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Los profesores de Universidad exigen ser vacunados como sus compañeros de Primaria y Secundaria

Una clase de la Facultad de Ciencias de la Salud de Granada. EFE/Miguel Ángel Molina/Archivo

Daniel Sánchez Caballero

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Algunos profesores dan clase cada día a grupos de entre unos 15 y 30 alumnos. Los que están a tiempo completo hacen jornadas de unas cinco horas lectivas, con las condiciones higiénico-sanitarias de seguridad (distancia, ventilación, etc.) que su comunidad haya implementado. También cuidan patios, se reúnen con sus compañeros donde pueden y atienden tutorías. Este grupo está vacunado al completo o casi en toda España.

Hay otros profesores que, aunque también dan clases, tienen bastantes menos horas semanales. En este segundo grupo hay más variedad, tanto en el alumnado como en el horario. Pueden tener clases con 15 alumnos presentes o con 150, en función de las características del aula. Según su dedicación, imparten entre tres horas y diez horas semanales de docencia, más o menos. Algunos dedican parte de su tiempo a investigar en un laboratorio o un archivo. Este colectivo no está vacunado ni lo espera a corto plazo.

Además de las expuestas, las diferencias entre estos dos grupos parece encontrarse en dónde y a quién dan clase. Los primeros, inmunizados como personal esencial, ejercen en escuelas infantiles, colegios e institutos. Los segundos, en la Universidad. Y están indignados con el agravio comparativo.

En los últimos días crecen las voces dentro de la comunidad universitaria que exigen que se vacune también al profesorado de esta etapa educativa. No entienden por qué se han quedado fuera de la estrategia como colectivo. Mavi Mestre, rectora de la Universitat de València, resumió hace poco los argumentos de este grupo: “Es patético, insultante y todos los adjetivos que queramos añadir. Es muy difícil justificarlo. ¿Con qué criterio no somos docentes y no se nos incluye, cuando estamos en contacto con la franja de edad que más contagios genera?”.

Se lo ha pedido al Ministerio de Sanidad la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas (CRUE), lo han pedido los principales sindicatos universitarios a nivel nacional y autonómico, incluso el Ministerio de Universidades ha trasladado a Sanidad las peticiones que le han llegado. Pero Sanidad sostiene que poco puede hacer. La estrategia de vacunación se esboza en una ponencia compuesta por personas con perfil técnico, que en base a la evidencia disponible va perfilando los grupos prioritarios. Luego es la Comisión de Salud Pública, compuesta por Gobierno y Comunidades Autónomas, la que valida o modifica la estrategia planteada por los técnicos. El Ministerio viene a decir que ni aunque quisiera tendría capacidad para implementar esta medida.

La evolución de la estrategia con las vacunas no augura a priori un cambio en el criterio. La limitación de la vacuna de AstraZeneca –el suero con el que se venía inoculando al profesorado de las etapas obligatorias– al colectivo de personas entre 60 y 69 años junto al hecho de que la vacuna de Janssen se vaya a destinar a los mayores, como sucede con la de Moderna y Pfizer, limitan sus posibilidades de obtener prioridad.

A su favor, como ventaja indirecta, juega que el profesorado universitario tiene una media de edad alta (55 años los funcionarios, 50 en general) le tocará aunque sea por turno natural más temprano, en general, que al resto.

“Estos son nuestros alumnos”

Tampoco todos lo ven tan prioritario, ni siquiera dentro de la comunidad universitaria. Fernando Rodríguez Artalejo, epidemiólogo y Director del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Autónoma de Madrid, no ve la urgencia. “El número de clases que dan muchos profesores universitarios es mucho más pequeño que los profesores de Primaria o Secundaria”, razona. “Además una parte de la docencia es no presencial o lo que llaman presencial a distancia. En mi caso, dos tercios son a distancia, y cuando estoy en clase tenemos condiciones óptimas, monitorizamos la concentración de CO2 y con buena ventilación está al nivel del exterior”, sostiene.

Además, matiza este experto, la situación no ha recibido un trato de brocha gorda. Al menos en la Comunidad de Madrid, explica, a los profesores y estudiantes que hacen docencia clínica y a los estudiantes de todos los grados que hacen rotaciones por los hospitales [los de Ciencias de la Salud] se les ha vacunado en sus centros. “Esto da a entender que se han considerado los riesgos individualmente y donde había riesgos se ha tenido en cuenta”, valora.

Su colega Quique Bassat, pediatra y epidemiólogo, tiene una aproximación algo diferente y no ve motivos para distinguir entre unos y otros profesores. Al menos no en este momento. “Deberían estar en el mismo grupo”, afirma. Bassat entiende que se priorizó la inmunización de los docentes de la etapa obligatoria entre otras razones para mantener los centros abiertos, pero ahora que las Universidades están reabriendo (no todas, pero en algunas comunidades se han cerrado durante esta tercera ola) no hay motivos, opina, para diferenciar a unos de otros.

El profesorado universitario no entiende su exclusión, especialmente si se observa con quienes trabajan. “Hay que tener en cuenta que la tercera ola está más relacionada con las personas entre 20 y 49 años, que son los que más contagian. Y estos son fundamentalmente nuestros alumnos”, explica Manuel Ortega, responsable de Universidad de UGT y profesor de Informática en la Universidad de Castilla-La Mancha.

Bassat coincide con este criterio, aunque limita más el rango etario. “El grupo de 15 a 29 es el que tiene una mayor incidencia durante esta ola de largo”, explica. “Y es el grupo que, sin criminalizar a nadie, tiene unas mayores actitudes de riesgo en su conjunto”, sostiene.

También el propio profesorado universitario presenta, en su conjunto, un perfil de mayor riesgo que el de las etapas anteriores: son más mayores. En España, con carácter general, la edad media del profesorado sube según se avanza por el sistema educativo. Los de Primaria tienen una media de 43 años. Los de Secundaria, de 45 y medio. La Universidad en su conjunto está en los 51 y si se tiene en cuenta solo a los funcionarios, 55.

Aún así, afirma Rodríguez Artalejo, la información disponible no parece sugerir que el colectivo sea de especial riesgo. “Al menos en Madrid, y supongo que en el resto de España también, se han monitorizado las infecciones de estudiantes y profesores. Y en todos los casos han sido iguales o menores que la población general, lo que sugiere que no somos un colectivo de especial alto riesgo”, expone.

Artalejo también cree que la propia estructura del sistema universitario español favorece que no haya tantos contagios en las universidades. “En España los campus son sitios a los que se va un rato y luego te vas. En Inglaterra u otros países son sitios en los que se vive. Por eso allí han cerrado. En los dorms (como se conocen las residencias universitarias) hay muchas interacciones sociales. Es como si fueran universidades alrededor de los colegios mayores. Y aquí en los colegios mayores también ha habido muchos contagios”, recuerda. Pero las universidades no se articulan en torno a ellos, al menos no mayoritariamente.

En juego está, según asegura CCOO, no tanto este curso como el siguiente. “Uno de los elementos esenciales para la recuperación de la presencialidad es la vacunación de las plantillas universitarias. Sin esta vacunación, estaremos abocados a mantener para el próximo curso el actual modelo de actividad universitaria, lo que perjudica claramente al alumnado en una situación más desfavorecida”, argumenta el sindicato. Al final, todo acaba en la presencialidad en las aulas.

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