Rodrigo Castro, profesor: “Para la derecha la universidad es una amenaza, pero también una oportunidad de negocio”
Para Rodrigo Castro Orellana el desmantelamiento de la universidad pública que ahora ha explotado —pero llevan “décadas” realizando los sucesivos gobiernos de la Comunidad de Madrid— trasciende los campus. El neoliberalismo extremo que practica el PP madrileño, dice este profesor del departamento de Filosofía y Sociedad de la Universidad Complutense de Madrid, ataca a toda la democracia y a todos los ciudadanos, estén más o menos relacionados y/o interesados en la universidad. Por eso, sostiene Castro, salvar la universidad es defender la democracia, y así lo razonan varios profesores universitarios en un libro del mismo título editado por Akal coordinado por el docente.
“La universidad pública sigue siendo uno de los pocos espacios en la sociedad donde todavía se practica el pensamiento autónomo, plural y, por lo tanto, la posibilidad de un ejercicio crítico con ciertos valores dominantes en nuestra sociedad, o en el que construir alternativas para los desafíos y los conflictos del futuro”, razona Castro, y eso amenaza el modelo de sociedad que busca la derecha madrileña, siempre particular. Por eso, continúa, el Gobierno regional de Isabel Díaz Ayuso ataca a los centros públicos. “Es evidente que hay una radicalización del proyecto político del PP en Madrid que pretende beneficiar de una manera evidente a las universidades privadas en desmedro de las universidades públicas”, sostiene el profesor.
Parece complicado salvar la universidad de la persona que supuestamente la tiene que cuidar.
Eso demuestra el carácter singular de la situación de Madrid: el proceso de agresión a la universidad pública adquiere aquí un carácter esperpéntico por el extraordinario cinismo con el que se lleva a cabo. Hay una especie de brutalismo político de Madrid que adquiere una cierta chulería, y un buen ejemplo de eso es la intervención de Díaz Ayuso y de los consejeros en el día de la manifestación con los tuits que subieron, en los que se presentaban como formados en la universidad pública y orgullosos de ello. Es un orgullo bastante singular ese. ¿Cómo se puede estar orgulloso de haber sido formado en la universidad pública y, al mismo tiempo, apoyar una política por la que eres la comunidad que menos invierte en sus universidades públicas desde hace 15 años?
El PP de Madrid representa la avanzadilla del neoliberalismo más extremo, incluso autoritario. Probablemente es una consecuencia de una cierta impunidad histórica en Madrid, donde el PP ha desplegado todo tipo de excesos sin que esto suponga un coste electoral
¿A qué diría que se debe esta particularidad madrileña?
El PP de Madrid representa la avanzadilla del neoliberalismo más extremo, incluso autoritario. Probablemente, es una consecuencia de una cierta impunidad histórica que se ha producido en Madrid, donde el PP durante ya muchos años ha desplegado todo tipo de excesos, incluso la corrupción, sin que esto suponga un coste electoral. Es evidente que hay una radicalización del proyecto político del PP en Madrid que pretende beneficiar de una manera evidente a las universidades privadas en desmedro de las universidades públicas. Además, la Ley de Universidad que está preparando la Comunidad va en dirección completamente contraria a la LOSU (la ley estatal), con lo cual vamos a tener un choque legal de trenes en algún punto porque la ley de la Comunidad de Madrid establece una legitimación del actual modelo de financiación, que no está financiando la totalidad de los costes operativos de las universidades públicas.
El modelo es muy propio de Madrid, ni siquiera del PP, porque hay comunidades donde gobiernan los populares, como Andalucía o Galicia, que incluso tienen alguna forma de gratuidad en la universidad.
El PP de otras comunidades no se atreve a ir tan lejos en el programa de reducción de la universidad únicamente a interés económico. Valencia invierte diez veces más presupuesto en becas que Madrid para casi la mitad de estudiantes. Resulta curioso, porque luego en el discurso del PP de Madrid se reivindica la idea de una unidad de España. Sin embargo, la Comunidad de Madrid genera extraordinarias asimetrías y desigualdades en el Estado, y no solo en este capítulo de la educación superior. Es mucho más costoso para un joven estudiar en Madrid que en cualquier otra parte de España. Y los sueldos del profesorado son menores a los que hay en otras comunidades autónomas con las que Díaz Ayuso tiene especial obsesión, como el País Vasco o Catalunya.
¿Cómo cree que ve a esta derecha neoliberal o incluso la ultraderecha a la universidad? ¿Qué rol le guardan?
Creo que para esta derecha o ultraderecha, donde incluyo al PP madrileño, la universidad significa dos cosas que pueden parecer paradójicas. Por un lado, es una amenaza. La universidad pública sigue siendo uno de los pocos espacios en la sociedad donde todavía se practica el pensamiento autónomo, plural, y por lo tanto la posibilidad de un ejercicio crítico con ciertos valores dominantes en nuestra sociedad, o en el que construir alternativas para los desafíos y los conflictos del futuro. Esto yo lo llamo la vocación o la misión de la universidad, y pretende ser intervenida o coartada, porque la Universidad es justamente el lugar donde hay una problematización de ese imperar de la racionalidad económica. La derecha la ve como una zona de resistencia al modelo de sociedad que representa.
La derecha entiende la universidad como una oportunidad de negocios y de obtención de beneficios económicos. Por eso se trata de reducir la universidad pública al esqueleto de la pura producción de ganancias, pero preservando el nombre “Universidad”
Por otra parte, la derecha entiende la universidad como una oportunidad de negocios y de obtención de beneficios económicos. Y para eso es fundamental lo que estamos viendo en los últimos años en Madrid, hacerla funcionar de manera subordinarla al imperativo económico. Por eso se trata de reducir la universidad pública al esqueleto de la pura producción de ganancias. Pero preservando el nombre “Universidad”, y esa es la paradoja.
¿Diría que la sociedad, la gente que no vive el día a día universitario, es consciente de la situación que hay y lo que implica?
Diría que existe un grado de conciencia importante, lo pudimos comprobar en la huelga. Cualquiera que estuviera en la manifestación pudo advertir el pluralismo de esa movilización. Pero no diría que hay una conciencia plena al respecto, porque hay una operación que se despliega para evitar que eso sea así: están las cínicas posiciones de Díaz Ayuso y sus consejeros que mencioné, la acusación de que la Universidad pública está colonizada por izquierdistas, el intento de asociar la defensa de la institución pública con grupos de interés que estarían defendiendo sus privilegios para no perder ciertas ventajas... Todo ese relato es un intento de ocultamiento del efecto enorme que tiene para la sociedad y específicamente para el desarrollo de Madrid esta política universitaria de Díaz Ayuso.
En que no haya una plena conciencia del calado de este problema hay una culpa también importante de los gestores universitarios, que no han sido capaces de poner sobre el tapete la verdadera gravedad de este problema. Se han instalado en una lógica en la cual todo se reduce a que hay una universidad que tiene problemas económicos graves que le está pidiendo a la Comunidad que lo resuelva. Por ejemplo, en el caso de la Complutense se le otorga el título de alumna ilustre [a Ayuso]. Luego varios rectores se van con ella a un viaje a Miami, pareciera que en una serie de esfuerzos destinados a convencerla de que su política de financiación sea otra. Pero lo que se constata una y otra vez es el varapalo de Díaz Ayuso a cualquier posibilidad de modificar este diseño que tiene el PP de Madrid respecto a la educación superior. Porque no es una cuestión coyuntural, de convencer a Díaz Ayuso de que financie mejor a las universidades públicas; Díaz Ayuso tiene un diseño ideológico que tiene que ver con cómo se quiere construir el espacio de la educación superior. No va a cambiar.
¿Cree que tendrían que haber sido un poco más beligerantes los rectores?
Sin lugar a duda. La posición tendría que haber sido extraordinariamente más beligerante y coordinada. Y hace mucho tiempo, porque esto es algo que viene arrastrándose hace fácilmente más de una década.
¿Estamos a tiempo de revertir el daño que se le está haciendo a la universidad o, como creen algunos de sus trabajadores, ya es demasiado tarde?
Hay un daño que se ha producido, pero creo que no llega a ser irreversible. Todavía es posible que no se produzca lo que podríamos llamar el desmantelamiento completo sin vuelta atrás. Entre otras cosas, el trabajo de la universidad pública de Madrid sigue siendo de extraordinaria calidad. La Complutense produce ella sola más tesis doctorales que todas las universidades privadas de España juntas. Ese dato demuestra por sí mismo el delirio de este programa de la Comunidad de Madrid de intensificar, crecer, facilitar la expansión de las universidades privadas al mismo tiempo que se está deteriorando la universidad pública.
¿La universidad pública sigue ejerciendo un rol de ascensor social que, no sé si un poco generosamente, tenía hace unos años?
Yo sí creo que la universidad pública ha sido un vehículo de ascenso social. Pero toda esa política de la Comunidad de Madrid de convertir la educación superior en un mercado genera serias dificultades para que la Universidad pueda cumplir ese rol, más bien genera condiciones para incrementar las asimetrías y las desigualdades en la sociedad. Yo soy hijo de un trabajador de Renfe y de una ama de casa y ahora soy profesor titular de una universidad pública de Madrid. He hecho mi carrera, he estudiado el doctorado gracias a la educación pública. La cuestión sería si en este momento un chico que proceda de una familia donde no hay estudios universitarios —y por lo tanto no han podido acceder a ciertos tipos de trabajo, a ciertas posibilidades económicas— está en condiciones de poder acceder a la universidad pública.
Me parece importante destacar que la universidad pública hace algo más que formar cuadros profesionales. Es precisamente esa lógica de entenderla únicamente vinculada a la empleabilidad la que ha hecho que prolifere esta racionalidad de entender la universidad como negocio. En la universidad no solo pueden tener cabida aquellas cuestiones que tienen una traducción en rentabilidad económica, tiene que haber una dimensión de investigación y estudio amplia, con independencia de la productividad.
¿Tener una universidad pública que excluye a mucha gente (por cara o porque hay pocas plazas que disparan la nota de corte) puede contribuir a esta desafección y el crecimiento de ideas de ultraderecha en los jóvenes que estamos observando? No sé si se forman la idea de que ellos han cumplido, se han esforzado, pero luego el sistema no ha cumplido su parte y les ha ofrecido la formación de calidad y asequible que necesitaban, y entonces caen en los discursos antisistema de la derecha radical.
Sin duda, porque una sociedad centrada en la pura racionalidad económica, en el primado de los intereses individualistas, que descompone lo público, lo que hace es maximizar las incertidumbres de la sociedad: los temores, la sensación de agravio, de injusticia. Creo que hay una correlación entre el debilitamiento de las instituciones públicas bajo esta lógica de un economicismo fanático y un incremento de la ira en la sociedad, que es algo tan característico de las posiciones ultras. En una sociedad del 'sálvese quien pueda', donde las instituciones que deberían ofrecer equilibrios e itinerarios de certeza o están debilitadas o francamente dañadas, se dan todas las condiciones para los radicalismos, que lo que buscan es compensar de algún modo esa desafección que se incrementa bajo la lógica neoliberal más salvaje. Y en este contexto se corre el peligro de que se vea en la propia democracia un problema. En ese sentido tiene mucho sentido el título de nuestro libro: Salvar la universidad es defender la democracia.
¿Por qué tiene que importarle todo a esto a Juan, que no se relaciona con la universidad ni ninguno de sus hijos o hijas o familiares cercanos pretende hacerlo?
Juan tiene varias razones para preocuparse. Primero por sus hijos o sus hijas, porque todo ciudadano debe disponer del derecho a poder elegir su proyecto vital, y creo que estamos perdiendo esto de manera creciente. El hijo o la hija de Juan tiene la universidad como posibilidad, no puede quedar excluida de partida. Otra razón es por el propio Juan. Cuando esté enfermo, debería poder acceder a una salud pública de calidad con unos médicos de calidad, y es distinto un médico que se forma en la universidad pública que un médico que se forma en la universidad privada. Una tercera razón: imagino que Juan quiere vivir en un mundo donde haya un cuidado del interés público. Y aquí hay que preguntarse, todos, qué tipo de sociedad estamos construyendo. Si es una donde se impone la lógica de la subsistencia del más fuerte iremos hacia escenarios de desafección y de ira y de violencia cada vez mayor. Va a ir en desmedro de nuestra calidad de vida cotidiana. No creo que Juan no quiera vivir en una sociedad así.
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