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¿Nos gustaría tener un gobierno de expert@s?

Semana de formación de gobierno. Vaivén de nombres y criterios. Representación de territorios, géneros, corrientes ideológicas,…. Uno de los debates importantes que se produce también en estos casos, y que también ha sobrevolado los acontecimientos de estos días, ha sido el de si los nombramientos debían recaer en personas con conocimientos y experiencia profesional en los ámbitos en los que van a trabajar. En resumen, ministros políticos o ministros técnicos. Un debate concreto que ilustra un dilema social más amplio: ¿qué papel queremos reservar a l@s expert@s, sus conocimientos y sus criterios en nuestro proceso de toma de decisiones? Este es uno de los temas que abordamos en nuestro libro ¿Por qué la gente odia la política? y sobre el que podemos destacar tres grandes conclusiones.

L@s expert@s, nos ponen. La primera reacción cuando preguntamos a la gente por el papel que deberían jugar l@s expert@s en las decisiones políticas es siempre positiva. Por ejemplo, si ponemos por delante dos frases como dar mucho protagonismo a “expertos independientes y no a los políticos o la gente”, frente a “dejar que los gobernantes tomen las decisiones”, la primera siempre recoge un nivel de apoyo mayor. L@s expert@s tienen un atractivo singular porque mucha gente percibe que tienen justo aquello que les reclaman a l@s polític@s: preparación  técnica y capacidad de guiarse por criterios objetivos antes que por lealtades partidistas. Y aunque parte de este atractivo se da en muchos otros países, este es muy especialmente destacado en el caso español, con niveles de apoyo a esa idea muy por encima de los que encontramos en otros países (como se muestra, por ejemplo, aquí)

Preferimos que l@s expert@s opinen y se les escuche, pero que no sean ell@s quienes gobiernen directamente. Efectivamente, cuando profundizamos un poco más, las opiniones mayoritarias de la ciudadanía empiezan a matizarse. Por ejemplo, si ya enfrentamos la toma de decisiones políticas importantes contra nuestro principal mecanismo de toma de decisiones colectivas, las elecciones, estas ganan la batalla, como muestra el gráfico 1. Y no sólo las elecciones, otros mecanismos de toma de decisiones participativas tienen un atractivo parecido.

Esto es aún más claro, si introducimos en el debate la distinción crucial para muchas personas: l@s expert@s deben ser escuchados, pero no deben decidir. En cuanto esta opción aparece en la discusión, recoge el apoyo muy mayoritario de la población. La simpatía que existe hacia que tengan un rol importante a la hora de hacer propuestas y proponer soluciones concretas y hacia una escucha activa a las personas expertas está ahí, pero deben ser quienes han sido elegidos por la ciudadanía quienes acaben tomando las decisiones.

En todo caso, l@s expert@s tienen su club de fans particular: los más mayores, los votantes de Ciudadanos y las personas que prefieren que la ciudadanía intervenga poco en política son los grupos que más claramente confían en ellos. El gráfico 2 recoge las dos respuestas extremas a la pregunta sobre el rol deseable de l@s expert@s: el apoyo a que sean ellos quienes tomen las decisiones (en la parte de las columnas en color claro) y la reticencia profunda hacia sus ideas (en color negro), obviando la categoría intermedia mayoritaria de quienes quieren escucharles pero no dejarles decidir. Mientras quienes tienen más de 74 años, votaron a Ciudadanos y prefieren más protagonismo de los políticos que de la ciudadanía, son más pro-expertos, l@s votantes de IU o las personas en paro son quienes se muestran más recelosos hacia su protagonismo en los procesos políticos.

Los análisis más sofisticados apuntan en la misma dirección. Tanto nuestros propios datos como los de otros analistas (por ejemplo, aquí) sugieren que incluso cuando tenemos en cuenta simultáneamente el efecto de todas las variables, el apoyo a un mayor protagonismo de l@s expert@s tiene que ver con tres grandes elementos: la confianza que el ciudadano tiene en las cualidades técnicas de estas personas, el deseo porque la gente corriente no tenga que participar cotidianamente en las decisiones políticas y la variable quizás aparentemente más sorprendente, pero que avala los análisis previos hechos en este blog (aquí y aquí), que muestran claramente la apuesta tecnocrática con la que muchos votantes asocian a este partido y que les contraponen a la apuesta participativa que se asocia a Unidos Podemos.

Semana de formación de gobierno. Vaivén de nombres y criterios. Representación de territorios, géneros, corrientes ideológicas,…. Uno de los debates importantes que se produce también en estos casos, y que también ha sobrevolado los acontecimientos de estos días, ha sido el de si los nombramientos debían recaer en personas con conocimientos y experiencia profesional en los ámbitos en los que van a trabajar. En resumen, ministros políticos o ministros técnicos. Un debate concreto que ilustra un dilema social más amplio: ¿qué papel queremos reservar a l@s expert@s, sus conocimientos y sus criterios en nuestro proceso de toma de decisiones? Este es uno de los temas que abordamos en nuestro libro ¿Por qué la gente odia la política? y sobre el que podemos destacar tres grandes conclusiones.

L@s expert@s, nos ponen. La primera reacción cuando preguntamos a la gente por el papel que deberían jugar l@s expert@s en las decisiones políticas es siempre positiva. Por ejemplo, si ponemos por delante dos frases como dar mucho protagonismo a “expertos independientes y no a los políticos o la gente”, frente a “dejar que los gobernantes tomen las decisiones”, la primera siempre recoge un nivel de apoyo mayor. L@s expert@s tienen un atractivo singular porque mucha gente percibe que tienen justo aquello que les reclaman a l@s polític@s: preparación  técnica y capacidad de guiarse por criterios objetivos antes que por lealtades partidistas. Y aunque parte de este atractivo se da en muchos otros países, este es muy especialmente destacado en el caso español, con niveles de apoyo a esa idea muy por encima de los que encontramos en otros países (como se muestra, por ejemplo, aquí)