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Sobre este blog

Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

Autores:

Aina Gallego - @ainagallego

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¿Es ineficaz la estrategia política del PP?

Los periodistas tienen que seguir el discurso de Rajoy desde la sala de prensa en febrero de 2013 / Foto: J.J. Guillén / EFE.

Marta Romero

El próximo 20 de junio se cumplirán dieciocho meses desde que Rajoy fue investido Presidente del Gobierno. Ha sido éste, un año y medio (política, económica y socialmente) intenso y en el que se ha producido una acusada frustración social de las expectativas que habían alimentado los populares con su victoria electoral.

Es innegable que el Partido Popular ha sufrido un considerable desgaste político. Muy lejano parece, ahora, el resultado que obtuvieron los populares en las elecciones generales del 20 de noviembre de 2011, en las que, con cerca de 11 millones de votos -el 44,6% del total de los votos válidos emitidos-, lograron la segunda mayoría absoluta más amplia obtenida por un partido político en España en unas elecciones generales. De acuerdo con la serie de sondeos realizados por Metroscopia para El País, el PP llevaría desde febrero de este año -con una estimación de voto que oscila en torno al 24%-, veinte puntos porcentuales por debajo de su registro electoral de 2011.

La pérdida de apoyos potenciales que ha sufrido el Partido Popular está en consonancia con la imagen que tiene la ciudadanía de Rajoy y de su gobierno. Por un lado, y siguiendo los datos del CIS, Mariano Rajoy, con una nota media inferior al 3, es el Presidente del Gobierno peor valorado de la democracia. Por otro lado, ninguno de sus trece ministros consigue el aprobado de los ciudadanos y, además, sólo dos de ellos (Soraya Sáenz de Santamaría y Miguel Ángel Arias Cañete) superan el 3 (barómetro de abril).

Pero si tenemos en cuenta el balance de la gestión realizada en este tiempo por el Gobierno de Rajoy, ¿hasta qué punto la situación demoscópica en la que se encuentra el PP es tan negativa? El cambio -al que pidió el PP que, con su voto, se sumaran los ciudadanos- ha sido muy diferente al esperado. El PP ha incumplido sus principales promesas electorales, ha “podado” el Estado de Bienestar y ha aplicado unas reformas que han supuesto un retroceso, sin precedentes, de derechos sociales. Y todo ello sin lograr que se produjera el prometido “milagro económico”, que consistía en que, con su llegada al gobierno, la situación económica empezaría a mejorar. Muy al contrario, el milagro se ha convertido en “pesadilla”. Así, el primer año y medio de Rajoy será recordado como la etapa en la que España pidió un rescate parcial a la Unión Europea para sanear el sistema financiero y el número de parados superó la dramática cifra de los 6 millones. A este balance, cuando menos cuestionable, se une, además, la complicada situación de un partido en el Gobierno al que le persigue (casi diariamente) la sombra de la corrupción.

En estas circunstancias lo deseable, desde el punto de vista democrático, es que el Gobierno hubiera sido proactivo en el ofrecimiento de explicaciones a la ciudadanía y hubiera actuado con transparencia y “humildad” (admitiendo errores y asumiendo responsabilidades). Del mismo modo, también habría servido para “oxigenar” el clima político que Rajoy hubiera optado por una remodelación de su gobierno para sustituir a los ministros más “quemados”. Pero la estrategia política que ha seguido, hasta ahora, el PP parece regirse por unos principios muy diferentes:

-Frente a un Gobierno que da explicaciones, el PP ha seguido una política de comunicación selectiva. El “silencio comunicativo” ha sido la principal regla de oro cuando ha tocado dar malas noticias; aderezado también por un afán por edulcorar la realidad a través del (socorrido) recurso a los eufemismos. Mientras que, por el contrario, el PP opta por la “comunicación intensiva” cuando se trata de dar buenas noticas (como, por ejemplo, han hecho recientemente con el dato del paro registrado en mayo). En los temas “espinosos” o ante actos incómodos, el PP ha utilizado las conocidas ruedas de prensa sin preguntas y las comparecencias “tele-transmitidas”

-Frente a un Presidente que da la cara y asume el liderazgo en un contexto difícil, Rajoy ha optado por una calculada infra-exposición a la espera de que lleguen momentos mejores para tener un mayor protagonismo. Ya en su última etapa como líder de la oposición, Rajoy optó por un liderazgo de perfil bajo con el fin de evitar riesgos (perder votos, una vez que los sondeos le otorgaban una abultada victoria). Y ahora, como Presidente del Gobierno, no ha hecho sino continuar con esta línea (que, por otra parte, tan poco gusta al sector duro de su partido y a su mentor, José María Aznar).

-Frente a un Gobierno que asume sus responsabilidades, el PP utiliza la técnica de señalar culpables y desviar la atención. En el ámbito de la economía, el PP ha tratado de justificar todas sus decisiones impopulares recurriendo a la manida herencia recibida y al latiguillo de las “circunstancias obligan”. La forma de gestionar el caso Bárcenas es un claro ejemplo de manual donde el objetivo es desviar la atención y confundir a la opinión pública, cambiando, en este caso, su papel de potenciales culpables por el de víctimas.

-Frente a un gobierno que admite errores, el PP ha hecho (“sin complejos”) borrón y cuenta nueva. Ante la previsión de que no habrá una recuperación (visible) del empleo en los próximos años, el PP ha cambiado totalmente de discurso. Ha preparado a la opinión pública para lo peor: al final de esta legislatura el desempleo estará en un nivel más alto que cuando Rajoy llegó al Gobierno. Pero no se trata de que los “electores” se pregunten si estamos mejor que cuando gobernaba el PSOE, sino de cómo estaríamos si el PP no hubiese gobernado. El “relato”, por tanto, del PP es otro, ya que ahora no se trata valorar si la economía real (principalmente el paro) está mejor que en la etapa de Zapatero, sino de ver en el PP al “salvador” que evitó que el tsunami económico -gestado en la etapa de Zapatero, por no haber hecho las reformas necesarias- arrasara la economía. Este viraje discursivo tiene sentido si tenemos en cuenta que los ciudadanos valoran hoy peor la situación económica que cuando gobernaba el PSOE. La “titánica” labor del PP se completaría con el objetivo de hacer frente a sus propias (e ¿inalcanzables?) previsiones. Algo que, de conseguirlo, les permitiría amplificar la percepción de recuperación económica (aunque no fuera tal) y presentarse como unos buenos gestores.

Habrá que ver si en el medio y largo plazo esta estrategia política es acertada o no. Pero, hasta ahora, está pareciendo funcionarles a los populares. Por el momento, han conseguido neutralizar (o, al menos, diferir) políticamente el caso Bárcenas (aunque sigue siendo, para ellos, una bomba de relojería). Rajoy ha conseguido resistir a las presiones y no ha hecho ninguna remodelación de su Gobierno. Han perdido, además, fuerza los sectores que reclaman su dimisión. El PP está tocado electoralmente, pero, aún con todo, seguiría siendo hoy el partido más votado en unas elecciones generales. Incluso los sondeos le “sonríen” de cara a las próximas elecciones europeas (que tendrán lugar en junio de 2014). Siguiendo una reciente encuesta realizada por Metroscopia, el PP, aunque con un considerable retroceso electoral respecto a su resultado de 2009, ganaría al PSOE si las elecciones europeas se celebraran ahora. Se trataría de una victoria pírrica (por poco más de 1 punto de diferencia: 27,2% en voto estimado para el PP, frente al 26% del PSOE), pero cualitativamente importante, ya que los comicios europeos suelen ser una convocatoria perfecta para castigar al Gobierno de turno.

Es cierto, por otra parte, que hay una serie de factores que están beneficiando a los populares:

1-la percepción de la ciudadanía de que, con independencia del partido que gobierne, la política económica sería la misma (la política que impone la Unión Europea);

2-el aumento del malestar social no ha derivado en un movimiento de protesta amplio, sino que se ha fragmentado en un número creciente de grupos (las diferentes mareas no acaban de converger en un tsunami);

3-la situación de debilidad política del PSOE, que continúa sin encontrar su “sitio” (atrapado en su particular “exilio interior”) y sin consolidarse como una alternativa política al PP;

4-la interiorización de la crisis y del malestar político. Después de cinco años de recesión, nos hemos acostumbrado, en cierta medida, a vivir en tiempos difíciles y en los que las expresiones de malestar social han dejado de ser noticia. Llama la atención, en este sentido, que la sociedad española se muestre polarizada sobre los efectos que tendrá la austeridad. Así, mientras un 50% se muestra en desacuerdo con la afirmación de que “hay que tener paciencia con las políticas de austeridad que recomienda la UE porque a medio plazo (éstas) tendrán efectos benéficos”, otro 45% está de acuerdo con esa opinión (encuesta de Metroscopia para El País, 9 de junio de 2013). Y si bien hay grandes diferencias por electorados, lo importante para el PP es que la inmensa mayoría (71%) de sus votantes cree en los efectos benéficos de la austeridad.

Por tanto, un año y medio después de que el “cambio” se convirtiera en el “cambiazo”, el Gobierno de Rajoy ha mostrado una considerable capacidad de resistencia política. Más allá de su (cómoda) mayoría absoluta, el PP está sabiendo jugar sus cartas (la fragmentación del malestar social, la resignación en amplias capas de la sociedad, la interiorización de la crisis, la ausencia de una oposición fuerte, etcétera). La “partida” no ha terminado y el tablero puede cambiar rápida y radicalmente, pero, por el momento, el PP, liderado por Rajoy, resiste.

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