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Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

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Aina Gallego - @ainagallego

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¿Qué ha cambiado en el pulso entre los dos grandes partidos y los emergentes?

Marta Romero

Hace unos días, el CIS dio a conocer los resultados del barómetro de julio que incluye, como cada tres meses, indicadores de voto sobre las elecciones generales. La instantánea del pulso electoral ha vuelto a confirmar un tablero ocupado principalmente por cuatro partidos: con un PP en la primera posición (28,2% del voto estimado), seguido del PSOE (24,9%), Podemos (15,7%) y Ciudadanos (11,1%). Pero, como se puede comprobar en el gráfico 1, se han producido variaciones respecto al registro demoscópico anterior, pues de acuerdo con la estimaciones del CIS, entre abril y julio, el PP ha experimentado un incremento de sus apoyos potenciales (+2,6 puntos porcentuales) al igual que el PSOE (+0,6), frente a un retroceso de Podemos (-0,8) y de Ciudadanos (-2,7). Una evolución que para algunos sería suficientemente indicativa de que nos encontramos ante un punto de inflexión con el incuestionable resurgimiento del bipartidismo y el imparable declive de las fuerzas emergentes. A lo que, según esta interpretación, habría que añadir que dado que la cuantía del crecimiento del PP y del PSOE es similar al retroceso de las fuerzas emergentes, los populares habrían recuperado a parte de sus votantes fugados a Ciudadanos y los socialistas a sus electores huidos a Podemos.

 

Evidentemente los datos pueden admitir diferentes interpretaciones. Sin embargo, también es conveniente hacer un análisis desde una perspectiva más amplia para ver las tendencias. Y, en concreto, sería aconsejable tener en cuenta otros tres tipos de datos. En primer lugar, desde hace tiempo se observa que la posibilidad de que una fuerza emergente (Podemos) consiguiera ser el partido más votado y superara a los dos grandes partidos se alejaba. Parecía, por el contrario, más probable que los dos grandes partidos coexistieran con las nuevas fuerzas, con Podemos ocupando la posición que antes había ocupado Izquierda Unida y Ciudadanos la de UPyD. Algo que, más allá de las encuestas, han reflejado los resultados de los comicios celebrados este año. Primero, los resultados de las elecciones andaluzas del pasado 22 de marzo y de las elecciones autonómicas y locales del 24 de mayo apuntaban más a una reconfiguración de la correlación de fuerzas políticas en la que los grandes partidos conservaban en votos una posición predominante que a una ruptura o transformación radical.

En segundo lugar, si comparamos los resultados que consiguieron el PP y el PSOE en las elecciones locales, vemos que en lo que a la fortaleza del bipartidismo se refiere, la situación se mantiene estable. En los comicios del 24 de mayo, el PP logró en el conjunto de España el 27,05% de los votos y el PSOE el 25,02%, sumando ambos el 52,07% de los apoyos. Ahora, si se celebraran las elecciones generales, populares (28,2%) y socialistas (24,9%) aglutinarían juntos el 53,1% de los votos. Es decir, estamos ante un porcentaje de apoyos muy similar al que consiguieron populares y socialistas hace dos meses y que se sitúa aún muy por debajo del 73,4% que lograron conjuntamente en las elecciones generales de 2011.

Y, en tercer lugar, las fluctuaciones sufridas por las llamadas fuerzas emergentes pueden indicar que pueden sufrir variaciones muy significativas de un mes a otro sin que se pueda concluir de forma apresurada que están en fase de hundimiento. De hecho, Podemos pasó de un crecimiento meteórico entre julio de 2014 y enero de 2015 a sufrir una brusca caída en abril y continuar ahora con un ligero descenso que no puede calificarse de descalabro (gráfico 2). La misma tendencia podría seguir Ciudadanos que ha pasado de ver cómo sus apoyos potenciales se cuadruplicaron entre enero y abril, para experimentar ahora una significativa caída. Llaman así la atención algunos de los titulares que hemos visto estos días proclamando el resurgimiento del bipartidismo.

 

Parece, por tanto, que más que un cambio de tendencia, se han consolidado los movimientos que se venían produciendo en los últimos meses. El pulso político parece estar dominado por la competencia de cuatro partidos, con los dos grandes a la cabeza, pero con un importante, aunque quizás menor de lo que se esperaba al principio, peso de Podemos y Ciudadanos (y, en particular, como fuerzas que pueden tener un papel clave en la gobernabilidad en la próxima legislatura). Pero en todo caso es interesante analizar cuál es el balance de apoyos potenciales de los partidos y los trasvases de voto que se están produciendo.

Si nos detenemos en la evolución de los apoyos del PP entre abril y julio, observamos que esta formación ha visto cómo el porcentaje de los electores que les votaron en las elecciones generales de 2011 y que estarían dispuestos a volver a hacerlo ha pasado del 48,8% en abril al 57,8% en julio. La potencial recuperación electoral del PP es generalizada, ya que ha descendido el porcentaje de sus votantes que se decantarían por Ciudadanos y otras formaciones, así como el de los que se muestran indecisos o los que optarían por abstenerse (gráfico 3). Si atendemos a la ideología de los electores, la recuperación de sus votantes se concentra en el electorado de centro derecha, que ahora abandona a Ciudadanos para volver al PP.

Nota: Votantes del PP: aquéllos que declaran haber votado al PP en las elecciones generales de 2011. No están incluidas en el gráfico todas las respuestas que dan estos electores a la pregunta “suponiendo que mañana se celebrasen elecciones generales, es decir, al Parlamento español, ¿a qué partido votaría Usted?”

Una situación distinta se observa en el caso del PSOE, que también ve, aunque en mucha menor medida que el PP, cómo entre abril y julio ha crecido su tasa de fidelidad (el porcentaje de los que le votaron en 2011 que hoy volverían a hacerlo). La recuperación de los apoyos potenciales de los socialistas no se produce, como se puede comprobar en el gráfico 4, porque recuperen a los votantes que se fueron a Podemos, sino principalmente porque ahora en sus filas hay menos indecisos.

Nota: Votantes del PSOE: aquéllos que declaran haber votado al PSOE en las elecciones generales de 2011. No están incluidas en el gráfico todas las respuestas que dan estos electores a la pregunta “suponiendo que mañana se celebrasen elecciones generales, es decir, al Parlamento español, ¿a qué partido votaría Usted?”

En el caso de Podemos, encontramos que sus pérdidas no son generalizadas, sino que se concentran en determinados electorados (cuadro 1). Especialmente decepcionados se muestran los votantes que en las elecciones generales de 2011 habían optado por el voto nulo y se sentían atraídos por Podemos. Al igual que también parecen sentirse muy decepcionados los electores más jóvenes, aquellos que no tenía edad para votar en 2011; grupo en el que esta formación ha visto cómo, entre abril y julio, se han reducido a la mitad sus apoyos potenciales y cómo estos jóvenes se refugian ahora en la indecisión y en la abstención. Por ideología, las pérdidas de Podemos se concentran en el electorado de centro izquierda.

La pérdida de centralidad parece el principal obstáculo al que estratégicamente se enfrenta Ciudadanos. Su notable descenso se debe a la pérdida potencial que sufre en el electorado de centro derecha, donde pasa de aglutinar un 27% del voto (en intención directa) en abril a un 18,9% en julio, mientras que en el electorado que se sitúa en el punto más extremo de la derecha pasa de tener un 6,5 a un 14,3% de voto. Este contraste en la evolución de sus apoyos parece estar vinculado a la percepción que tienen los ciudadanos de un desplazamiento hacia la derecha de esta formación (ha pasado de estar situado en media en la escala izquierda-derecha 1-10 en el 5,77 en Abril al 6,18 en Julio).

En todo caso, el contexto sigue siendo volátil y muchos factores podrían hacer cambiar la orientación del voto y, por ende, la posición de los jugadores. Y, precisamente, potenciar o, en su caso, contrarrestar los efectos del contexto parece el principal elemento sobre el que pueden incidir los partidos a la hora de definir sus estrategias electorales.

Las fuerzas emergentes, primero Podemos y después Ciudadanos, trataron inicialmente de que la competición política trascendiera a la competición ideológica clásica entre izquierda y derecha. Podemos irrumpió en la escena política como una fuerza transversal que nacía del descontento de diferentes electorados con la situación política y la gestión económica. La transversalidad iba acompañada de una estrategia de polarización (de lo nuevo frente a lo viejo y de los defensores de los privilegiados frente a los defensores de los ciudadanos). Pero entonces irrumpió también otra nueva fuerza política, Ciudadanos, que competía en novedad y que buscaba la centralidad, escorando a Podemos hacia posiciones más radicales y de izquierda. Ahora Ciudadanos también sufre las consecuencias de ser percibido como un partido más ideológico (que transversal). Ambos partidos tienen que adaptarse a un contexto más complejo y adverso para sus intereses electorales y en el que los grandes partidos se sienten más fortalecidos por el mero hecho de que consideran que el tiempo juega a su favor (por la reconciliación con sus votantes, por el desgaste de los nuevos partidos, por la apelación al voto útil,...). Pero el desenlace de la partida electoral sigue aún muy abierto.

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