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Dos nuevos querellantes relatan las torturas de Billy el Niño: “Contaba los golpes que me daba para no perder la cordura”

Dos nuevas querellas contra Billy el Niño por torturas

Juan Miguel Baquero

Adolfo tenía 18 cuando fue detenido. Contaba los golpes para mantener un hilo de cordura. Llegó a sumar más de 200. Julio era un estudiante antifascista. Las primeras 36 horas recibió palizas de gran intensidad. Acabó orinando sangre. “Te vamos a llevar a Paracuellos y a darte dos tiros”, le decían. Son los relatos de Adolfo Rodríguez Gil y Julio Gomáriz Acuña, las nuevas víctimas del franquismo que han presentado sendas querellas contra Billy el Niño.

El más 'famoso' agente de la policía política de Franco, Antonio González Pacheco, suma estos casos a los siete presentados en los juzgados de Madrid, seis de los cuales ya han sido inadmitidos a trámite por la justicia. Billy el Niño está acusado de delitos de tortura en un contexto de crímenes contra la humanidad cometidos durante la dictadura en los calabozos de la Brigada Político Social (BPS) en la Dirección General de Seguridad (DGS), ubicada en la Puerta del Sol de Madrid.

Los querellantes buscan quebrar la impunidad del franquismo. El Gobierno de Pedro Sánchez ya anunció su idea de desbloquear las claves de Memoria Histórica, como el acceso a la justicia, y el propio ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, informa de que su departamento estudia cómo retirar las cuatro medallas al mérito policial que acumula González Pacheco con un aumento del 50% de su pensión.

Pero el “sádico terrorista de la tortura”, como le definen sus víctimas, usaba tácticas de tortura y ensañamientos por los que no merece medalla o condecoración alguna. Billy el Niño usaba “una violencia descontrolada y desmesurada”, como describen Adolfo y Julio a eldiario.es. Ambos sufrieron represión durante días en los calabozos de la Puerta del Sol.

La querella de Julio Gomáriz registra además diversos documentos “oficiales” que acreditan su testimonio, como partes de lesiones y de actividades policiales o el sumario del Tribunal de Orden Público (TOP). Con estas nuevas acciones intentan tumbar la impunidad del régimen franquista. Hasta ahora, Billy el Niño solo pasó ante un tribunal para que la Audiencia Nacional rechazara en 2014 su extradición a Argentina. E incluso la Dirección General de la Policía ha denegado una petición de este periódico que solicitaba el expediente del policía de Franco e incluso pidiendo opinión sobre el asunto al propio Antonio González Pacheco.

“Le entró un ataque de histeria, me quería ahogar”

“Vino Billy el Niño y otro 'social' conocido como El Gitano. Intenté entrar en casa de mi familia pero me pillaron en las escaleras. Mi padre les dijo que me quitaran las esposas y le amenazaron con pegarle un tiro”. Adolfo Rodríguez Gil tenía 18 años. Era su primera detención. La policía de Franco comenzó pronto “a ejercer una violencia desmesurada y descontrolada” sobre el joven militante antifascista. “Me desmayaron en la misma calle”.

Luego fue conducido a los calabozos de la DGS. “Los golpes en el primer trayecto eran parte del protocolo”, define. El bautismo en la sala de interrogatorios duró hasta entrada la madrugada. “Contaba los golpes para mantener la cabeza y una cierta cordura. El primer día fueron más de 100. A primera hora de la mañana regresaron otra vez”, recuerda en conversación con eldiario.es. Al final, según relata, fueron 200 golpes.

Billy el Niño era conocido por su ensañamiento y las tácticas que usaba para hacer daño. “Intentó la tortura del pato”, dice. Y la explica: “Te esposan por detrás de la rodilla, quedas agachado y te dicen que andes”. Con una doble función, dejar expuesto, sin opción de defensa, y desmoralizar al detenido. “Me zafé y saqué las manos”. Los policías colocaron a Adolfo cara a la pared. “Y me pegaron”. Más.

Las torturas siguieron durante varios días, según su testimonio, incluido en la querella presentada contra el más 'famoso' de los agentes represivos del último tramo de la dictadura de Francisco Franco. En la siguiente detención “hacía poco de la ejecución de Carrero Blanco y teníamos una reunión para preparar actividades contra la condena a muerte de Puig Antich”, rememora. En la DGS volvió a aparecer Billy el Niño.

“Le entró un ataque de histeria y me tiró al suelo, de espaldas, y me empezó a ahogar. Se las daba de karateka o algo así, y otros dos 'sociales' lo tuvieron que quitar de encima mía, me ahogaba”. Varias víctimas de Antonio González Pacheco han relatado situaciones límite bajo el 'trabajo' del condecorado expolicía franquista. “Era un poco más profesional, entre comillas, en su trabajo y en las torturas que el resto pero tenía una parte de visceralidad y sicopatía” que saltaba por los aires en algunos momentos, describe Adolfo Rodríguez.

“Te vamos a llevar a Paracuellos a darte dos tiros”

“Me detuvieron por primera vez en 1970 en una manifestación contra el imperialismo yanqui y los acuerdos que firmaba Franco con EEUU. Y me sancionaron”. Julio Gomáriz era un joven estudiante que militaba en la Federación Universitaria Democrática Española. Siempre “en la órbita” del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP). Hasta que tuvo que dejar los campus por el servicio militar.

“Los últimos años en la universidad aquello era un campo de batalla”, apunta. “Presencié como un 'social' disparaba y hería gravemente a un estudiante en el jardín entre las facultades de Física y Química”, cuenta. En el año 74 “volví”, dice Julio a este periódico, en un compromiso que pasó del estudiantil al “laboral y de barrio”. Gomáriz relata “una vida muy dura”, con numerosas detenciones arbitrarias y “gente que tenía que vivir de manera clandestina y a la que había que proteger”.

El 11 de agosto del 75 ocurrirá algo que le cambia la vida. “Trabajaba como fotógrafo de artes gráficas y me detiene Billy el Niño y otros tres miembros de la Brigada de Investigación Social, que se llamaban así”, precisa. En el coche policial recibe la bienvenida a golpes. Y amenazas como “te vamos a llevar a Paracuellos y te vamos a pegar dos tiros”, sostiene.

Cuando entró en la DGS descubrió el muerto que le querían adjudicar. “Me querían imputar la muerte de un Guardia Civil, una acción que había llevado a cabo el GRAPO como se comprobó más tarde. Pero claro, les faltaban culpables y les sobraban muertos”, afirma Julio Gomáriz. Por la importancia del crimen los 'sociales' nunca lo bajaron a los calabozos. Quedó custodiado arriba, “en los despachos de la Brigada Central”.

Billy el Niño, “un símbolo de la dictadura”

“Me golpearon con gran intensidad. Me hicieron 'la botella borracha', que te colocan en medio y los demás te dan puñetazos, patadas y lo que se les ocurría”. Así fueron las primera 36 horas. “Luego siguieron”. A veces le daban “algo de comer o beber, cuando se acordaban”. Y antiinflamatorios para rebajar las numerosas contusiones por todo el cuerpo del detenido. “Acabé orinando sangre por los golpes”. Algunos agentes le decían “te vas a enterar, te van a fusilar”.

Julio Gomáriz ha relatado su experiencia en el libro Relato de un miembro del FRAP (editorial El Garaje, 2018). Toda la documentación que figura en la obra está incluida en su querella contra Billy el Niño. Como detallados partes de lesiones, declaraciones, partes de actividades policiales y legajos de Instituciones Penitenciarias o el sumario del Tribunal de Orden Público (TOP). Cuenta cómo Billy el Niño se presentó dos noches en su celda “porque quería ser el chico más duro, el que sacaba más información... buscaba méritos”. El torturador era “un símbolo de la dictadura”. Y el régimen permitía “el trabajo sucio”.

Los militantes antifascistas vivían una “guerra” de resistencia donde eran “la parte más débil y, si sobrevivías, habías ganado”. Eso piensa a veces cuando despierta. Que al final han ganado. Aunque torturadores como Billy el Niño todavía no hayan sido condenados y continúen con medallas al mérito policial. Y aunque continúan vivas las secuelas: “Físicas no me quedaron, pero sí pesadillas, recordar la ansiedad de las detenciones, la persecución, recuerdos que de vez en cuando te vienen en situaciones bajas”.

Un paso más en la reparación es la querella contra Billy el Niño. “Resistí por el orgullo, por decir esta gente que son lo peor del mundo, no podrán conmigo”, recuerda Adolfo. “Salí vivo y bastante enterito, pero las cicatrices y las secuelas están ahí”, remata Julio. Los dos esperan respuesta de la justicia española. Por ellos “y por la memoria de miles de torturados” por la dictadura de Franco. “Este país tiene mucho que sanar”, dicen, “esperemos que el Gobierno cumpla”, explican.

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