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El bufón y la corte de los felones
Es normal e intelectualmente saludable la discrepancia en el seno de una organización, incluso como ejercicio de libertad aporta sensatez y coherencia a cualquier debate y por supuesto enriquece los idearios del colectivo y no hay que ser sabio para discrepar, tan solo basta con ser prudente, elegir el foro y la estrategia para convencer a los indecisos y así consensuar las diferencias. Ahora bien, la discrepancia manifestada con ánimo de perjudicar a la organización es una felonía.
En el caso que nos ocupa, la postura defendida por el PP para deslegitimar la investidura de Pedro Sánchez como presidente, no se discrepa sobre el modelo de sociedad, que sería normal en partidos ideológicamente opuestos, la discrepancia del PP con el PSOE en la cuestión de la investidura, se basa en argumentos cuyo desarrollo es insostenible ya que al defenderlos tergiversan la ley. Partiendo de la cuestión catalana Feijoo pretende incentivar el transfuguismo en las filas de los diputados electos del PSOE con el objetivo de pervertir el resultado electoral del 23JL, eso es corrupción política en grado sumo, solo de esta manera podrían obtener lo que las urnas les han negado, ser investido presidente del gobierno de España.
Esta estrategia viniendo de las filas de un partido que ya obtuvo réditos políticos con este tipo de maniobras, el famoso tamayazo que dio la presidencia de la comunidad de Madrid a Esperanza Aguirre, no puede cogernos de sorpresa, lo que si es preocupante es que esta estrategia del PP haya sido incentivada desde las filas del propio PSOE. Las continuas muestras de discrepancias públicas de destacados lideres regionales socialista han propiciado este intento de Feijoo de hacerlos cómplices de sus intereses partidistas.
Consideración aparte merecen Felipe González y Alfonso Guerra. González encabeza esa corte de felones al servicio de intereses espurios, ya sean personales o de otra índole, que no necesariamente se engloban directamente en la estrategia del PP pero que contribuye a alimentarla, haciéndole un flaco favor a la democracia, al PSOE y a los progresistas. Tiempos aquellos en que desde el PP Aznar le espetaba: “Váyase señor González”
En cuanto a Alfonso Guerra, el sarcasmo personalizado contra cualquier adversario político en su época de vicepresidente con González hoy día es un triste bufón que ha perdido su sitio en la historia de este país.
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