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Víctimas contra testigos en la primera semana del juicio a los jóvenes de Alsasua

Imagen del juicio a los presuntos agresores de Alsasua

Iñigo Aduriz

“Desde aquel día perdí mi vida, mi hogar, lo perdí todo”. Estas palabras son parte del desgarrador testimonio que pronunció el pasado martes María José, novia de uno de los dos guardias civiles que denunciaron la agresión sufrida junto a sus parejas en la madrugada del 15 de octubre de 2016 en el bar Koxka de Alsasua. En la segunda sesión del juicio que se está celebrando en la Audiencia Nacional, la joven identificó “al 100%” a los siete hombres acusados del ataque, cuya edad ronda entre los 21 y los 32 años y para quienes la Fiscalía solicita, en total, 375 años de cárcel.

“Temí por mi vida”, aseguraron, por su parte, el teniente y el sargento del cuerpo armado, que describieron un continuo de “golpes, patadas y empujones” tanto dentro del bar como fuera del mismo, e incluso mientras uno de ellos se encontraba en el suelo malherido. Nadie les ayudó, explicaron, e incluso hubo jóvenes que jalearon el ataque. Entre ellos identificaron claramente a quienes se sientan en el banquillo de los acusados, considerando a Jokin Unamuno –en prisión provisional y para quien la Fiscalía solicita 50 años de cárcel– como quien inició la agresión, a Oihan Arnanz –también en la cárcel y que se enfrenta a una pena de 62 años– como al atacante más agresivo, a Adur Ramírez de Alda –en prisión y frente a una condena de 50 años– como quien les golpeó con sus puños y a Aratz Urriozola, Julen Goikoetxea, Jon Ander Cob, e Iñaki Abad como otras de las personas que participaron en ese ensañamiento colectivo.

Por lo que vieron nada más llegar al lugar de los hechos, los dos policías forales que en un primer momento atendieron a las víctimas a las afueras del Koxka no tuvieron duda: se trató “claramente” de una “paliza” contra los guardias civiles y sus parejas, porque no supieron de nadie más que fuera agredido y porque padecieron lo que describieron como un hostigamiento de los jóvenes que se encontraban allí, al pedirles que no se pusieran “del lado” de la Guardia Civil.

Quienes estuvieron esa noche dentro o fuera del Koxka a la hora en la que supuestamente se produjo la agresión no vieron, sin embargo, nada de eso. Así lo han asegurado en los últimos días en las sesiones del juicio que la próxima semana entrará en su recta final. Los testigos presenciales, en su mayoría amigos o conocidos de los acusados –pero también el dueño o las camareras del bar– y que siguen viviendo en Alsasua han negado que quienes se sientan en el banquillo tuvieran nada que ver con lo que han calificado como “bronca”, “pelea” o incluso “rebullón”. Han refrendado así las declaraciones que hicieron los propios acusados en la primera jornada, cuando se desmarcaron de la agresión y quisieron dejar claro, respondiendo solo a las preguntas de sus abogados, que no tienen ningún odio o animadversión hacia la Guardia Civil.

Hasta el joven conocido como Paulette, que sí reconoció que los agresores fueron “a por ellos” –a por los guardias civiles–, que una vez en la calle y mientras el teniente estaba en el suelo “pasaba gente corriendo, le daban una patada en la espalda y se iban”, negó la implicación de los acusados y se mostró incapaz de identificar a los supuestos atacantes.

Esa contradicción entre víctimas y testigos presenciales ha marcado la primera semana del juicio contra los jóvenes de Alsasua. Cinco días en los que las defensas han basado su estrategia en demostrar que los acusados o no estuvieron o no participaron en ningún altercado en el Koxka, en desvincularlos de movimientos cercanos a la izquierda abertzale, en especial de Alde Hemendik o del Ospa Eguna –iniciativas dedicadas a pedir la salida de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado de Euskadi y Navarra–, así como en desacreditar la investigación realizada por la Policía Foral navarra y la Guardia Civil que concluyó atribuyendo a los encausados delitos relacionados con el terrorismo.

Uno de los principales logros de la defensa suponía el viernes la admisión a trámite de un vídeo de la ETB –la televisión pública vasca– en la que se ve al acusado Adur Ramírez como espectador de un partido de pelota la noche del suceso. La grabación prueba que el joven vestía una camiseta negra ese día y no una roja o naranja como sostienen las víctimas y las acusaciones que lo identificaron como uno de los agresores. La madre de Ramírez protagonizaba una de las anécdotas del juicio: al acabar su declaración como testigo en la que dijo que su hijo llegó a casa mucho antes de la hora en la que supuestamente tuvo lugar la agresión, pidió besarle, a lo que accedió el tribunal que preside Concepción Espejel.

Parte de las preguntas que han realizado las defensas durante las vistas también han buscado probar que los guardias civiles y sus parejas bebieron alcohol aquella noche o que las ruedas de reconocimiento realizadas a las víctimas no se hicieron con todas las garantías. Una de las letradas consideraba justo antes de empezar la vista del viernes que en los cinco primeros días de juicio “ha quedado acreditado que no hubo pelea dentro del bar”, que la trifulca “duró muy poco” y que la participación de quienes se sientan en el banquillo de los acusados no puede demostrarse con hechos al ser la palabra de las víctimas contra la palabra de los acusados y de los testigos presenciales. También lamentan las defensas errores como el hecho de que la declaración que se le mostró al dueño del bar Koxka y que supuestamente él mismo había realizado en sede policial no llevara su firma.

Las acusaciones, por su parte, se han aferrado al duro relato que hicieron ante el tribunal los guardias civiles y sus parejas, han tratado de vincular a los acusados con el Ospa Eguna y con la izquierda abertzale y han intentado desacreditar a todos los testigos llamados a declarar por las defensas al comprobar que prácticamente todos ellos han participado en marchas o movilizaciones a favor de los encausados. Uno de los letrados explicaba que, a su juicio, se han producido dos “hitos” a lo largo de la semana. El primero, señalaba, con la declaración de María José, por la exactitud con la que describió las agresiones y a sus autores. El segundo momento sería, en su opinión, la declaración de Paulette, al acreditar la existencia del ataque y decir que acudía “un poco” presionado a declarar. “Estaba presionado para no decir quiénes fueron los agresores”, concluía.

El juicio se prolongará a lo largo de la próxima semana con la declaración de más testigos. Quedará visto para sentencia el viernes.

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