Los machos de estas tarántulas han evolucionado con órganos sexuales descomunales para sobrevivir al apareamiento
Las patas delanteras se levantan con rapidez, los pelos se erizan y un sonido áspero llena el aire cuando las hembras de tarántula perciben una presencia que invade su espacio. En esos segundos, todo en su postura transmite disposición al ataque, con un movimiento seco que aleja cualquier intento de aproximación.
La reacción no se limita a intrusos de otra especie, ya que también los machos de su propia clase deben sortear esa defensa si quieren acercarse. Esta intensidad ha marcado de forma decisiva la manera en que se relacionan y hasta la anatomía que han desarrollado algunos de los ejemplares.
La longitud de los palpos permite a los machos mantener distancia y reducir riesgos durante el apareamiento
En una reciente revisión taxonómica publicada en la revista ZooKeys, un equipo de investigadores estableció el nuevo género Satyrex para agrupar a varias especies de tarántulas de la península arábiga y el Cuerno de África. La decisión se basó en un análisis combinado de rasgos morfológicos y datos moleculares que mostraron claras diferencias con el género Monocentropus, al que habían sido asignadas previamente.
El trabajo estuvo liderado por Alireza Zamani, de la Universidad de Turku, que explicó que “son tan distintas de sus parientes más cercanos que tuvimos que establecer un género completamente nuevo para clasificarlas”.
El origen del nombre combina el término latino rex, que significa rey, con la figura mitológica del sátiro, conocida en la tradición griega por su aspecto y comportamiento. El rasgo físico que inspiró esa asociación es el tamaño inusual de los palpos masculinos, que en Satyrex ferox alcanzan hasta cinco centímetros, una longitud que multiplica por casi cuatro la del caparazón. En Monocentropus, esa proporción no suele superar las 1,6 veces.
Según el estudio, los palpos masculinos cumplen un papel imprescindible durante el apareamiento, ya que sirven para transferir el esperma a la hembra. En la mayoría de tarántulas, los machos se colocan frente a frente con su pareja y utilizan un gancho en las patas delanteras para inmovilizar sus colmillos. Sin embargo, en las especies de Satyrex, la longitud extraordinaria de los palpos permite a los machos mantener cierta distancia física durante la cópula, lo que podría reducir el riesgo de sufrir ataques de la hembra.
Los investigadores documentaron que Satyrex ferox adopta una postura defensiva con facilidad. Ante la mínima perturbación, levanta las patas delanteras y produce un sonido de advertencia al frotar pelos especializados de sus extremidades. Este comportamiento, unido a su tamaño y a la potencia de sus colmillos, refuerza la idea de que cualquier estrategia que permita al macho reducir el contacto directo durante el apareamiento puede aumentar sus posibilidades de sobrevivir.
Cinco especies comparten la peculiaridad anatómica y una actitud defensiva muy marcada
La revisión también incluyó a otras cuatro especies recién descritas: Satyrex arabicus, Satyrex somalicus, Satyrex speciosus y Satyrex longimanus. Todas comparten la característica de los palpos alargados y muestran comportamientos defensivos marcados. El hallazgo llevó a reestructurar el género Monocentropus, que ahora queda reducido a Monocentropus balfouri, endémico de la isla de Socotra, en Yemen.
El análisis genético y morfológico reveló además que Monocentropus lambertoni, de Madagascar, no encaja bien con el resto del grupo y podría representar un conjunto de especies aún no descritas. Esta situación lo deja en una categoría de clasificación incierta hasta que futuros trabajos puedan aclarar su posición.
El hallazgo confirma que la agresividad femenina ha influido en la evolución de ciertos rasgos masculinos
Más allá de la taxonomía, el descubrimiento de Satyrex subraya que, incluso en grupos de animales bien conocidos como las tarántulas, quedan por identificar especies con adaptaciones muy llamativas. La investigación sugiere que la presión ejercida por hembras extremadamente agresivas ha influido de manera directa en la evolución de los machos, moldeando un rasgo anatómico que, en este caso, marca la diferencia entre copular y acabar como alimento.
El equipo concluye que entender cómo se desarrollaron estas características puede aportar pistas valiosas sobre la dinámica evolutiva de otros grupos de arácnidos, especialmente aquellos en los que la agresividad femenina condiciona de forma tan marcada la supervivencia del macho.
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