El país que tiene más pirámides del mundo (y no es Egipto)

Pirámides de Meroe

Ada Sanuy

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Cuando se piensa en pirámides, Egipto suele ser el primer, y a menudo el único, país que viene a la mente. Las monumentales construcciones de Giza, con la Gran Pirámide de Keops a la cabeza, son una de las postales más reconocibles del mundo antiguo. Sin embargo, el récord mundial en número de pirámides no lo ostenta Egipto, sino su vecino del sur: Sudán, un país que alberga más de 200 pirámides distribuidas en el desierto de Nubia, muchas de las cuales siguen siendo grandes desconocidas para el público general.

Construidas por la civilización del Reino de Kush

Las pirámides sudanesas fueron construidas por la civilización del Reino de Kush, que floreció entre los siglos VIII a.C. y IV d.C. en la región conocida como Nubia, a orillas del Nilo. A lo largo de siglos, los kushitas erigieron necrópolis enteras para sus reyes, reinas y miembros de la élite. Los principales yacimientos arqueológicos se concentran en tres lugares: El-Kurru, Nuri y, sobre todo, Meroe, la antigua capital real, donde se alzan decenas de pirámides perfectamente alineadas que emergen del paisaje arenoso como siluetas geométricas.

Así son las pirámides sudanesas

A diferencia de sus colosales homólogas egipcias, las pirámides sudanesas son más pequeñas y estrechas, con una inclinación mucho más pronunciada. Suelen medir entre 6 y 30 metros de altura, con bases que no superan los 8 metros de lado. Su perfil estilizado y su carácter repetitivo les da una estética muy diferente, pero no menos imponente. La mayoría están construidas con bloques de piedra arenisca y coronadas por una pequeña capilla funeraria en su base, donde se realizaban rituales y ofrendas.

Muchas de estas pirámides contienen cámaras funerarias subterráneas, excavadas directamente en la roca y decoradas con relieves e inscripciones que mezclan elementos del arte egipcio con motivos locales. A menudo aparecen representaciones de dioses como Amón o Isis, pero también de Apedemak, una deidad con cabeza de león propia de la tradición kushita. Esta fusión simbólica refleja la compleja identidad cultural de Nubia, influida por Egipto pero claramente diferenciada.

Meroe, patrimonio de la UNESCO

El sitio más célebre de todos es Meroe, reconocido por la UNESCO como Patrimonio Mundial de la Humanidad en 2011. Allí se conservan más de 40 pirámides en una sola necrópolis, muchas en buen estado de conservación. Las dunas del desierto las han mantenido parcialmente ocultas durante siglos, pero desde principios del siglo XIX comenzaron a atraer la atención de arqueólogos, exploradores y, tristemente, también saqueadores. Giuseppe Ferlini, un aventurero italiano, destruyó varias de ellas en busca de tesoros.

Sudán cuenta actualmente con más de 220 pirámides identificadas, frente a las aproximadamente 120 catalogadas en Egipto. Aunque las cifras pueden variar con nuevos descubrimientos o revisiones, el dato es contundente: Sudán tiene casi el doble de pirámides que el país que, paradójicamente, ha simbolizado la idea misma de pirámide durante milenios. El hecho de que muchas de estas construcciones sudanesas hayan pasado desapercibidas se debe, en parte, a su aislamiento geográfico y al menor desarrollo turístico de la región.

Gobernaron Egipto

Además de su valor arquitectónico, las pirámides de Sudán ofrecen una perspectiva única sobre una civilización africana que rivalizó con Egipto en poder e influencia. El Reino de Kush fue en varias ocasiones una potencia regional y, durante un breve periodo, incluso gobernó Egipto como la dinastía XXV, también conocida como la de los faraones negros. Además, los kushitas no solo adoptaron elementos religiosos y artísticos del Egipto faraónico, sino que también los reinterpretaron y desarrollaron su propio estilo. Esta fusión cultural queda plasmada en sus templos, tumbas y esculturas, que muestran un sincretismo distintivo; y es por eso que su legado arquitectónico, aunque menos conocido, resulta clave para comprender la historia del valle del Nilo y la interacción entre las culturas africanas del noreste del continente.

Hoy, a pesar de los desafíos políticos y de infraestructuras que afronta el país, Sudán emerge como un destino fascinante para la arqueología y la historia antigua. Y mientras Egipto sigue acaparando la atención internacional, el desierto nubio guarda celosamente el mayor conjunto de pirámides del planeta, testigos silenciosos de un pasado esplendoroso que espera ser redescubierto.

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