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¿Es hora de investigar si el nuevo coronavirus salió de un laboratorio?

Entrada del mercado de mariscos Huanan, en Wuhan, lugar donde se detectó por primera vez el coronavirus.

Sergio Ferrer / Agencia SINC

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“La presencia de grandes reservorios de virus similares al SARS-CoV-1 en murciélagos de herradura, junto con la cultura del sur de China de comer animales exóticos, es una bomba de relojería”. La frase pertenece a un estudio publicado en 2007, una gota en el océano de avisos emitidos en los últimos años. También lo señala el informe publicado la semana pasada por un panel independiente a petición de la Organización Mundial de la Salud (OMS): la pandemia de COVID-19 podría haberse evitado y los motivos van más allá de enero y febrero de 2020. “Años de advertencias de una inevitable amenaza pandémica no fueron tomados en cuenta (…) a pesar de la tasa cada vez mayor con la que surgen enfermedades zoonóticas (de origen animal)”, aseguraba el análisis.

¿Pero de dónde salió el SARS-CoV-2? A día de hoy esa pregunta no tiene respuesta, como no la tiene para muchos otros patógenos, ni siquiera para algunos surgidos en el siglo XXI. “Una década ha pasado (…). Sin embargo, el origen del SARS-CoV-1 sigue siendo un mito”, concluía una revisión de 2013 sobre la pandemia de SARS de 2003. Ante este misterio, cualquier respuesta parece posible. Incluso que la COVID-19 empezara en un laboratorio de Wuhan (China).

“Tanto la teoría de un escape accidental de un laboratorio como la de un 'derrame' zoonótico siguen siendo viables”, aseguraban dieciocho científicos de renombre en una carta publicada esta semana en la revista Science. Su petición: investigar los orígenes del SARS-CoV-2 y hacerlo bien. “Debemos tomar (ambas hipótesis) en serio hasta que tengamos suficiente información. Una investigación adecuada debería ser transparente, objetiva y basada en datos”.

La hipótesis del laboratorio no implica que una mano humana esté tras el SARS-CoV-2, aunque sus defensores más controvertidos así lo sugieran. Lo más probable, dentro del ya de por sí improbable accidente, sería la liberación de un virus natural. Aunque muchos investigadores aceptan que la posibilidad del escape existe y debe ser investigada, no todos lo hacen con la misma intensidad. 

“Las probabilidades son pequeñas pero no diminutas, y es importante hacer una investigación creíble y exhaustiva del origen de la pandemia que incluya la posibilidad de un accidente de laboratorio”, comenta a SINC el virólogo experto en coronavirus de la Universidad de Utah (EEUU) Stephen Goldstein. “Sin embargo, priorizar esa hipótesis a expensas de investigar la ruta zoonótica convencional sería un error enorme”.

“Es posible pero improbable que el SARS-CoV-2 sea un virus natural que infectó a científicos chinos mientras tomaban muestras en cuevas de murciélagos”, opina el investigador de la Universidad Estatal de Luisiana (EEUU) Jeremy Kamil. “Es mucho más probable que fuera traído a Wuhan por comerciantes o criadores de animales salvajes”. Un estudio de 2003 detectó en estas personas altas prevalencias de anticuerpos frente a coronavirus similares al del SARS.

“Desapruebo la hipótesis del laboratorio, pero no podemos descartarla definitivamente”, asegura a SINC el investigador del King's College de Londres (Reino Unido) Stuart Neil. Otros tres virólogos consultados en privado para este reportaje hacen afirmaciones muy similares.

Los firmantes de la carta de Science creen que las probabilidades son mucho mayores. “Ambas hipótesis están todavía sobre la mesa porque no hay evidencia definitiva para ninguna de las dos”, afirma una de ellas, la investigadora del Instituto Tecnológico de Massachusetts Alina Chan.

Chan se ha convertido en una fiera defensora de la hipótesis del laboratorio en redes sociales, aunque hoy asegure que ninguna teoría merece más atención que otra, y tampoco descarta la posibilidad de que el virus fuera modificado o creado por seres humanos. “El problema es que no se ha investigado de forma rigurosa y creíble. Los estudios existentes se han centrado en mirar los orígenes zoonóticos”, asegura. Recuerda que los accidentes ocurren: en 2004 dos investigadores de Pekín se infectaron con SARS-CoV-1 y dieron lugar a un pequeño brote.

Kamil discrepa: “Ya ha habido investigaciones que no encontraron apoyo para la hipótesis del laboratorio, hay muchas evidencias y precedentes de una aparición natural”. Tampoco está de acuerdo el investigador del Scripps Research Institute (EEUU) Kristian Andersen, coautor de un estudio publicado en marzo de 2020 que concluía que la fuga del laboratorio era “improbable”.

Andersen ha criticado la carta de Science a través de Twitter. “Sugiere una falsa equivalencia entre (ambos) escenarios. Hasta hoy no se ha presentado evidencia creíble para apoyar la hipótesis del laboratorio, que sigue siendo especulación. En su lugar, hay datos científicos disponibles, derivados de investigaciones epidemiológicas, ecológicas, clínicas y genómicas, consistentes con una aparición natural (…) tal y como ha sido observada tantas veces en el pasado”. SINC ha intentado ponerse en contacto con él para este reportaje, pero ha declinado participar.

Esta “falsa equivalencia” de la carta, que pone ambas hipótesis al mismo nivel, es criticada por los virólogos consultados para este reportaje. También que la mayoría de los firmantes, como el epidemiólogo de la Universidad de Harvard (EEUU) Marc Lipsitch, parezcan escogidos más por su nombre que por sus conocimientos en coronavirus y su evolución.

Chan admite que la elección de Science para publicar la carta y el caché de sus firmantes no es casual. “El propósito es dar apoyo científico a la gente con el poder de lanzar una investigación internacional sobre la hipótesis del laboratorio”, explica. “Que puedan señalarla y decir que científicos de nivel de campos diferentes creen que es necesaria una investigación rigurosa de esta hipótesis”.

Aun así, Neil se pregunta si no es el momento de hacer una investigación más exhaustiva. “Creo que hemos llegado a un punto en el que hay preguntas que no van a desaparecer y la teoría del origen zoonótico puede tardar mucho tiempo en demostrarse”, dice.

El opaco Instituto de Virología de Wuhan

La hipótesis del laboratorio se remonta a los inicios de la pandemia, pues Wuhan cuenta con un Instituto de Virología en el que se estudiaban coronavirus. Que la pandemia comenzara en un país tan poco transparente como China hizo que la idea solo creciera con el tiempo. Sin embargo, para algunos investigadores la gota que colmó el vaso llegó este mismo año, tal y como señala la carta de Science.

La misión enviada por la OMS para investigar el origen de la pandemia decepcionó hasta a aquellos que piensan que el SARS-CoV-2 no salió de un laboratorio. Para empezar, el representante estadounidense, Peter Daszak, tenía un conflicto de intereses. Es el presidente de EcoHealth Alliance, una organización no gubernamental que financió la investigación del Instituto de Virología de Wuhan.

Además, el informe consideró “extremadamente improbable” la hipótesis del laboratorio pero solo “muy baja” la probabilidad de la teoría china que asegura que la pandemia llegó al país a través de comida congelada desde otra parte del mundo. Según Chan, el escape ni siquiera se investigó con seriedad.

Es por eso que Goldstein piensa que algunas de las reclamaciones de los defensores del escape son válidas. “Es razonable pedir un inventario de los congeladores y archivos del instituto con respecto a los virus no publicados hasta ahora que puedan estar en su colección —afirma—. Debemos ser realistas acerca de la posibilidad de que ese inventario ocurriera”.

Neil también ve importante aclarar “qué otros coronavirus de murciélagos se habían secuenciado allí”. En primer lugar, por su relación con el “incidente de la mina” en el que seis mineros contrajeron una pulmonía en 2012 tras visitar una cueva en la que había coronavirus similares. En segundo, por su posible conexión con la COVID-19: “Si hubieran secuenciado virus idénticos o inmediatamente anteriores al SARS-CoV-2 sería una señal de alarma importante”.

“También es razonable pedir los registros médicos de los científicos del instituto, que se discutieron en el informe de la OMS pero sin que se proporcionaran los datos”, añade Goldstein. Por último, en referencia a Darzsak, coincide en que “los investigadores que colaboraron con el instituto no deberían participar” en la investigación de esta hipótesis.

Furinas y codones

La hipótesis del laboratorio está rodeada de rumores, anécdotas, conspiraciones, asunciones y bulos, pero hasta ahora carece de evidencias. Por eso, muchos de sus defensores miran al propio SARS-CoV-2 con la esperanza de que en su genoma esté la respuesta. A fin de cuentas, la secuencia del coronavirus es pública y conocida desde el 10 de enero de 2020.

El llamado “sitio de corte por furina” es bien conocido en los círculos defensores del fallo humano. En muy pocas palabras, se trata de una secuencia del SARS-CoV-2 en teoría poco frecuente en los coronavirus y que estaría asociada a su mayor transmisibilidad. El virus estaba demasiado bien adaptado a los seres humanos desde el principio, ¿acaso había sido modificado?

“El sitio de la furina es subóptimo y no muy eficiente”, explica Goldstein. Tanto, que un estudio de 2006 ya propuso mejores lugares para colocar esta estructura en el SARS original. “Ningún virólogo haría eso cuando puedes copiar lo que se ha hecho antes y usar el sitio óptimo, de hecho algunas de las variantes han mejorado esto al evolucionar”. En ese sentido, la aparición de linajes más transmisibles nos muestran que el SARS-CoV-2 no estaba tan bien adaptado al ser humano al principio.

El ataúd de la furina ya estaba lleno de clavos para la mayoría de los virólogos, y el último llegó este mismo año cuando se encontró en Camboya un coronavirus similar al SARS-CoV-2 con estructuras similares y predecesoras. “Estas observaciones dan evidencias aún más fuertes (…) de que el sitio de corte por furina apareció en el SARS-CoV-2 por un proceso de inserción natural”, concluían los autores.

Esto hizo que los defensores de la hipótesis del laboratorio se olvidaran por un momento del origen artificial para pasar a defender el escape de un virus natural. Al menos, hasta hace unas semanas. Un controvertido artículo publicado este mes por el periodista científico Nicholas Wade devolvía a la mesa la hipótesis de la ingeniería al sugerir que el problema no estaba en la estructura per se sino en cómo estaba codificada: ahora eran los codones —reglas de tres nucleótidos que definen qué aminoácidos se generan— los que eran poco habituales.

Andersen zanjó el tema al explicar en Twitter que estos codones, aunque raros, se encuentran en todos los coronavirus. “El sitio de la furina fue probablemente adquirido por recombinación y el codón es inusual pero en absoluto único —añade Goldstein—. Nada defiende que haya habido una mano humana implicada, no hay evidencia alguna y esas afirmaciones deberían descartarse”.

“No hay apoyos serios a estas ideas, que defiende gente que no habla con expertos en coronavirus ni sabe de virus respiratorios”, comenta con dureza Kamil. “Muy pocos virólogos están de acuerdo con esto, el más preocupante de todos es el premio Nobel David Baltimore (citado en el artículo de Wade), pero están en minoría y no estudian coronavirus o entradas virales”.

Neil explica que para que fuera cierto el origen artificial tendrían que coincidir demasiadas cosas.

“Implicaría que tenían la secuencia del SARS-CoV-2 o de su ancestro, que aislaron el virus vivo o hicieron un clon molecular para experimentar con él, que un trabajador se infectó o un animal escapó…”. La lista no termina aquí: “Además, el virus se habría transmitido de persona a persona hasta que, por casualidad, habría aparecido en brotes genéticamente separados en mercados que venden murciélagos vivos susceptibles y cazados en áreas con gran diversidad de coronavirus que infectan a estos animales”.

Todavía hay más: los experimentos deberían haberse hecho de forma que no pudieran ser detectados por el resto de la comunidad científica. “No se puede descartar, pero son muchos síes y soy muy escéptico, aunque si se encontrara alguna evidencia cambiaría de opinión”. De momento, no hay evidencia alguna.

Moviendo la portería: una conspiración no falsable

La resurrección de estas teorías tras la publicación del artículo de Wade frustró a los virólogos: “Quienes creen en el origen de laboratorio están moviendo la portería al alternar entre un accidente inocente y ahora de nuevo volver a que es una bioarma diseñada por ingeniería”, critica Goldstein.

La hipótesis del laboratorio, como recordó Andersen, implicaría que “una compleja red de científicos y autoridades de salud públicas” habrían “mentido” y “encubierto” el origen del SARS-CoV-2. Es por eso que los mayores detractores de estas ideas consideran que no son falsables (no hay manera de contradecirlas con pruebas) y que, por ello, la sombra de la duda jamas desaparecerá.

“Creo que algunos creyentes en la hipótesis del laboratorio nunca quedarán satisfechos”, opina Goldstein. Ni siquiera aunque lleguen pruebas irrefutables de la zoonosis: “Incluso si se encuentra al progenitor del SARS-CoV-2 en un animal, pensarán que fue llevado al laboratorio de Wuhan y liberado desde allí”.

“La evolución y las probabilidades son conceptos difíciles —asegura Neil—. No creo que todos los defensores de la hipótesis del laboratorio sean deshonestos, pero temo que cualquier evidencia inconsistente con su tesis sea tratada como fraudulenta”.

Las firmas de la carta de Science incluyen nombres de la talla de Ralph Baric, coautor de un polémico estudio de 2015 de Nature Medicine, junto a la viróloga del Instituto de Virología de Wuhan Shi Zhengli. En él se crearon clones moleculares de un SARS-CoV-1 adaptado a ratones, que se modificó para ver si todavía podía infectar células humanas y ratones humanizados. Biólogos como Richard Ebright se han posicionado en contra de estos ensayos, pero Neil asegura que, en cualquier caso, “el SARS-CoV-2 no es resultado de estos experimentos específicos”.

Irónicamente, la conclusión del estudio de Baric era en realidad una advertencia ante la aparición de nuevas zoonosis. “Nuestro trabajo sugiere un potencial riesgo de la reemergencia del SARS-CoV-1 de virus que actualmente circulan en poblaciones de murciélagos”, decían los autores. Una vez más, nadie hizo caso.

¿Y si la conspiración está en otra parte?

Goldstein teme que la hipótesis del laboratorio nos distraiga del verdadero problema. “Por el informe de la OMS me da la impresión de que China tiene aversión a que la comunidad internacional investigue seriamente el origen zoonótico. Sospecho que han hecho investigaciones rigurosas ellos mismos y es posible que hayan encontrado evidencias del virus, o incluso el propio SARS-CoV-2, en las granjas que suministraban animales vivos a los mercados”, teoriza.

El virólogo considera que el cierre de granjas en el sur del país en febrero de 2020 apunta en esa dirección. Sin embargo, admite que no hay evidencias directas y duda que el gobierno chino “publique las que pueda tener u obtenga en el futuro”.

Sin embargo, sí existen evidencias que señalan al sur de la región. El primo más cercano del SARS-CoV-2, RaTG13 (96,2% de similitud), fue encontrado en 2013 en Yunnan, en la frontera sur de China. Este año se cazó otro en la misma región con una similitud de un 94,5%. Otro, con un 95,86% de similitud, fue hallado en un murciélago de una cueva de la cercana Tailandia. A pesar de esto, hasta el pariente más próximo se separó del causante de la COVID-19 hace entre 40 y 70 años. La respuesta podría estar muy lejos de ahí.

“Hay elementos en el informe de la OMS respecto a los animales de granja y los mercados que no tienen sentido y las muestras que el documento pide tomar a China son obvias y ya deberían haberse hecho”, dice. “Personalmente dudo que no lo hayan hecho y creo que estamos pasando por alto un potencial encubrimiento debido a la atención puesta en un posible accidente de laboratorio”.

Kamil opina que es difícil mantener este debate de forma honesta debido a un “elefante en la habitación” con el que “debemos tener mucho cuidado”: los intereses geopolíticos que rodean al origen del SARS-CoV-2. Cree que será un reto que las investigaciones no estén “politizadas”, dada “la gran cantidad de desinformación” que circula.

“El Gobierno estadounidense no es inherentemente una fuente creíble y debe publicar cualquier inteligencia que llevara a las afirmaciones hechas el 15 de enero (de 2020)”, añade Goldstein.

Se refiere a la declaración hecha por el gobierno del entonces presidente Donald Trump que aseguraba que algunos trabajadores del Instituto de Virología de Wuhan habían caído enfermos en otoño de 2019, señalaba los experimentos llevados a cabo con coronavirus y sugería vínculos militares. “Está llena de insinuaciones y afirmaciones vagas con una relevancia poco clara”, asegura el virólogo. Tras eso, los rumores sobre la seguridad del laboratorio chino no hicieron más que aumentar.

La pandemia de COVID-19 debe enseñarnos muchas lecciones, y algunas dependerán del origen del SARS-CoV-2. Si es una zoonosis, tal y como advirtió el fatídico estudio de 2007, deberíamos reeplantearnos nuestra relación con los ecosistemas y la forma en la que producimos y consumimos alimentos de origen animal. También tomar más en serio los avisos de la comunidad científica. Si se trata de un accidente de laboratorio habría que mejorar la seguridad y control de estos lugares. Si la respuesta no llega nunca, una solución pragmática puede ser prestar atención a ambas cosas.

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