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Y Rivera se lanzó a por Casado en la última semana de campaña

Rivera, sprint final con trofeo y sin mojarse con Vox

Carmen Moraga

La feroz disputa por el voto del centro derecha y el miedo a que Vox logre mucho mejor resultado del que pronostican todas las encuestas −como pasó en Andalucía− ha empujado a Albert Rivera a declarar la guerra a Pablo Casado, su único potencial aliado tras el 28A. A escasas horas de que los españoles acudan a las urnas, los puñales entre ambos candidatos han empezado a volar y amenazan con frustrar las posibilidades de que los tres partidos de la foto de Colón −PP, Cs y Vox− consigan derrotar al otro bloque liderado por el PSOE y Unidas Podemos. 

Las hostilidades de Rivera contra Casado comenzaron el martes pasado durante el segundo debate en Atresmedia, en el que el líder de Ciudadanos abrió inesperadamente fuego sobre su potencial aliado postelectoral, descolocándolo y provocando a su vez que éste le devolviera algunos de los golpes que le estaba lanzando al hígado: el paro, la eutanasia, el aborto, los pactos del pasado del PP con los nacionalistas... Rivera no dejó nada en el tintero.

El candidato de Cs llegó al plató crecido después de ver que muchos medios le habían dado como ganador del primer duelo en RTVE. Sus asesores le habían advertido de que la segunda vuelta sería la “decisiva” y que los debates iban a marcar “un antes y un después” de una campaña que Ciudadanos no había conseguido hasta el momento rentabilizar. Así que Rivera buscó primero el cuerpo a cuerpo con Pedro Sánchez -sin olvidar a Iglesias-, y después se lanzó contra Casado, que, desconcertado, no terminaba de entender la furia del candidato naranja contra él cuando hacía escasas horas le había tendido la mano para gobernar. La valoración de muchos analistas políticos sobre el papel jugado esta vez por Rivera no le favoreció.    

Una agresividad motivada por el bajón en las encuestas

Los conservadores interpretaron después que su agresividad venía motivada por las encuestas, que seguían dando a Ciudadanos una bajada en intención de voto y una recuperación de su marca electoral. Pero el golpe final llegó al día siguiente, miércoles, con el anuncio, no menos inesperado, del fichaje de Ángel Garrido para concurrir como número 13 de Ignacio Aguado a la Comunidad de Madrid. Un fichaje cerrado hace escasos días pero que Rivera ya conocía cuando se enfrentó al líder del PP en Atresmedia, según confesó primero en su charla off the record con los periodistas de su caravana electoral, y después públicamente en el desayuno que protagonizó invitado por Europa Press.

La noticia cayó como una bomba en el PP. Y no porque consideren que Garrido sea una “gran adquisición”, sino porque supone un nuevo misil en la línea de flotación del partido conservador.  A Garrido le han llovido las críticas de sus antiguos compañeros, que le han llamado “traidor”,“chaquetero”,“tránsfuga” y “oportunista”.

Mientras Rivera se jactaba del 'gol' de Garrido, Casado se afanaba por pedir el voto para su partido frente a otras opciones que “no son fiables” porque son “chaqueteros”.

La suerte no está aún echada

Rivera no cree que la suerte esté aún echada y en la recta final de la campaña se está volcando en lograr “la remontada” convencido de que puede movilizar a los suyos y atraer a los indecisos, que todavía son muchos. “Vamos a dar la campanada”, “huelo a victoria”, insiste en sus últimos mítines, algo que, por cierto, ya dijo en 2016. Ciudadanos perdió entonces 8 escaños, bajando de los 40 que obtuvo en 2015 a 32. 

A su juicio, ahora el partido se juega entre si “gana Ciudadanos o el PSOE” y si “el PP se desinfla y Ciudadanos crece”. De momento, la única victoria de Rivera ha sido la Carrera Ciudadana que celebró su partido este viernes en Valencia de 2,5 kilómetros por el parque del antiguo cauce del Turia y en la que quedó en primera posición seguido de Inés Arrimadas, que a lo largo de estas dos semanas de campaña ha sido su principal soporte y complemento electoral junto a sus fichajes 'estrella', Edmundo Bal, Sara Giménez y Marcos de Quinto. 

Precisamente en Valencia se le ha preguntado por Vox y sobre la puerta abierta que ha dejado Casado para incluir a los de Abascal en su hipotético Gobierno. Pero el candidato de Cs no se ha mojado argumentando que él está concentrado en desalojar a Sánchez de La Moncloa y no en repartir sillones. “Es una falta de respeto repartirse ministerios cuando a lo mejor alguno se desinfla y no ganamos”, ha llegado a reconocer, lanzando una nueva colleja al líder conservador.  

Y es que en su cuartel general la consigna es no atacar a Vox, al menos hasta conocer los resultados del 28A. “Estamos aún en campaña y tienen que apoyarnos en la investidura”, ironizaba un alto dirigente del partido el otro día.

Los nervios están a flor de piel ante la incertidumbre de los resultados del domingo convencidos de que la victoria de uno de los dos bloques va a depender de “unos cuantos escaños”. Para calmar a los suyos, el candidato de Cs ha asegurado que las encuestas internas que manejan sitúan a su formación “en resultados históricos”, aunque horas antes, en una entrevista en la Cope, no se había mostrado tan optimista llegando a admitir que están en “un empate técnico” con el PP.  

De donde sigue sin moverse es en su “no” a Pedro Sánchez. El líder del PSOE ha pasado en unas pocas horas de no descartar un Gobierno con Unidas Podemos a tender de nuevo la mano a Rivera para buscar un acuerdo a partir del domingo. “No nos ha tendido la mano, nos ha dado una torta”, ha interpretado el líder naranja, añadiendo que él “no quiere ser sectario” y que él abre la puerta a todo el mundo, “salvo a los que quieren liquidar el país”. En su partido, sin embargo, hay quien sostiene que “el guión del 29A todavía no está escrito”. 

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