La pobreza energética en verano: enchufar la máquina de oxígeno y quitar el ventilador
A falta de capacidad económica para asumir la factura del ventilador o del aire acondicionado, Olga y Rosa han optado por el agua para reducir la sensación de calor causada por las altas temperaturas de este verano. “Durante el día chupo cubitos de hielo, meto en el congelador una cubitera de té con limón y así combato el agobio del bochorno”, relata Rosa Castro, que vive día y noche conectada a una máquina de oxígeno que en cuanto se enciende desprende calor. Por su parte, Olga Real opta por un difusor para “regarse como si fuese una planta” durante las noches estivales.
La pobreza energética no desaparece en los meses estivales, para estas mujeres es tan difícil combatir el frío en invierno como el calor en verano. De hecho, según informa Red Eléctrica Española, el año pasado el récord máximo de consumo eléctrico en una hora no se marcó en invierno, sino durante los meses estivales. Concretamente, el 6 de septiembre a laS 13.30, con las máximas de 39 grados en medio de una ola de calor, se alcanzó el pico de 40.489 megavatios.
Estas dos afectadas tienen una discapacidad reconocida, a la primera le han concedido una valoración del 68% debido a un diagnóstico de asma severo, síndrome de apnea del sueño y obesidad mórbida. “El verano me afecta mucho, durante estos meses me asfixio el doble. Estas últimas semanas han sido criminales, menos los días que ha habido lluvias, el resto estoy muerta”, incide Castro.
A pesar de que su situación física se agrava debido a la subida de las temperaturas, no puede aclimatar su casa y reducir los grados del termómetro porque su preocupación principal consiste en controlar mensualmente que no se dispare la factura de la luz. Además del oxígeno, cada noche enchufan a la red dos aparatos más mientras duermen, tanto ella como su pareja lo necesitan para combatir la apnea del sueño.
Debido a que asumen la conexión de estos tres dispositivos y de que sus ingresos económicos se limitan a una única pensión de prejubilación de su marido de 784 euros, en verano mantener su casa sin alcanzar la barrera de los 30 grados se ha convertido en un privilegio al que no tienen acceso. “La economía no me llega, si pongo el aire acondicionado no podría asumir los recibos de la comunidad o el seguro del hogar”, responde. Se niega también a enchufar un ventilador durante el día por miedo a no controlar el consumo eléctrico.
Según datos del estudio sobre Pobreza Energética en España elaborado por la Asociación de Ciencias Ambientales, en verano la pobreza energética se manifiesta en hogares que superen los 25º C. Los colectivos que combaten este problema consideran que durante los meses estivales está “invisibilizada”, recuerdan que las familias que en invierno tienen problemas para poner la calefacción, mantienen esta vulnerabilidad durante las olas de calor.
Consumir lo mínimo posible
“Si una familia no puede pagar sus facturas de la luz intentará consumir lo mínimo posible. No podrán enchufar un ventilador o en el caso extremo de que les hayan cortado la luz, no podrán tampoco mantener los servicios básicos como la nevera o el agua”, apunta María Campuzano, portavoz de la Alianza contra la Pobreza Energética.
Esta organización considera que leyes como la catalana 24/2015, que obliga a las compañías suministradoras a reclamar un informe a los servicios sociales antes de cortar los suministros, solo supuso “una tregua invernal” porque a partir de abril “pueden dejarles sin luz ni agua”.
Para Castro la electricidad es esencial en su vida, 23 de las 24 horas del día depende de ese aparato para respirar. No lo utiliza cuando sale a la calle, aunque debido a su situación física no suele pasar mucho tiempo fuera de su casa. “Solo salimos a caminar a 100 metros de aquí”, reseña. A este colectivo de personas, que necesita de la red eléctrica para sobrevivir se les conoce como electrodependientes. En su lista de prioridades, esta residente del madrileño municipio de Fuenlabrada destaca el papel que juegan los suministros en su rutina diaria: “Antes dejo de comer que de pagar la electricidad”.
Las cuentas que realiza en su casa, no se limitan solo a estos recibos. Para llegar a final de mes, Castro asegura que se siente “incapacitada” porque no puede “ni ir a la peluquería”. “Por economizar y para poder sobrevivir vivir nos encontramos en situaciones lamentables”, reseña. En un informe médico emitido este mes de mayo por una de las especialistas que le atienden se certificó que debido al consumo de estos tres aparatos, la paciente “precisa máxima potencia de luz”, un factor que encarece su factura mensual.
Según confirma Iberdrola, la afectada, no ha tenido acceso al bono social porque la potencia que tiene contratada (4,4kw) es mayor que la que ampara este mecanismo (3kw) y su marido no cobra la pensión mínima. Este mecanismo regulado por el Gobierno le ahorraría un 25% sobre el total de la factura.
Prohibido el corte de luz por ley
La ley 24/2013 del Sector Eléctrico impide el corte de la luz para personas electrodependientes al considerar que son “suministros esenciales” siempre y cuando “exista constancia documental formalizada por personal médico de que el suministro de energía eléctrica es imprescindible para la alimentación de un equipo médico que resulte indispensable para mantener con vida a una persona”. Aunque desde la Alianza contra la Pobreza Energética, advierten de que tienen constancia de casos en los que esta normativa no se ha cumplido.
A pesar de que cuentan con un aparato de aire acondicionado en su casa, solo lo encienden durante unas pocas horas cuando duermen y así evitar, como les sucedió el verano pasado, facturas de 200 euros. “Si no lo encendemos es imposible dormir, si a la temperatura diaria le sumamos el hecho de que dormimos con tres máquinas en la habitación, no podríamos descansar”, recuerda. Controlando las horas en las que está funcionando consigue que la factura oscile alrededor de 80 euros, pero no evita que se levanten diariamente con las sábanas “chorreando” por el sudor.
Ventanas sin cristales para acondicionar
Por su parte, Olga Real también tiene un aparato de aire acondicionado en el salón de su casa, aunque no tiene constancia de que haya funcionado desde que ocupó ese inmueble en el barrio de San Fermín (Madrid). A falta de esa refrigeración, Real ha decidido quitar los cristales de todas las ventanas de su casa para que corra el aire. Vive junto a su hijo de 26 años y cuando las temperaturas son muy altas o muy bajas, los dos duermen en el salón cada uno encogido en un pequeño sofá para aprovechar el único ventilador o la estufa eléctrica que tienen en casa. “Por la noche cojo un difusor de agua y nos regamos, si me levanto de madrugada también refresco a mi hijo”, incide Real.
Esta mujer de 49 años tiene acreditada una discapacidad del 78% por problemas psicológicos, respiratorios y neuromusculares, mensualmente recibe una pensión de 365 euros, en la mesa de su salón hay varias cartas de Gas Natural Fenosa con las deudas que ha ido contrayendo. “He llegado a pagar 150 euros de luz y 36 euros de agua. Son cantidades que no puedo asumir. Por ahora no me han cortado la electricidad, pero tengo claro que si lo hacen me engancharé”, apunta esta mujer que considera prioritario que se garanticen los suministros básicos.
Según la encuesta de nivel y condiciones de vida del INE, el año pasado un 10% de los hogares no pudo permitirse mantener la vivienda con una temperatura adecuada. En el caso de Real, incide en la combinación de falta de refrigeración y las consecuencias de la menopausia: “Cuando me dan sofocos me gustaría vivir en una nevera, es como si me prendiese una cerilla por dentro. Tengo que combatirlos con el abanico y rociándome de agua”.