiones y contra versiones en la que ha entrado.

El Gobierno debe asumir además el listón moral y ético con el que llegó y que puso el propio presidente. Ese rigor provocó las dimisiones de Màxim Huerta y de Carmen Montón mientras a Pablo Casado en su entorno nadie le pide responsabilidades por el trato de favor que recibió. Ese mismo listón es con el que han tropezado Dolores Delgado y Pedro Duque, pero ahora el Gobierno ha decidido enrocarse y que no haya ni una dimisión más. Como dice Pablo Iglesias, la mayoría de las veces, dimitir te hace más fuerte. En cambio, la decisión en Moncloa es culpar al enemigo exterior, incluidos los medios de comunicación. Otro grave error, apelar ahora a que la libertad de expresión tiene que tener límites. Muy mal síntoma.

El Gobierno debe decidir si tiene capacidad para seguir adelante a pesar de la extrema debilidad parlamentaria que tiene y sabiendo lo que hay enfrente. PP y Ciudadanos no le van a dar ni un respiro mientras que Podemos, PNV y sobre todo los independentistas catalanes van a poner muy caro su apoyo a los presupuestos. Si cree que esta travesía va a ser muy penosa, que convoque a los ciudadanos y que ellos decidan quien gobierna y si piensa que puede continuar, que recomponga la figura y se ponga a gobernar que hay muchas cosas que hacer: pensionistas, jóvenes, trabajadores con empleos precarios, familias que no llegan a fin de mes y mujeres que siguen siendo maltratadas, vejadas y asesinadas por la violencia de género están esperando.

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