La portada de mañana
Acceder
VÍDEO | El fiscal de la guerra sucia a Podemos interroga al policía que rastreó a Iglesias
ESPECIAL | España (des)protegida: bienvenidos al paraíso del ladrillo ilegal
OPINIÓN | 'Dime algo bueno del 2025', por Isaac Rosa

Día Mundial de la Radiología: la curiosa historia tras la primera radiografía del mundo

Médicos mirando los resultados de una radiografía

Adrián Roque

0

Hoy la radiografía parece algo cotidiano -bueno, de hecho lo es-. Entramos a un hospital, colocamos el brazo o el pecho sobre una placa y en segundos vemos lo que antes era invisible: huesos, órganos, tejidos. Pero hace poco más de un siglo, mirar dentro del cuerpo humano sin abrirlo era impensable. Todo cambió una noche de 1895, cuando un físico alemán se quedó en su laboratorio después de clase y, sin saberlo, encendió una revolución médica que aún sigue viva.

Un experimento que cambió la historia

El protagonista de esta historia es Wilhelm Conrad Röntgen, un profesor de física nacido en la antigua Prusia en 1845. Era un hombre metódico, reservado, más cómodo entre tubos de vidrio y galvanómetros que en las fiestas de sociedad. En aquel momento, dirigía el Instituto de Física de la Universidad de Würzburg, en Alemania, y dedicaba sus días a estudiar un fenómeno llamado rayos catódicos, un tipo de radiación que se producía al pasar corriente eléctrica por un tubo al vacío.

El 8 de noviembre de 1895, mientras realizaba un experimento con uno de esos tubos cubierto con cartón negro, Röntgen notó algo extraño: una pantalla cercana, recubierta con cristales de platino-cianuro de bario, brillaba en la oscuridad cada vez que encendía la corriente eléctrica. Aquella luz no podía venir del tubo —estaba completamente tapado—, así que debía tratarse de un tipo de rayo desconocido, capaz de atravesar el cartón.

Curioso, comenzó a probar con diferentes materiales: papel, madera, aluminio… y todos los atravesaba. Solo el plomoresistía su poder. A esas misteriosas radiaciones las llamó “rayos X”, porque no sabía aún qué eran exactamente.

La mano que lo hizo inmortal

Una noche, mientras experimentaba con placas fotográficas, Röntgen invitó a su esposa Anna Bertha Ludwig al laboratorio. Le pidió que apoyara la mano sobre una placa cubierta y la expuso a los rayos durante unos minutos. Cuando reveló la imagen, lo que apareció fue una visión imposible: los huesos de la mano de Anna, y sobre ellos, el contorno perfecto de su anillo de boda.

Aquella fue la primera radiografía de la historia. Anna, al verla, exclamó con un escalofrío: “He visto mi propia muerte”. Pero Röntgen entendió otra cosa: había encontrado una forma de mirar dentro del cuerpo sin tocarlo.

De los laboratorios al quirófano

Poco después de su descubrimiento, Röntgen presentó su trabajo bajo el título Sobre una nueva clase de rayos, y la noticia recorrió el mundo. En febrero de 1896, los médicos ya estaban utilizando los rayos X para diagnosticar fracturas y detectar cuerpos extraños en el cuerpo humano. La revista British Medical Journal publicó una de las primeras radiografías médicas: el brazo roto de un paciente.

La fascinación fue inmediata. En cuestión de meses, los rayos X se convirtieron en atracción de ferias y salones: cualquiera podía pagar una moneda y ver el interior de su mano. Sin embargo, pronto se descubrió el peligro de la exposición prolongada: las radiaciones causaban quemaduras y daños graves. A partir de entonces, su uso se restringió al ámbito médico y se desarrollaron las primeras medidas de protección.

El legado de Wilhelm Röntgen

En 1901, Röntgen recibió el primer Premio Nobel de Física por su descubrimiento, aunque él mismo nunca quiso patentar los rayos X. Consideraba que su hallazgo pertenecía a la humanidad. Continuó enseñando en la Universidad de Múnich hasta su muerte en 1923, manteniendo su humildad característica: cuando le preguntaban qué sentía al haber cambiado la historia de la ciencia, respondía simplemente que “solo estaba observando lo que nadie había mirado antes”.

Etiquetas
stats