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El PP culpa ahora a la izquierda de la crispación de la campaña tras dos años de insultos y descalificaciones al Gobierno

La candidata del PP a la Presidencia de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, y el presidente del Partido Popular, Pablo Casado.

Iñigo Aduriz / Fátima Caballero

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En la última semana de la legislatura, Isabel Díaz Ayuso intentó presentarse como la moderación frente a los partidos que crispan y polarizan. Pidió el voto a los socialistas descontentos, dijo que la contienda ya no iba de siglas e incluso dejó de hablar de esos “socios preferentes” que eran Vox hace un par de semanas a los que prometía meter en el Gobierno, fuesen o no necesarios para la suma. La presidenta candidata trata de dejar atrás en la recta final de la campaña su pasado reciente. Ella y el PP, que han basado toda su estrategia en el enfrentamiento continuado con el Gobierno de Pedro Sánchez, también durante los meses más duros de la pandemia, se presentan ahora como una especie de árbitro en medio de la polarización.

Tanto la presidenta de la Comunidad de Madrid y candidata del Partido Popular a la reelección, Isabel Díaz Ayuso, como la dirección nacional de su formación política, en manos de Pablo Casado, acusan ahora a la izquierda de ser los artífices del clima irrespirable que se ha vivido en la campaña a raíz de las amenazas de muerte a distintos dirigentes públicos –la propia Ayuso, miembros del Gobierno central y el candidato de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, además de la directora general de la Guardia Civil– que Vox ha llegado a poner en duda. 

Esa es la principal estrategia adoptada por los populares desde que, la semana pasada, las primeras cartas con balas a miembros del Gobierno y al líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, dieran un vuelco a la campaña madrileña y, sobre todo, después de que los tres partidos de izquierdas, tras las provocaciones en el debate en la SER de la candidata de Vox, Rocío Monasterio, decidieran tejer un cordón sanitario a la extrema derecha –rechazado por Ayuso– negándose a sentarse con la formación de Santiago Abascal en más debates electorales. También después de que el martes los Mossos d'Esquadra alertaran del envío de otra carta con balas a la propia Ayuso, interceptada por Correos en Sant Cugat del Vallès (Barcelona) antes de ser remitida a la presidenta madrileña, y de que las autoridades encontraran una misiva más en el distrito de Vallecas de Madrid, dirigida a la Guardia Civil pero destinada a amenazar a Iglesias.

“España es una tierra de concordia en la que hay convivencia civil, no hay crispación. Al PSOE le conviene la tensión en campaña, por eso todas las campañas resucitan a Franco, legislan en lo moral, y enfrentan por sexo o por género”, lamentó Casado el miércoles. “Pero ya no cuela. En España no hay un problema de convivencia, hay un problema de polarización instigada por el Gobierno”, dijo. El líder del PP pronunció estas palabras en un acto de campaña en el que Casado, a solo seis días elecciones, volvió a recurrir a la ya desaparecida banda terrorista ETA –habitual mantra de la derecha contra la izquierda– con fines partidistas.

Fue un mitin en el que los populares reunieron a unas pocas víctimas del terrorismo que cargaron contra el Gobierno y pidieron directamente el voto para Díaz Ayuso, la “única candidata”, a su juicio, que trabaja por sus intereses. Durante el coloquio, el consejero de Interior y Justicia de la Comunidad de Madrid, Enrique López, que es a su vez el número cuatro de la lista de Ayuso para el 4M, aseguró que el martes “también se vota” sobre ETA. “Rufián y Otegi no votarían a Ayuso, votarían a Gabilondo, Iglesias o Mónica”, añadió él, tratando de vincular a los dirigentes de ERC y EH Bildu con el terrorismo.

En ese acto, en un mismo discurso Casado culpó a la izquierda de la crispación y, a renglón seguido, dijo que “el Gobierno no está acabando con ese relato de equidistancia cómplice e ignominioso entre víctimas y verdugos”. “Pedro Sánchez ha necesitado de un partido como Podemos, declaradamente comunista, al que le parece muy bien la dictadura que hay en Venezuela, y ha tenido que contar con partidos como Bildu, que no ha condenado los asesinatos de ETA”, señaló. También aseguró que el Gobierno está “acercando presos al dictado de Bildu”, obviando que cuando ETA mataba, el Gobierno de José María Aznar, padrino político de Casado, acercó a más de 400 presos de la organización terrorista. En su escalada, el líder del PP aseguró que Sánchez dice “que los de Bildu tienen que estar a los mandos del Estado”, unas declaraciones que en realidad nunca ha hecho el presidente del Gobierno. 

En realidad, el mismo Casado que ahora llama a luchar contra la “radicalidad” lleva azuzando la crispación desde que ganó las primarias de 2018, lanzando durísimas acusaciones y utilizando directamente la descalificación y el insulto contra el Gobierno progresista al que, desde su nacimiento, el principal partido de la derecha siempre ha considerado como ilegítimo.

También Ayuso ha basado toda su estrategia desde que es presidenta de la Comunidad de Madrid en el choque perpetuo con el Gobierno de coalición de PSOE y Podemos. Tres días después de la investidura de Pedro Sánchez, la ahora candidata del PP a las elecciones del 4 de mayo se presentó como el “dique de contención” del Gobierno central liderando la oposición desde el minuto uno desde una institución, algo que no se ha visto en el resto de autonomías gobernadas por los populares. 

“El nuevo gobierno radical de izquierdas, apoyado por los independentistas, no nos va a detener”, dijo en una comparecencia desde la Puerta del Sol. “Todo ataque a la libertad será respondido convenientemente”, añadió. Trece días después fichó a Miguel Ángel Rodríguez, el que fuera secretario de Estado con José María Aznar, como jefe de gabinete, que se ha empleado a fondo desde su posición para crear un perfil propio de una política hasta entonces casi desconocida, principalmente desde la confrontación constante con el Gobierno central.

Ayuso: “Iglesias fomenta la violencia”

Tras conocerse ese mismo lunes el envío de una nueva carta amenazante, la que le llegó a la ministra de Industria, Reyes Maroto, que contenía una navaja aparentemente ensangrentada, Casado evitó mencionar a la también titular de Turismo y se limitó a rechazar “cualquier amenaza o agresión”. Refiriéndose a esa misiva contra Maroto, el vicesecretario de Comunicación del PP, Pablo Montesinos, aseguró este martes, que el PSOE estaba “sobreactuando” por denunciar las amenazas y volvía a insistir: “No es buena la radicalidad ni la crispación”.

También Ayuso ha condenado con la boca pequeña las amenazas para después señalar al candidato de Unidas Podemos como el culpable por “alentar la violencia” desde que llegó a las instituciones. Ayuso acusó este martes a Iglesias de haber “fomentado y contemporizando con la violencia”. “Ese clima de tensión y de miedo a él le gusta, disfruta con él”, añadía la presidenta madrileña que calificó de “circo” la denuncia de las amenazas que han recibido miembros del Gobierno. 

Ayuso se encontró entonces las elecciones donde no las quería: con una izquierda más movilizada frente a la extrema derecha a la que se niega a aplicar un cordón sanitario. Pero fue el PP el que planteó las elecciones madrileñas como una dicotomía primero entre “socialismo o libertad” y, desde que se presentó Iglesias, entre “comunismo o libertad”, lemas que calcan los mensajes populistas de Donald Trump o Jair Bolsonaro con el objetivo de polarizar al electorado. 

El pasado 31 de marzo, durante el acto de presentación de la candidatura de Ayuso, el propio Casado arremetió contra “la granja orwelliana” que “representa el comunismo” presente, a su juicio, en el Ejecutivo central. Casado hacía así alusión al libro de George Orwell Rebelión en la granja, de 1945, una sátira sobre las técnicas del control del pensamiento de masas que se redactó pensando en el régimen soviético de Stalin.

Durante su discurso ante la plana mayor del PP de Madrid, Casado también acusó a Pedro Sánchez de “derruir los valores de la libertad, del humanismo cristiano” o “del respeto de la nación” y presentó a Ayuso como la alternativa al “Gobierno Frankenstein”, al que acusa de hacer “ingeniería social”, y que, a su juicio, “quiere generar un jovencito Frankenstein en Madrid”.

Hace apenas diez días, el líder del PP volvió a compararse con la oposición venezolana, algunos de cuyos dirigentes están encarcelados. Aprovechando un acto de precampaña junto al líder opositor venezolano Leopoldo López, exiliado en España, Casado dijo que desde el Gobierno “se habla de expropiar viviendas, de fijar precios de alquileres con viviendas privadas, de expropiar medios de comunicación, expropiar empresas y hacer una especie de plan quinquenal sobre el modelo productivo y se habla de impuestos confiscatorios”. 

En su opinión, el “populismo” suele empezar “corrompiendo normas no escritas de la democracia” como a su juicio ocurre en España con el intento de “acabar con las mayorías constitucionales o del Consejo de Europa en la elección de los jueces”. “Sólo desde las ideas liberales podremos salir de los momentos oscuros en los que este virus, el de la pandemia, y este virus, el del populismo, ataca a nuestro Estado de derecho, nuestras sociedades libres”, dijo. 

La estrategia del gobierno “ilegítimo”

Este tipo de discursos han sido una constante en los últimos dos años. Casado nunca ha escatimado en descalificaciones contra el Ejecutivo de PSOE y Unidas Podemos, al que ha llamado “social comunista”, “populista”, “bolivariano”, “dictatorial” y hasta “filoetarra”. Para el líder de los populares, el Gobierno es ilegítimo desde el mismo momento de la investidura de Sánchez, porque este pactó para poder ser elegido con Unidas Podemos, una formación que el PP considera que está al margen del sistema, con fuerzas independentistas catalanas y con EH Bildu, para aprobar los Presupuestos. 

En diciembre, Casado le llegó a decir a Sánchez en el Congreso que el voto de EH Bildu a los Presupuestos del Gobierno fue como si el presidente francés, Emmanuel Macron, hubiera pactado con los terroristas de Bataclan o como si el presidente estadounidense, Joe Biden, lo hiciera con Al Qaeda. “Ha pactado con los del Hipercor, le dijo Casado en el Congreso, en alusión al sangriento atentado de ETA de 1987, en el que fueron asesinadas 21 personas.

En sus argumentarios internos, la dirección de Casado ha pedido en los últimos meses a todos sus cargos que denuncien “el sanchismo” y “todos aquellos movimientos que orbitan en torno al sanchismo y su plan para acabar con el sistema constitucional, que de manera intencionada llaman régimen”. “El régimen, su régimen, es lo que pretenden instaurar en España”, ha llegado a decir la dirección del PP que a raíz de la pandemia que provocó la declaración del estado de alarma, ha tratado de difundir, además, la idea de que PSOE y Unidas Podemos quieren instaurar una “dictadura” en España. Hace solo una semana, Génova 13 pidió a todos sus dirigentes que acusaran al Gobierno de “blanquear dictaduras”.

Cuando se decretó el confinamiento, Casado dijo que Sánchez había “estabulado” a los españoles. Y desde el inicio de la pandemia, toda la maquinaria del PP ha estado dedicada a tratar de tumbar al Gobierno, al que dejó de ayudar en la lucha contra la COVID-19 solo dos meses después de que se iniciara la crisis sanitaria. Desde entonces, los populares votaron en contra de las sucesivas prórrogas del estado de alarma, rechazaron medidas para hacer frente a las consecuencias económicas de la pandemia y trataron de torpedear en Bruselas la llegada de los fondos europeos. En todo momento, acusaron al Ejecutivo de actuar de forma antidemocrática y de querer acabar con derechos y libertades. La acusación más grave contra el Gobierno, que siguen repitiendo tanto Casado como Ayuso, es que el Gobierno “oculta” el número real de muertos por la pandemia, pese a que estas cifras las reportan diariamente las comunidades autónomas al Ministerio de Sanidad.

También desde la Puerta del Sol el enfrentamiento contra el Gobierno durante la crisis sanitaria ha sido una constante en la estrategia de Ayuso por hacerse con un perfil propio en la política nacional. En plena desescalada, la presidenta madrileña llegó a alentar las protestas de Núñez de Balboa pese a la situación aún crítica de la epidemia. “Esperen a que la gente salga a la calle, que lo de Núñez de Balboa les va a parecer una broma”, dijo entonces Ayuso desde la Asamblea de Madrid llamando a la movilización. 

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