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Cronología de seis meses de viraje de Arrimadas: de atacar a la “banda de Sánchez” a sentarse con la coalición a negociar los presupuestos

Inés Arrimadas

Carmen Moraga

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“La banda de populistas y nacionalistas quieren que siga Sánchez”; “Ciudadanos va a ser ser la voz de todos aquellos que hoy están tristes con este plan de Sánchez”; “Sánchez está obsesionado con Ciudadanos, tiene ciudadanitis porque sabe que es la única oposición firme que va a tener él y su banda”. “Se ha demostrado que con Sánchez no se puede ir a ningún lado porque él es parte del problema”.

“La lealtad al Gobierno es imprescindible. Es momento de unidad política, ahora toca unidad, lealtad y sentido de Estado” y que los partidos hagan una “oposición firme, pero constructiva y leal”.

Las frases son de Inés Arrimada y entre ellas tan solo hay ocho meses de diferencia. Las primeras son de finales de julio de 2019, cuando aún lideraba Ciudadanos Albert Rivera con 57 diputados en el Congreso, y las pronunció la entonces portavoz parlamentaria en las ruedas de prensa que ofreció después de las dos sesiones de investidura de Pedro Sánchez tras haber ganado las elecciones generales del 28 de abril. Las segundas declaraciones son de mediados de marzo de este año, pocos días antes de que el Gobierno decretara el confinamiento de todos los españoles tras estallar la pandemia de la COVID–19. Ciudadanos se había quedado reducido a diez diputados como consecuencia de la debacle de las generales del 10 de noviembre y Rivera se había marchado. Con el ejército mermado, la nueva líder del partido decidió dar la vuelta a la estrategia de su antecesor que ella había avalado.

Arrimadas justifica ese giro copernicano en su discurso por el “momento excepcional” en el que se está viendo inmerso nuestro país por culpa de esta crisis sanitaria y económica. La dirigente de Ciudadanos señala que lo que desea es hacer “política útil” con el objetivo de “salvar vidas y empleos”, mientras deja claro que no son “los nuevos socios” ni “aliados” del Gobierno de Sánchez.

Pero por entonces seguía marcando como líneas rojas cualquier propuesta que llegara de Unidas Podemos con los que advertían de que nunca iban a negociar nada. Sin embargo, a día de hoy hasta en eso también han cambiado.

La metamorfosis de Arrimadas ha sido tan brusca como inesperada. De hecho, el día del último debate de investidura de Pedro Sánchez , y para eso hay que remontarse a finales de enero de este mismo 2020, Arrimadas seguía manifestando su absoluta animadversión hacia Sánchez y el “Gobierno Frankenstein” que preparaba. La portavoz de Ciudadanos, que ejercía ya como nueva líder in péctore del partido, apeló al sector antisanchista del PSOE para que se rebelara contra el que iba a convertirse –en segunda votación–, tras haber ganado las elecciones del 10 de noviembre, en presidente del Gobierno gracias al apoyo del PSOE, Unidas Podemos, PNV, Más País, Nueva Canarias, BNG y Teruel Existe y las abstenciones de ERC y EH Bildu.

En aquella rueda de prensa Arrimadas recordaba cómo, in extremis, su partido había enviado por carta al líder del PSOE una propuesta para que no pactara con los “populistas de Podemos” ni con “los nacionalistas que quieren romper España”, y le había ofrecido como alternativa “la vía de los 221 escaños”, es decir, la suma de los diputados del PSOE, más los del PP –con sus dos socios electorales, UPN y Foro Asturias– y la de sus diez parlamentarios. Un fórmula que el propio PP despreció con Pablo Casado ya al frente, pero que, según ella, recogía el “sentir mayoritario que los españoles había expresado en las urnas”, a pesar de que Ciudadanos era prescindible en el caso de que PP y PSOE estuvieran conformes con la gran coalición.

Arrimadas alertó entonces del 'peligro' que entrañaba el pacto de Sánchez e Iglesias y en una comparecencia en el Congreso sentenció: “Estamos aún a tiempo de que alguien rectifique, para que esta locura se pare. Porque lo que sí es cierto es que hay una mayoría alternativa que no tiene como prioritario un pacto con los populistas y los nacionalistas, una alternativa que podría ponerse en marcha. Pero para ello el señor Sánchez tendría que rectificar, cosa poco probable. O que alguien con dignidad y con sentido de Estado haga en el PSOE lo que lleva muchos meses diciendo  y que esto no puede tirarse para adelante”. “Tenemos a un candidato a la presidencia del Gobierno que no tiene ningún escrúpulo, que va a hacer lo que sea y con quien sea con tal de permanecer en Moncloa y eso es un peligro por lo que creo que el PSOE debería asumir y reaccionar”

Cerrado el Gobierno, Arrimadas aprovechó las escasas intervenciones que protagonizó frente a Sánchez en el Congreso antes de que estallara la pandemia para criticarle con dureza. El 19 de febrero, en una sesión de control, se encaró con él por sus “dedazos” en los nombramientos en organismos públicos, que a su juicio no buscaban  “el interés general de los españoles ” sino solo “su interés personal”. Arrimadas le reprochó los intentos de los dos grandes partidos –PSOE y PP– “de repartirse a los jueces ” y volvió entonces a recordar al presidente del Gobierno que “España no es un botín a repartirse”. “Ya es hora de que dejen de hacerlo”, zanjó.

En aquella agria sesión, Sánchez a su vez le recordó que su partido había perdido el 10N nada menos que 47 escaños y le echó en cara sus acuerdos de gobierno en cuatro comunidades autónomas con el PP, con el respaldo de Vox: “¿Qué mérito han acumulado ustedes para pasar de 57 a diez escaños en cuestión de meses? Hágaselo mirar, señora Arrimadas”. “Sean un partido de centro, no un partido que acompaña a la derecha y a la ultraderecha”, le espetó.

Su victoria en las primarias frente a Francisco Igea la legitimó a principios de marzo como la nueva presidenta de Ciudadanos. Hasta ese momento, Arrimadas seguía instalada en la confrontación total con el Gobierno. Y así se lo afeó su rival castellano–leonés en el único debate que mantuvieron durante la campaña de aquel reñido proceso interno. “Podemos permanecer en el frentismo o en la trinchera, pero es bueno sentarse a dialogar”, le dijo Igea. Por entonces, en el partido, algunos dirigentes de la antigua dirección ya habían reconocido tímidamente que el empecinamiento de Albert Rivera de vetar al PSOE había sido un grave error y el que posiblemente les había llevado casi a su desaparición del tablero político. Pero Arrimadas seguía sin aceptarlo públicamente.  

El propio Rivera, que reapareció por primera vez tras su dimisión para anunciar que fichaba por un prestigioso bufete de abogados, seguía pensando que la que había sido su portavoz en el Congreso y brazo derecho en el partido, era la mejor opción para Ciudadanos y una garantía de continuidad de su legado. “No hay que ser un lince para saber lo que pienso de Arrimadas”, señaló sin dudarlo.

Apenas unos días después de aquella rueda de prensa del exlíder de Ciudadanos –y también de aquellas primarias entre Arrimadas e Igea–, estalló la pandemia. Y lo cambió todo. El 12 de marzo, en una rueda de prensa, Arrimadas sorprendía a propios y extraños ofreciendo a Sánchez los 10 escaños de su grupo parlamentario para preparar unos Presupuestos Generales del Estado (PGE) de “emergencia nacional” que impulsaran medidas “drásticas” para afrontar la crisis de la COVID–19, tanto en su vertiente social como económica. Mientras Pablo Casado ahondaba en la brecha con el Gobierno, la dirigente de Ciudadanos aseguraba: “Trasladamos el apoyo al Ejecutivo para que se tramiten unos presupuestos urgentes para poder aprobar y consensuar unas cuentas de emergencia nacional y le tendemos la mano para que en las próximas horas podamos adelantarnos al coronavirus”. Como dijo aquel día, y lo ha seguido repitiendo durante todos estos meses, este momento de suma gravedad requería “unidad política, social y territorial”: “Necesitamos medidas realistas y contundentes lo antes posible”. “Este debe ser un momento de unión, no de reproches”, subrayó aquel día y ha seguido insistiendo todo este tiempo.

Arrimadas fue ratificada a principios de mayo como nueva presidenta de Ciudadanos en una Asamblea telemática en la que Rivera se negó a participar –aunque al final lo hizo con un vídeo de compromiso– , ya totalmente alejado de la que durante años fue su fiel colaboradora. Y es que para entonces la nueva dirigente del partido había dejado patente el giro de 180 grados en su línea de oposición al Gobierno y su deseo de marcar perfil propio frente a los líderes del PP y Vox, Pablo Casado y Santiago Abascal, que no han dejado de pugnar entre ellos en todos estos meses en una línea muy similar de confrontación total con el Ejecutivo de Sánchez e Iglesias.

Con su nueva hoja de ruta, la nueva líder del partido que se presenta como “liberal”, rompía en añicos la foto de Colón –que algunos dirigentes del partido también han reconocido que dañó al partido– y se alejaba de esa imagen de “las tres derechas” en la que se había encasillado a Ciudadanos, optando por un tono de oposición templado y colaborador.

En estos cinco meses de pandemia su partido ha apoyado todas las prórrogas del estado de alarma, e incluso ha salvado a Sánchez de alguna derrota en la Cámara para poder ampliarlas. Su relación con el líder del PSOE, al que hace escasos meses le acusaba de liderar “una banda” y de querer “repartirse el botín de España”, ha pasado de inexistente a ser fluida y “cordial”, según sus propios colaboradores. El presidente del Gobierno, que ha mantenido con ella varias conversaciones telemáticas y la recibió a mediados de agosto en el Congreso, ha encontrado en sus diez diputados la tabla de salvación en el caso de que le falle –como ya lo ha hecho–, ERC, uno de sus aliados de la investidura.

Arrimadas, por su parte, está explotando al máximo ese poder político de saberse necesaria. Con su decisión de pactar los presupuestos ha logrado, además, abrir fisuras entre los socios de Sánchez, que han llegado a advertirle de que elija entre asegurarse su apoyo o pactar con “las derechas” en la que siguen incluyendo a Ciudadanos. Un veto que, según denunció la ministra de Igualdad, Irene Montero, se lo habían aplicado a ellos también los de Arrimadas en una de las anteriores reuniones que han mantenido para hacer repaso de las medidas pactadas para frenar la pandemia.

Arrimadas sostiene que hay urgencia y necesidad de sacar adelante las cuentas del Estado por lo que hasta ha aceptado sentarse con Unidas Podemos, a pesar de que hasta hace unos días el portavoz en el Congreso, Edmundo Bal, aseguraba que “apartar a Podemos de la redacción de esos presupuestos es una buena noticia para España”.

La metamorfosis de Arrimadas ha sido tan sorprendente que el pasado miércoles salía de la Moncloa de su nuevo encuentro con el Presidente del Gobierno sumamente satisfecha, con el compromiso de iniciar de inmediato la negociación de las cuentas públicas de las que ni siquiera conocen aún sus bases más elementales. “Toda España sabe lo que pienso de este Gobierno y de los populistas de Podemos, que estoy en contra de su propuesta de subir impuestos, pero necesitamos unos presupuestos serios y moderados”, “tenemos que dar una imagen de solvencia fuera de España”, aseguraba Arrimadas. Para ello pedía “una tregua” de todos los “actores políticos”.

La respuesta del portavoz de ERC, Gabriel Rufián ha sido dar un ultimátum al presidente del Gobierno: O nosotros o Ciudadanos. Tampoco está dispuesto a rebajar la tensión y a colaborar Pablo Casado, ni mucho menos Santiago Abascal que prepara una moción de censura contra Sánchez de la que el líder de la extrema derecha no va a salir bien parado.

Así las cosas, los diez diputados de Ciudadanos, a los que hace tan solo unos meses se les consideraba 'irrelevantes', podrían terminar siendo los que salven a Pedro Sánchez y a “su banda” de una nueva legislatura fracasada en un momento en el que Europa está pendiente de España por los fuertes rebrotes de la COVID-19.

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