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ENTREVISTA Médico forense y exdelegado del Gobierno contra la Violencia de Género

Miguel Lorente: “Con la violencia de género nos estamos equivocando de mensaje al insistir tanto en la denuncia”

Miguel Lorente durante una conferencia en Vitoria en marzo de 2016.

Marta Borraz

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Cinco vidas en cuatro días. Es el coste del machismo en su expresión más brutal que ha dejado la semana. Desde el pasado lunes cuatro mujeres y el hijo de una de ellas, de siete años, han sido asesinadas por sus parejas, y han elevado a 13 la cifra de víctimas mortales en lo que va de año. Miguel Lorente, profesor de Medicina Legal y Forense de la Universidad de Granada, ha dedicado buena parte de su dilatada experiencia a investigar la violencia machista y diseccionar cómo funciona. Su voz suele ser habitual en los medios y sus conocimientos le llevaron a ser delegado del Gobierno contra la Violencia de Género entre 2008 y 2011. “Debemos dejar de hablar de violencia de género solo para condenar los homicidios o decir si había o no denuncia previa y hablar de machismo”, señala.

Esta semana ha habido un repunte de asesinatos machistas. ¿A qué lo achaca?

Es un hecho que ocurre con cierta periodicidad, pero en este caso la diferencia es la finalización del estado de alarma y la percepción de que la pandemia termina. Lo que ha ocurrido hasta ahora es lo contrario, en 2020 tuvimos la cifra más baja de asesinatos machistas porque la limitación de la movilidad, las restricciones y la dificultad para salir de las relaciones de violencia, tanto por las circunstancias sociales como por las económicas, hicieron que los agresores ya vieran cumplido su objetivo: el control de la víctima. A partir de junio esto cambió, de nuevo finalizó el estado de alarma y en agosto hubo una concentración de ocho casos. Al iniciar la segunda ola, se redujo de nuevo. El ritmo de la pandemia influye y ahora que estamos en un momento de optimismo incluso económico, hace que muchas mujeres se planteen salir de las relaciones, que es el momento de mayor riesgo de asesinato, cuando el agresor siente que pierde el control. Así que el riesgo de casos que acaben en asesinato o agresiones grave va a aumentar.

Como decía, no es la primera vez que ocurre que haya una acumulación de casos en pocos días. ¿Cuáles suelen ser los factores que influyen al margen del contexto actual?

Es algo que se sigue investigando. Por un lado está el hecho de que hay días de la semana, domingo y lunes, que suelen tener un mayor número de casos. Ocurre igual con la época del año, suele haber una mayor concentración en julio, agosto y diciembre. También está el azar, la coincidencia aleatoria y un cuarto factor que suele pasarse de largo, que es el efecto 'paso a la acción'. No me gusta llamarlo imitación porque parece que hablamos de que se genera violencia en una situación en la que no la había, pero cuando hablamos de la posibilidad de que exista una relación entre un homicidio y otro seguido es que un agresor que ya ha decidido matar a la mujer, cuando ve que otro hombre lo hace, puede sentirse reforzado en la posición que ya tiene consolidada.

Un estudio reciente encargado por la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género descartó que existiera este efecto...

Hay que tener en cuenta las cuestiones metodológicas. Cuando yo estaba al frente de la delegación encargamos otro que demostraba una asociación. Es verdad que al ser casos poco frecuentes, en el sentido de que son una media de 60 al año a distribuir en 365 días, es estadísticamente muy difícil de manejar porque hay mucha variabilidad, pero yo no descarto que influya este factor. No como un elemento decisivo en todo el proceso y en todos los casos, como si fuera el que más pesa, pero tampoco como algo que no interviene para nada. ¿Por qué? porque sería la primera conducta humana en la que otra previa similar a la que tu buscas no influye.

Quienes dicen que las mujeres denuncian violencia de género para quedarse con los hijos o la pensión están facilitando que continúe

Estos días ha llamado la atención sobre la escasa atención social, mediática y política que centra la violencia machista, y específicamente estos últimos cinco asesinatos. ¿Por qué cree que ocurre?

Porque es un problema estructural, pero estamos en una sociedad en la que la violencia machista se expresa como parte de la normalidad. Y ejemplos de ello es que un 44% de mujeres no denuncian porque piensan que no es lo suficientemente grave, vemos a políticos negarla de manera sistemática, a muchos medios reproducir mensajes cuestionando a las mujeres, se ha llegado a culpar de la pandemia al 8M, hay hombres que acuden a los juzgados con carteles de Stop Feminazis cuando una víctima va a declarar [en referencia al caso de Rocío Carrasco]...

Debemos dejar de hablar de violencia de género solo para condenar los homicidios y decir si había o no denuncia previa porque la violencia machista está pasando ahora mismo y no lo vemos o no queremos verlo. Hay que señalarla en toda su dimensión y para eso hay que hablar de machismo. Mientras que no somos capaces de hablar de machismo, desde el machismo sí son capaces de hablar de violencia de género y eso la reproduce y afianza la continuidad de esta situación. Hace falta ser muy críticos con quienes la niegan, cuestionan a las víctimas y dicen que lo que quieren es quedarse con los hijos, la casa y la pensión. Todo ese tipo de mensajes lo que están facilitando es que continúe la realidad androcéntrica en la que está anclada la violencia.

El Ministerio de Igualdad ha impulsado un plan para revisar los protocolos a raíz de esta acumulación de casos. ¿En qué cree que fallan?

No me gusta hablar de fallos porque no creo que fallen en el sentido de que no hagan lo que se pretende, pero sí son insuficientes en cuanto a que no llegan a donde deberían llegar. En cuanto a la violencia conocida, la que se denuncia, tenemos que mejorar mucho en la instrucción e investigación de los casos 'de grado intermedio', por llamarlos de alguna manera. El porcentaje de condenas en los Juzgados de Violencia sobre la Mujer, que ven los más leves, es de más del 80%, y también en las Audiencias Provinciales, que ven los más graves, pero en los Juzgados de lo Penal, donde se juzga la mayor parte de la violencia, el porcentaje es del 57%. Esa parte intermedia se queda sin respuesta; lo que no tiene sentido es creer que hay violencia leve, deja de haberla y luego hay violencia grave.

¿Y qué tipo de casos son?

En este sentido tenemos un problema con la violencia psicológica, que produce un daño enorme, pero no la estamos viendo en los juzgados. Puede influir que la valoración de la prueba no se hace de manera adecuada, haga falta especialización o porque sistemáticamente se ponga en duda la palabra de las mujeres y se piense que está instrumentalizando la denuncia para otros fines.

La percepción general es que la violencia es siempre física, y se tiende a separar de la psicológica, pero el objetivo es uno solo: el control de la víctima

Sin embargo, la inmensa mayoría de las víctimas no denuncian. ¿Es un error insistir tanto en la denuncia?

Sí. Quizás nos estamos equivocando en que el mensaje sea sistemáticamente ese, y tenemos que buscar otras vías, queramos o no. Para nada estoy planteando la impunidad de los agresores, pero si creemos que con la denuncia lo vamos resolver todo, no es verdad. Podemos aumentar el porcentaje de denuncias, pero no vamos a llegar a un 80% de denunciantes. Yo creo que es necesaria una respuesta más amplia, social y asistencial. Es clave facilitar los mecanismos de detección, por ejemplo a través de las consultas médicas. La mayoría de mujeres no denuncian, pero el 100% va al médico. Tendremos que hacer una estrategia, protocolos de actuación para detectar la violencia y canalizarla en la forma y las vías que la mujer considere más adecuadas para, llegado el momento, denunciar si está preparada.

Hemos hablado mucho estos días de violencia psicológica gracias al caso de Rocío Carrasco. Cuando hay un asesinato nos imaginamos siempre que la violencia escala hasta el asesinato desde la violencia física, pero ¿siempre es así?

No tiene por qué haber violencia física. Hay agresores muy controladores que nunca le han puesto la mano encima a la víctima, pero en cuanto perciben que se viene abajo su dominio y poder, pueden pasar a agredirlas e incluso asesinarlas. En general la percepción es que la violencia es siempre física, y se tiende a separar esta de la psicológica como si fueran dos mentalidades diferentes, pero el objetivo es uno solo: el control.

¿Se valora bien el riesgo en estos casos?

No. Los instrumentos de riesgo en general, no solo en España, están basados en una violencia muy intensa y muy física, y hasta ahí es más fácil deducir el riesgo con esos datos, pero el problema es que no existe solo ese. Yo creo que tenemos que afinar, dentro de las limitaciones que tienen estas herramientas, porque es muy complicado valorar el riesgo.

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