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El PP se olvida de la moderación y recupera el discurso de Casado en el debate del estado de la nación

La portavoz parlamentaria, Cuca Gamarra, entre el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, y el portavoz en el Senado, Javier Maroto.

Aitor Riveiro

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La portavoz parlamentaria del PP, Cuca Gamarra, es casi la única dirigente de Pablo Casado que Alberto Núñez Feijóo ha mantenido en su ejecutiva con mando en plaza. De hecho, fue ascendida a secretaria general, teórica número dos de la organización. Quizá ese nexo explique la estrategia del principal partido de la oposición en el debate del estado de la nación, que ha vivido este martes su primera jornada. Un discurso que en la forma quizá no recuerde a los que protagonizaba Pablo Casado, dado a los aspavientos y a un tono muy duro contra el Gobierno. Pero que en el fondo, en las materias abordadas, bien podría haber firmado quien ganó el primer, y único, congreso abierto en la historia reciente del partido.

Gamarra ha asumido en persona la réplica al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con un silente Feijóo ocupando a su izquierda el asiento en el que una vez se sentó Casado. Su condición de senador le permite acceder al Pleno del Congreso y seguir los debates en vivo y en directo, pero no intervenir en ellos. El presidente del PP podría haber hablado, eso sí, en los pasillos del Parlamento, o en alguna de sus instalaciones. Pero la dirección del PP optó por una estrategia diferente. “Es el día de Cuca”, apuntaron en las horas previas a un debate al que el Ejecutivo ha llegado en peores condiciones de las que sale.

El PP anunció en los días previos al debate que su intención era hablar “del estado de los ciudadanos”. Una referencia a la situación de la economía real, a las consecuencias que la imparable escalada de precios tiene en el bolsillo de los españoles. La respuesta del Gobierno llegó en el discurso inicial de Sánchez, quien planteó una batería de medidas entre las que destacan, por su profunda carga económica e ideológica, la implantación de un impuesto extraordinario y temporal a los beneficios de las empresas energéticas y a la banca.

Pero Gamarra pasó de puntillas por este anuncio. De hecho, lo primero que hizo la secretaria general del PP fue usar casi un tercio de su tiempo de réplica a patrimonializar para su partido a las víctimas del terrorismo y a promover un homenaje imprevisto al concejal de Ermua (Bizkaia), Miguel Ángel Blanco, de cuyo asesinato se cumplía este mismo martes el 25 aniversario.

Pero lejos de ofrecer un discurso de unidad, Gamarra dijo que “la rebelión cívica” que provocó el asesinato de Miguel Ángel Blanco, y que dio lugar a lo que se llamó entonces Espíritu de Ermua, coloca al PP frente al Gobierno. “Reafirmamos el compromiso de seguir buscando memoria, reparación y justicia”, dijo Gamarra. Y añadió: “El mismo espíritu de rebelión cívica que alimentó a los españoles contra ETA hace 25 años es el que nos sitúa ahora frente a este Gobierno”.

Todo, a cuenta del apoyo de EH Bildu a la Ley de Memoria Democrática que previsiblemente el Congreso enviará este jueves al Senado. Los diputados de la coalición vasca han secundado el minuto de silencio por Miguel Ángel Blanco promovido por Gamarra desde la tribuna. “La derogaremos y recuperaremos el espíritu de la Transición”, concluyó Gamarra.

El acuerdo con Bildu, que tiene cinco diputados, así como con el resto de grupos que permitirán sumar la mayoría de la Cámara Baja, llevan al PP a sostener que “la mentira” es “el balance de la gestión” de Sánchez, “la síntesis”. Y de ETA, a Catalunya a cuenta de la reunión con el president de la Generalitat prevista para este viernes: “¿Qué nuevas decisiones hará el viernes a Pere Aragonés? No podemos fiarnos de sus respuestas. Su logro es la devaluación total de la palabra dada”.

La legislatura, según el PP, se asienta así en un pacto indigno con Bildu y ERC. En la ruptura de una promesa. Es lo que Casado ya señaló en enero de 2020 como un “Gobierno ilegítimo”. El entonces presidente del PP planteó un mandato corto para Pedro Sánchez. En el edificio del número 13 de la calle Génova de Madrid confiaban en que el acuerdo de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos, sustentado en una leve mayoría parlamentaria progresista y plurinacional, estaba condenado a desintegrarse en pocos meses. Dos años y medio después, la nueva dirección que se reúne cada miércoles en la misma sala mantiene la tesis.

El Gobierno frankenstein no da más de sí, es un Gobierno fallido y agotado”, dijo Gamarra desde la tribuna, solo para escuchar en la réplica a Sánchez decir, una vez más, que su intención es agotar la legislatura, a finales de 2023. Con vaivenes y problemas, la mayoría precaria de 2020 se convirtió en más numerosa y estable.

El plan económico de Feijóo, otra vez

A Gamarra le costó entrar en materia, pero lo hizo por el actual flanco más débil del Gobierno: la economía. Y, en concreto, la economía doméstica. Un IPC al 10% es una bicoca para cualquier oposición, y desde el partido que lidera quien prometió moderación, pactos, gestión y fiabilidad, señalaron directamente al presidente del Gobierno: “No es solo responsabilidad de Putin, también de usted y de su falta de políticas”.

Gamarra reiteró desde la tribuna el plan económico que Feijóo ya planteó hace semanas y cuya propuesta estrella pasa por deflactar en el IRPF de los trabajadores el aumento de precios. Un planteamiento que, reconocen en el PP, no acabará con la inflación. Pero que, a diferencia de la política de redistribución fiscal que plantea el Gobierno, “deja el dinero en los bolsillos de la gente”.

Esta fue la misma receta que ya ofreció Casado en plena pandemia: bajar impuestos. De hecho, Gamarra ha recuperado este martes una vieja reivindicación de su ya exjefe de filas: una ley de pandemias. Ahora, el PP reclama una autoridad independiente para participar del reparto de los fondos europeos. Sánchez, en una de las escasas referencias que ha hecho a Feijóo desde la tribuna, ha ironizado con los continuos mensajes que lanza la oposición contra la gestión de los fondos. El senador dijo que no conocía ninguna empresa que hubiera recibido fondos europeos desde las instalaciones de una que se había adjudicado 2,1 millones. No fue un lapsus: volvió a repetir la idea en un acto con empresarios catalanes. Minutos antes, el exministro Josep Piqué había dicho que “Alberto no miente”.

Otro mantra habitual del PP, muy esgrimido siempre por Casado, es la crítica al tamaño del Gobierno de Sánchez y presentar una hipotética reducción de ministerios y asesores como la panacea para reducir el déficit español, la deuda y, por tanto, los impuestos: “Los españoles tienen que prescindir de lo más básico para pagarle a usted su Gobierno. ¿No va a planteare ni una medida de reducción del gasto improductivo, comenzando por su macrogobierno?”.

Gamarra ha planteado reducir el IVA de la factura del gas, como se ha hecho con la eléctrica, y plantear a la UE que permita a los países miembro bajar el impuesto de Hidrocarburos. Un progreso en el PP, que hace no tanto reclamaba por boca de su líder que el Ejecutivo lo hiciera sin encomendarse a las autoridades comunitarias.

Casado acusó en su momento a Pedro Sánchez de “traidor”, a imagen y semejanza de lo que hiciera en su día Mariano Rajoy, también como jefe de la oposición, con José Luis Rodríguez Zapatero. Sin usar una palabra tan gruesa, Gamarra ha reiterado las acusaciones de que el Gobierno de coalición está “asaltando” las instituciones. Desde el INE y el maquillaje de los datos del paro, al CIS y el Poder Judicial, pasando por el Constitucional o incluso empresas como Indra, aunque este martes no ha ido tan lejos como hace pocos días, cuando llegaron a poner en duda la limpieza de las próximas elecciones generales.

“Ha hecho un discurso muy propio del PP de hoy, que es el de ayer y el de siempre. No ha cambiado”, le espetó Sánchez nada más comenzar su réplica. Quien no pronunció palabra fue Feijóo. El presidente del PP se reserva para este miércoles. Una entrevista radiofónica por la mañana antes de participar en la apertura del curso que el partido organiza en la escuela de verano de la Universidad Complutense en El Escorial. Hasta entonces, lo que queda es lo dicho por Gamarra.

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