Mario Conde, antisistema
Los militantes y simpatizantes de Sociedad Civil y Democracia, el partido de Mario Conde, alaban el “carisma” de su líder. También sus “estigmas”, que en este caso no son llagas sino una forma piadosa de definir su estancia en prisión. A más de 3.000 no les parece relevante el detalle y han llenado hoy el auditorio del Palacio de Congresos de Madrid. Por los altavoces, atrona “We Will Rock You”. ¿Qué les mueve? Dicen que cambiar el sistema político, instaurar una auténtica separación de poderes y defender la familia y la unidad de España.
“Yo no sé si ha robado o no, todos lo hacen, pero él es el único que ha pagado por ello”, cuenta María Dolores Jiménez, que se ha venido desde Valencia. Argumenta que Conde no es un político sino “un tío de la calle” que puede impulsar la regeneración. Esta militante recién inscrita, previo pago de la cuota de 50 euros anuales, solo ha votado una vez. Desde su experiencia como trabajadora de una subcontrata de la Generalitat valenciana, critica a todos los partidos, en especial al PP: “Créeme, es el partido más corrupto que hay”.
Hay bastante gente mayor, pero sorprende la gran cantidad de estudiantes universitarios. Alejandro Asenjo, de 23 años, aclara que SCyD no es “como el PP pero limpito”, sino una formación de centroderecha y liberal “que busca la participación y da importancia a las Iniciativas Legislativas Populares”. Nada en común con UPyD, defiende, “ellos también son de la casta política”.
A las puertas del congreso no hay autocares ni dentro mesas con café y bollos. Todos se han pagado el transporte y el desayuno de su bolsillo. Lógico, dado que SCyD defiende “el fin de las subvenciones a partidos, sindicatos y ONG de dudosa utilidad”. También se puede comprobar que no todos los antisistema llevan rastas. Aquí abunda el pelo engominado o los chavales con flequillo de cortina estilo Justin Bieber. Los de edad avanzada visten americana con botones dorados pero se definen como “revolucionarios”. Su revolución pasa por castigar a los políticos tradicionales, cambiar el sistema de elección de los jueces y atajar “la deriva nacionalista”. En su diccionario, el populismo no es algo negativo.
Lorenzo Abadía, tertuliano de “El gato al agua” en Intereconomía y cuadro medio del PP aragonés hasta hace un año, es el primer orador de la mañana. Carga contra “el Estado oligárquico”, dice “España” muchas veces y habla de un poder judicial “que arrastra las togas por el polvo del camino”. ¿Los sindicatos? “Maquinarias públicas de parados”. La patronal tampoco se libra: por su “apoltronamiento”. Abadía también es aficionado a decir “no nos representan” y pide “democracia real”. De hecho, tras dejar el PP, coordinó la plataforma Red Democrática, pasó por la acampada de Sol con motivo del 15M y participó en asambleas. Su discurso coincide con el de algunos miembros de la corriente más liberal de Democracia Real Ya, que lo arroparon en junio durante la presentación de su libro “Mando a distancia: Herramientas digitales para la revolución democrática”.
Una vez aprobados los estatutos por unanimidad y hecho un descanso, llega el momento triunfal de Conde. Antes de que abra la boca se oye “¡Viva España”. El exbanquero, que se ha dejado el acento gallego en Pontevedra, empieza diciendo que su biografía tiene “luces, sombras y decorados” y que la conocen todos. No lleva papeles. Micro en mano y paseando por el escenario, dice que improvisa porque no es como Rajoy, “que luego pide tiempo en la tele porque no entiende su letra”.
Conde tiene un discurso poco ordenado y aún no domina las pausas. Salta de la época en la que tuvo una “posición envidiable” y controlaba “el banco” a recordar los momentos en que “entraba en prisión todas las tardes porque la cogieron conmigo”. Se proclama defensor de los estafados por las preferentes, clama contra el secesionismo catalán, contra la traducción de lenguas en el Senado y contra la existencia de nacionalidades, entre otras muchas cosas.
“Hemos pasado del Pujol, enano, habla castellano al Pujol, eres el más grande”, suelta para probar que ningún partido es “verdaderamente nacional” si pacta con nacionalistas. De momento, aspira a la Xunta y es cabeza de lista por Pontevedra, como Alberto Núñez Feijóo. Por eso llama a “crear en Galicia un precedente general para toda España”.
Conde aspira a obtener representación, pero no las tiene todas con él. Quizás por eso dice ser consciente de que su “obra” va a llevar tiempo y que quizá él no la verá terminada. No le importa. Argumenta que los gallegos han construido catedrales “porque saben que todas las piedras son importantes y tienen que estar pulidas”. Cuando llega el momento de votarlo, todos levantan la cartulina del “SÍ” (se cuenta a ojo) y alguien detecta una roja con un “NO”. “Trabaja en la COPE”, dice Conde, que unos minutos antes ha contado que está vetado en la emisora de la Iglesia.