El descrédito de la clase política pasa factura a los diputados en la calle
Juan Carlos Vera, diputado madrileño del PP y veterano dirigente del aparato de Génova, estaba hace unos días en un bar con compañeros del partido cerca de la sede cuando se les acercó un señor. A gritos les preguntó “por los sobres”. “Intenté tranquilizarle pero cuando me llamó ”ladrón“ ya no hubo manera”, afirma.
La proliferación de casos de corrupción, destapados en su mayoría por los medios de comunicación, ha acrecentado los ataques de la ciudadanía a los políticos y un rechazo bien reflejado por las encuestas del CIS. En el Congreso casi ningún grupo parlamentario, por un motivo o por otro, se libra de tener entre sus filas alguna 'víctima' de las iras de los ciudadanos, que ven con estupor e indignación el nefasto comportamiento de quienes en teoría deberían dar ejemplo.
Desde que estalló el caso Bárcenas, el cabreo se ha centrado en los dirigentes del PP. “Ladrones”, “sinvergüenzas”, “¿dónde están los sobres?”, les increpan por la calle o mientras se están tomando tranquilamente una caña. Los dirigentes, al ser caras conocidas, son los más expuestos a estas situaciones, como reconoce el vicesecretario de Organización, Carlos Floriano, que relata que ha sufrido en diversas ocasiones insultos de ciudadanos que les ponen “a caldo”.
Casos similares han vivido también Esteban González Pons, ya antes del estallido del caso Bárcenas, el propio Rajoy y varios de sus ministros, como la titular de Empleo, Fátima Bánez; el de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón; el de Educación, José Ignacio Wert y la ministra de Sanidad, Ana Mato, que ahora está en el punto de mira por el caso de los regalos que ella niega haber recibido de la trama Gürtel.
Todos ya han asumido que no hay acto al que vayan que no sean abucheados o insultados por lo que siempre van bien 'blindados' para evitar que pueda pasarles 'algo'.
No todos intentan “razonar” con quienes les abroncan, como hizo Vera. “Hay gente que no se va a dejar convencer. Ha habido ya un juicio popular”, lamenta Floriano en relación al caso Bárcenas mientras señala con el dedo al PSOE y su líder, Alfredo Pérez Rubalcaba, a quien acusa de “dar crédito a todo” y con ello de “erosionar el clima de convivencia con resultados devastadores”.
Su opinión es compartida por otros miembros de la bancada popular que no tienen duda de que los socialistas son los que “agitan las aguas” incitando a sus juventudes a que promuevan protestas, como las que se están viviendo contra la ley Wert, o para que acudan a “darnos la murga” a la sede del PP. También culpan al anterior presidente del Congreso, José Bono, por el empeño que puso en rebajar los “privilegios” de los parlamentarios “para lavar su mala conciencia ante su enriquecimiento nunca suficientemente aclarado”, añade otro diputado popular.
En el PSOE confiesan que ahora que no gobiernan han dejado de ser el blanco permanente de la irritación ciudadana pese a que de vez en cuando también les sueltan cosas como “habéis dejado a España como un erial” o les llaman“caraduras” por el pasado.
“Esa pesadilla la sufrimos en la legislatura anterior, sobre todo al final cuando estalló la crisis y Zapatero tuvo que congelar las pensiones y bajar el sueldo de los funcionarios un 5%”, afirma Valeriano Gómez, exministro de Trabajo. Él personalmente ha tenido algún que otro desagradable encontronazo. “Usted es el culpable del paro”, le reprochó no hace mucho una señora en un comercio. Gómez le replico, ofendido: “¿No lo dirá usted en serio?” y la cosa no pasó a mayores. Su compañero Diego López Garrido también se encaró recientemente por la calle con un ciudadano que le pidió “que dimitiéramos todos”. “Yo le pregunté que si lo que quería era que volviera un dictador”, explica.
Pero los casos de corrupción o los escándalos, pese a ser el detonante de gran parte del enfado ciudadano, no son los únicos asuntos que están dando problemas a sus señorías. El hecho de que se supiera que hay diputados de provincias que a pesar de tener una o más viviendas en Madrid reciben del Congreso un complemento de más de 1.800 euros libres de impuestos en concepto de manutención, provocó la indignación de la gente.
Hace escasos días, una conocida diputada que quiere guardar el anonimato, sufrió por ello el acoso de un grupo de personas cuando se encontraba en el aeropuerto para volar hacia Madrid. No es la primera vez que le ocurre. Según su relato, también ha sido gravemente insultada mientras hacía la compra con su hija en el supermercado, “simplemente por el hecho de estar llenando el carro de la compra. Hay señoras que me increpan recordándome que hay quien no tiene qué comer”. “Ya no es por mí, es que mi familia lo está pasando muy mal”, afirma, preocupada.
A los diputados de ERC, como al portavoz, Alfred Bosch, y Joan Tardá, les piden directamente “que se vayan de España”, aunque aclaran que los insultos solo los reciben “cuando estamos en Madrid” porque en Cataluña, junto con los dirigentes de IC, son reciben mucho mejor trato en comparación con los representantes de CiU, del PSC, o del PP, que no se libran de las pitadas ciudadanas por los escándalos que están saliendo sin parar a la luz en las últimas semanas.
Lo cierto es que en el Congreso, en general, los diputados no ocultan que hay una gran preocupación por el ambiente “hostil” y el “clima antipolítico” que se palpa por todas partes del que algunos diputados responsabilizan también en buena parte a la prensa, y en especial a “ciertos medios”, por publicar –dicen– “informaciones muchas veces sin contrastar”. Lo de la transparencia parece que no va con ellos.
Los que peor lo están pasando incluso han pedido “amparo” a Jesús Posada para que haga algún gesto en defensa de la imagen colectiva. El presidente de la Cámara dice que solo puede “escucharles” y “apoyarles”, aunque no descarta tomar alguna medida en este sentido si la situación llegara “a mayores”.