¿Por qué los elefantes de Botsuana no temen a las abejas como los de otros países africanos? Un estudio señala al propio desierto como posible causa

El ensayo acústico buscó una alternativa barata para proteger cosechas sin levantar barreras físicas

Héctor Farrés

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Los postes que sostenían colmenas vibraban con un zumbido incesante mientras los elefantes detenían su marcha frente a la barrera. Algunos retrocedían con movimientos bruscos, otros giraban hacia el cauce seco de un río cercano, y todos evitaban cruzar la línea que marcaba el límite invisible de las abejas.

Ese comportamiento, repetido en distintas zonas rurales del África austral, mostraba cómo un insecto diminuto podía condicionar la ruta de un animal de varias toneladas. La reacción de los paquidermos, fruto de un miedo aprendido por generaciones anteriores, impulsó a investigadores a comprobar si ese mismo efecto podía aprovecharse en Botsuana, donde la convivencia entre humanos y elefantes genera tensiones cada año.

Las reacciones variaron según los grupos familiares

Un estudio analizó si los sonidos de abejas podían disuadir a los elefantes de acercarse a zonas agrícolas. La investigación se llevó a cabo en el parque nacional de Chobe y consistió en reproducir grabaciones de zumbidos frente a grupos de elefantes. El objetivo era determinar si el miedo que estos animales desarrollan en otros países podía reproducirse allí sin necesidad de construir costosas vallas de colmenas.

Los resultados servirían para valorar una medida preventiva frente a los daños que sufren los cultivos durante la estación seca, cuando los animales buscan agua en las aldeas. La autora principal del trabajo, la doctora Tempe Adams, vinculada a la Universidad de Nueva Gales del Sur en Sídney, explicó que el experimento pretendía comprobar la eficacia del método antes de invertir recursos en su aplicación general.

Las observaciones reflejaron huidas claras en algunos casos y total quietud en otros

Los datos obtenidos revelaron una reacción desigual. Parte de los grupos familiares huyó tras escuchar el zumbido, mientras otros permanecieron inmóviles. Según el análisis, el 53,3% de las agrupaciones respondió con movimientos moderados o fuertes dentro de la zona de descanso, frente al 26,6% que lo hizo en las pruebas de control con ruido blanco. Cuatro unidades familiares se alejaron más de 20 metros, mientras que en las grabaciones de referencia solo una mostró ese desplazamiento. Adams consideró que el resultado, aunque es parcial, confirmaba que el estímulo sonoro provocaba cierto grado de aversión.

La limitada respuesta se atribuyó a la escasez de abejas en el país. La doctora Adams señaló que en Botsuana la llegada de un solo insecto a un frasco abierto de miel puede tardar días o incluso semanas. Esa ausencia se explica por la sequedad del suelo del Kalahari, las cortas temporadas de floración y la escasez de zonas agrícolas irrigadas. La consecuencia es que los elefantes locales apenas han tenido experiencias dolorosas con picaduras, por lo que su aprendizaje social sobre el riesgo es reducido. En otras regiones, como Kenia o Tanzania, los animales asocian el zumbido al dolor y lo evitan instintivamente, algo que allí no sucede con la misma intensidad.

La presión sobre los cultivos empujó la búsqueda de soluciones asequibles

La investigadora, que reside en Botsuana, desarrolla métodos para reducir el contacto entre elefantes y cultivos, desde vallas con colmenas activas hasta pruebas con luces estroboscópicas alimentadas por energía solar. En el artículo publicado en la revista especializada Pachyderm, Adams subrayó que el trabajo fue elaborado junto con la científica Lucy King, de la organización Save the Elephants, creadora de la idea de las vallas de abejas.

En declaraciones a ese medio, afirmó: “Intentar ayudar a las personas a convivir con los elefantes sin conflicto es una prioridad de mi labor”. También destacó la relevancia de publicar resultados parciales para entender la conducta de animales con gran individualidad.

Los grandes mamíferos africanos reaccionaron con retrocesos y desvíos al percibir una señal asociada al peligro

El contexto agrícola agrava la urgencia de soluciones. En el norte del país predominan pequeñas explotaciones de una a tres hectáreas donde las familias cultivan maíz, sorgo o mijo con ayuda de animales de tiro. La escasa disponibilidad de agua obliga a sembrar una sola vez al año, justo antes de la estación de lluvias. Cuando los campos maduran y los elefantes siguen las rutas tradicionales hacia los ríos, las cosechas quedan expuestas. Un solo ataque puede arruinar toda la producción anual, lo que explica la búsqueda de medidas de bajo coste que eviten pérdidas sin dañar a la fauna.

En esas comunidades rurales, convivir con más de 130.000 elefantes se ha convertido en una negociación permanente. Los agricultores intentan proteger sus campos, mientras los conservacionistas promueven métodos que preserven tanto los medios de vida como la población animal. Las pruebas con zumbidos de abejas no ofrecieron una solución definitiva, pero sí demostraron la necesidad de adaptar cada estrategia a las condiciones ecológicas de cada región. La propia Adams reconoció que entender lo que ocurre con las abejas de Botsuana podría resultar incluso más importante que repetir experimentos con los elefantes.

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