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Los cementerios de bicicletas asiáticas brotan en España: “Se fueron con miles de euros sin pagar”

Bicis

Analía Plaza

En Villaverde, al sur de Madrid, hay una nave con 3.000 bicicletas amarillas sin estrenar. En Navalcarnero, otra con alrededor de mil. En Valencia deben de ser más de 2.000. Y en el barrio del Pilar, 60. Son de las compañías asiáticas Ofo y oBike, que en apenas un año han tenido tiempo de entrar en España, desplegar miles de bicis en varias ciudades y desaparecer sin dejar rastro y sin pagar: ni a sus usuarios, que les dejaron fianzas de 50 euros, ni a los proveedores a los que alquilaban almacenes.

“Se han marchado y nos han dejado a deber 6.000 euros: 4.800 en mantenimiento y el resto de almacén, por el que pagaban 300 euros al mes. Los responsables nos dijeron que les habían despedido y se iban a otro lado. Llevan meses sin pagar y tenemos ahí 60 bicicletas guardadas. Están nuevecitas, ¿qué hago con ellas?”, se lamenta Antonio Gálvez, dueño de Galytrans, una de las empresas subcontratadas por oBike.

oBike es una multinacional de Singapur que llegó en septiembre de 2017 a Madrid. De un día para otro, dejó 300 bicicletas en la calle disponibles para alquilar a través de su app. Un mes después, hizo lo propio en Granada con 250 bicis más. En diciembre ya había noticias de bicicletas rotas, colgadas de los árboles o tiradas en el río y de las medidas que la empresa tomaría contra los vándalos.

Ofo es una multinacional de China que desembarcó en Madrid en octubre de 2017. Siguiendo el mismo modelo que oBike, en pocos meses se expandió con más de 2.000 bicicletas en Granada, Marbella, Málaga y Valencia. En junio de este año, Ofo anunció que cerraba en casi todos los mercados y que, en Europa, se quedaba solo con París, Londres y Milán porque el resto no le eran rentables. Como llevarse las bicis de vuelta a China salía muy caro, Ofo trató de vendérselas a los repartidores de Glovo, que las rechazaron por ser muy pesadas, y terminó cediendo 50 unidades al club de la bicicleta de Cataluña BACC.

Las bicicletas de oBike, por su parte, desaparecieron misteriosamente de las calles de ambas ciudades. Y los usuarios, que habían pagado 49 euros de depósito para cogerlas, se encontraron con que ni se lo devolvían ni nadie respondía a sus quejas.

Hoy sabemos que las bicicletas de ambas empresas están desperdigadas en varios almacenes del país y que, al menos en el caso de oBike, han dejado a deber dinero a sus proveedores. Llevan varios meses sin pagar a Galytrans, que les hacía el mantenimiento, a Asecomex, que se las guardaba y a un empresario de Navalcarnero al que también le alquilaban una nave. “Estoy en contacto con un señor chino que dice que vendrán a liquidar deudas a principios de año”, dice. “Pero ahora mismo no sé ni lo que tienen ahí”.

La corta vida de oBike

“Yo llegué a la empresa porque vi el anuncio en un grupo de Erasmus de Facebook. Me llamaron al día siguiente. Hice entrevistas con gente de Shanghai por Whatsapp y me cogieron en una semana”, explica uno de los pocos empleados que tuvo oBike en España, que prefiere permanecer anónimo. “Tuve una reunión en Madrid con el jefe de expansión, chino, y con Lin, jefe de operaciones. Él era de Barcelona y ejercía de nexo, porque el resto de directivos no hablaban español y se defendían como podían en inglés”.

oBike montó una pequeña oficina en la calle Leganitos, en Madrid. Aunque sacó sus bicis a la calle en octubre, no constituyó sociedad en España hasta mediados de diciembre de 2017. “Nos contrataba una empresa en Holanda. Decían que en dos semanas estaría todo el papeleo hecho, pero la empresa española no llegaba”, continúa el antiguo trabajador. “Y nos dimos cuenta de que nos pagaban en negro: seis euros la hora, pero por transferencia bancaria. Si un festivo no trabajábamos, no cobrábamos. Éramos todos jóvenes, algunos en la universidad, y al principio pensábamos que era legal, porque habíamos firmado un contrato”.

La empresa española −OB Europe Holding B.V− se constituyó el 14 de diciembre a nombre de Hispacolex, un bufete jurídico andaluz que prestó sus servicios como representante legal. Para entonces, el equipo ya se había encargado de poner en marcha toda la actividad. Las bicicletas estaban en Madrid, donde apenas se usaban, y Granada, donde tuvieron buena acogida al ser una ciudad más plana. Los empleados no se encargaban de las operaciones, sino que las subcontrataban. “Nos pidieron que buscáramos almacenes. Había que levantar la empresa entera: enseñar a los de mantenimiento a usar la app, trazar rutas... Yo terminé yendo en la furgoneta con ellos buscando las bicis”.

Como ya había sucedido en China y otros países europeos, las bicicletas se toparon rápidamente con gamberros y ladrones. “Más que en el río, terminaban en el chatarrero”, continúa nuestra fuente. “No encontrábamos la mitad de las bicis que íbamos a buscar. Sabíamos que al principio habría muchos robos: en Sevilla el primer año perdieron el 80% de la flota. También se detectó que muchas habían viajado a Rumanía”. Al contrario de lo que la empresa clamaba, las bicis no llevaban GPS incorporado sino que usaban la última localización que marcaba el usuario con su móvil al dejarla. Así eran más fáciles de robar y mucho más difíciles de localizar después.

Los ayuntamientos tardaron en reaccionar. Al menos, más que con los patinetes, que funcionan con un modelo parecido (sin aparcamiento fijo, alquilándose con una app y ocupando espacio público). En Madrid no llegó a aprobarse la concesión de licencia para empresas de bicicletas de alquiler, algo que sí ha sucedido con los patines en menos de tres meses. En Granada, aunque los políticos participaron en la presentación de las bicis, ni siquiera se enteraron cuando oBike desapareció. La única gran ciudad en la que no desplegaron flota ni OFO ni oBike fue en Barcelona, donde el consistorio dejó muy claro que allí no entraba nadie hasta no tener regulación.

Los trabajadores aguantaron hasta diciembre. “Nos dijeron que vendría un CEO español. Cuando llegó, vimos que el tema no cambiaba, que las órdenes seguían viniendo de China y que él no hacía nada por legalizar la situación, así que nos marchamos. Primero se fue otra compañera, luego yo, luego el de Valencia y luego el de Sevilla”, explica el trabajador. Contactado por este periódico, el CEO español, Pablo Pastega, explica que él solo estuvo cinco meses como consultor para la matriz en Asia. El jefe de operaciones y nexo con China, Lin, también dimitió en abril para volver a Barcelona.

¿Y las bicicletas? ¿Qué pasó? “En Navalcarnero descargamos cinco contenedores, unas mil bicicletas que iban a ir para la expansión y están sin tocar. Poníamos un nivel de bicis, cartones y más bicis encima. A nivel de riesgos laborales era una mina de oro”, continúa. En Asecomex, en Villaverde, hay 3.000 de sustitución. La empresa logística confirma que siguen allí y que “nadie se ha hecho cargo de los gastos hasta la fecha”.

Otras están en Galytrans, en el barrio del Pilar. “Nos las han querido comprar, pero no podemos venderlas. Tenemos un papel que nos permitía destruir las rotas y reciclar el hierro, pero las otras están ahí metidas ocupando espacio”, cuenta el dueño. “¿Y qué hacemos, nos las comemos? Cuando el Ayuntamiento de Madrid hizo esas concesiones a patinetes y bicicletas tenía que haber pedido una fianza”.

Muchos usuarios, tanto de OFO como de oBike, siguen sin recibir su depósito de vuelta. De hecho, OFO anunció esta semana que está al borde de la quiebra y que debe 147 millones de euros de depósitos, con la consecuente protesta de usuarios en sus oficinas. oBike, más pequeña, anunció en julio que debe 5,5 millones en el mismo concepto. Los 50 euros de fianza que dejaba cada cliente daban al negocio una buena bolsa para financiarse e invertir en otros sectores.

oBike y Ofo son solo dos de las múltiples compañías asiáticas de bicicletas de alquiler que surgieron hace ahora tres años. oBike solo recaudó 45 millones, pero OFO, invertida por Alibaba, superó los 2.000 millones de inversión. En China, donde los cementerios son al aire libre y mucho más espectaculares que aquí, han cerrado más de treinta empresas que hacían lo mismo. En España, quedan las bicicletas naranjas de Mobike, que fue adquirida por el gigante del comercio electrónico chino Meituan- Dianping.

Y aunque oBike ya esté desaparecida, podría tener un final parecido. Según el empresario de la nave de Navalcarnero, una tercera empresa es la que “está dando la cara” ante las deudas. Es la misma versión de Lin. “A mí me comentaron que se la habían vendido a una empresa de Norteamérica. Pero no tengo ni idea. Lo que sé es que se han ido”.

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