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Sánchez recoge el guante de la ofensiva del PP y fía el éxito de la amnistía a una gran victoria en Catalunya

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el viernes en la Moncloa

José Enrique Monrosi

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Aunque el ruido de sables entre el Gobierno y la oposición lo ocupe casi todo en el día a día de la política, en la Moncloa saben que la auténtica partida decisiva de la legislatura no se juega en el cuerpo a cuerpo entre Sánchez y Feijóo sino en las urnas catalanas el próximo 12 de mayo. Ese domingo, el resultado de las elecciones en Catalunya lo determinará casi todo: si el independentismo mantiene o no su larga hegemonía parlamentaria, si el efecto Puigdemont conserva el tirón de antaño para Junts o si ERC resiste tras liderar el Govern. Y también si la respuesta de la sociedad catalana al impulso de la ley de amnistía se convierte en un amplio respaldo al candidato socialista, Salvador Illa, y de paso en un balón de oxígeno para el Gobierno de Pedro Sánchez .

Es con ese último escenario con el que se trabaja en la Moncloa, donde la mirada está puesta en el porvenir de una legislatura ahora pausada. El adelanto electoral en Catalunya precipita todas las incógnitas que debían haberse despejado en febrero de 2025. De celebrarse cuando tocaban, la carrera electoral a la Generalitat no se hubiera producido con el proyecto de ley de la amnistía a medio tramitar. Y, probablemente, hubiera permitido que la mayoría parlamentaria que sustenta al Gobierno aprobase unos Presupuestos Generales del Estado que habrían dotado de cierta estabilidad al mandato de Sánchez. 

Pero todo eso ya es pantalla pasada en el PSOE, donde ahora se vuelcan en la especialidad de su líder: adaptarse a la circunstancias. Y lo hacen con unas expectativas de éxito en Catalunya incluso superiores a lo que ahora reflejan las encuestas, que ya coinciden de manera unánime en situar al PSC como primera fuerza. Durante el viaje oficial a Oriente Próximo, el propio Sánchez trasladó en una conversación informal a los periodistas el convencimiento de que Illa mejorará las previsiones demoscópicas y que su victoria será lo suficientemente contundente como para permitirle liderar el nuevo Govern. Algo que, en opinión del presidente, también tendría impacto en la estabilidad de la política nacional. 

El presidente asume que el 12M supone, en realidad, el gran examen de los socialistas respecto a la arriesgada apuesta de la amnistía. Más allá de la geometría parlamentaria que el 23J hizo imprescindible a los partidos independentistas catalanes para la gobernabilidad del país, detrás de la medida de gracia hay una apuesta estratégica por terminar de sepultar los coletazos del procès y sus consecuencias en forma de choque institucional y político entre Catalunya y el resto del Estado. Y eso es precisamente lo que en el PSOE se espera que revaliden las urnas. 

Si como apuntan varios sondeos y las propias previsiones de los socialistas el independentismo pierde por primera vez en cuatro legislaturas su mayoría parlamentaria y el PSC obtiene una holgada victoria, en la Moncloa creen que el éxito de la amnistía quedará constatado y que el mensaje político será rotundo. “Si ganamos y gobernamos en Catalunya se estará demostrando que la sociedad catalana valora el rumbo que hemos tomado. Y eso en sí mismo será un mensaje muy importante, de mucha fuerza para todo el mundo”, comentó el presidente en esa misma conversación sobre la estabilidad de su mandato.

La gran incógnita es saber cuál será la reacción del siempre impredecible independentismo, especialmente en el caso de Carles Puigdemont. Un buen resultado del expresident que le deje incluso las puertas abiertas del regreso a la Generalitat supondría un espaldarazo a las tesis independentistas más ortodoxas y echaría en buena medida por tierra los planes del PSOE de sepultar el procès y de guardar en un cajón unas demandas de referéndum explícitas también por parte de Esquerra. El escenario contrario tampoco está exento de dudas, ya que la irrelevancia en Catalunya o la exclusión de un Govern podría dejar sin incentivos a los siete diputados de Junts en el Congreso para mantener el apoyo al Ejecutivo de coalición. Pero la lectura en la Moncloa, sin embargo, es otra. 

Creen en el equipo del presidente que una amplia victoria de Salvador Illa sería el éxito de la política “del reencuentro y no de la división”, y que eso podría ser concluyente a la hora de matizar los postulados más ambiciosos y rupturistas del independentismo. Tras las europeas del 9 de junio, además, la esperanza del Gobierno es un horizonte sin elecciones previstas hasta 2026, un escenario mucho más propicio para la estabilidad política.

En ese contexto, Pedro Sánchez no rebaja las expectativas de agotar de nuevo un mandato largo al frente del Ejecutivo y apuesta por aprobar los Presupuestos del año que viene y no convocar elecciones hasta cuando toquen, en 2027. “La legislatura está garantizada hasta 2027 más que le pese a la derecha”, comentó a la prensa el presidente esta semana durante su viaje oficial. 

Sí asume Sánchez que la ofensiva de la derecha no se detendrá en los próximos meses, aunque hace hincapié en rebajar la trascendencia de esa estrategia en la gobernabilidad del país. El llamamiento del presidente a su partido es “no caer en el juego” del PP pero mantener el pulso frente a los ataques recibidos, especialmente en los que tienen que ver con la corrupción. 

En el entorno del presidente no ocultan el profundo malestar que existe con el líder de la oposición por haber hecho bandera del señalamiento a la pareja de Pedro Sánchez en torno a una serie de informaciones sin acusaciones directas detrás. Algo que interpretan como una mera reacción al escándalo que salpica a Isabel Díaz Ayuso. “Nosotros echamos a Ábalos con el ‘caso Koldo’, ellos atacan a la pareja del presidente con el caso de Ayuso, esa es la diferencia”, apuntan en Ferraz. 

A pesar de ello, el propio Sánchez asegura estar dispuesto a acudir a la comisión de investigación impulsada por los populares en el Senado. “Si tengo que comparecer, comparezco”, comentó también a la prensa. Mientras tanto, en el PSOE le hacen caso y pasan al contraataque justo cuando se abre paso la primera de las tres campañas electorales que marcarán la primavera, la de las vascas del 21 de abril. 

“Estamos ante la mayor expresión del trumpismo que podamos encontrar hoy en Europa, en clara pugna con otros nombres propios de la ultraderecha del continente”, señalan en la dirección del partido respecto a Ayuso y Feijóo, que esta semana llegó a asegurar que la clase política española “es la peor en 45 años”, incluido él mismo. “Si quiere hacer algo para mejorar lo que define como clase política, puede comenzar ya. Eso, si tiene arrestos para meterse donde fracasó su predecesor, tarea que le costó el puesto”, dicen en Ferraz respecto al escándalo de Ayuso.

Para la campaña de tres meses que se avecina, los socialistas recuperan además las banderas del 23J. Tras el choque institucional al más alto nivel entre el Ejecutivo con varias comunidades autónomas gobernadas por el PP y Vox por su ofensiva contra las leyes de memoria democrática, Pedro Sánchez apareció por sorpresa esta semana en las excavaciones del Valle de Cuelgamuros, de donde el Gobierno sacó los restos del dictador la pasada legislatura y donde ahora se llevan a cabo las tareas de exhumación de las víctimas del franquismo. “Lo que estamos constatando con los gobiernos autonómicos alianzas de PP y Vox es de la que nos libramos a nivel general el 23J”, comentó el presidente en la conversación informal con los periodistas convencido, una vez más, de que esa seguirá siendo para Feijóo una estrategia perdedora. 

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