La cueva de las serpientes colgantes de Kantemó

La adaptación al medio ha llevado a estas serpientes a desarrollar esta técnica de caza.

Roberto Ruiz

En Kantemó, en el estado de Quintana Roo (México) hay una cueva repleta de murciélagos. Pero eso no tendría nada de especial si no fuera porque en ella, en las cavidades de su techo, viven unas serpientes que han desarrollado la capacidad de alimentarse descolgándose desde las alturas y cazando murciélagos al vuelo. A oscuras. Y eso ya no tiene tanto de común, sino más bien de todo lo contrario.

Los murciélagos pertenecen a seis especies diferentes, algunos son insectívoros y otros son frugívoros, y cada día, al ponerse el sol, salen en masa en busca de alimento. Se calcula que durante hora y media salen unos 100 murciélagos por segundo, así que no tienes más que echar unas cuentas rápidas para entender a lo que nos referimos exactamente cuando decimos “en masa”.

Las serpientes ratoneras manchadas (elaphe flavirufa) son muy comunes en los bosques de la península de Yucatán pero ninguna otra ha desarrollado esta peculiar forma de alimentarse en plena oscuridad. No son venenosas, son constrictoras, y prácticamente no tienen visión. La singularidad de este fenómeno ha atraído la atención de numerosos expertos, primero fue el biólogo Arturo Bayona Miramontes quien investigó y puso en valor este lugar hace décadas, y hoy en día es la propia comunidad del pueblo maya en el que se encuentra la que lo ha convertido en un verdadero atractivo turístico.

Un proyecto comunitario de ecoturismo sostenible

“Somos un centro de ecoturismo dedicado a ofrecer servicios turísticos de aventura única e inigualable en la República Mexicana. Generamos empleo para el mejoramiento de la calidad de la vida de los habitantes de la comunidad de Kantemó aprovechando de manera sustentable los recursos naturales”. Así se autodefine la cooperativa Beej Kaax Ha, la formación creada para tal fin.

Los vecinos de Kantemó, viendo el potencial turístico de su cueva, decidieron organizarse para poner en marcha un proyecto comunitario basado en el ecoturismo sostenible. En él trabajan organizados como una cooperativa un total de 52 personas (32 hombres y 20 mujeres) y de su labor se benefician las 310 personas que forman esta pequeña comunidad maya.

No solo se organizan visitas guiadas a la cueva sino que se ofrece un paquete completo con comidas, alojamiento y otras actividades en la naturaleza, como por ejemplo excursiones en canoa y avistamiento de aves. En ello se implican todas las personas de la sociedad, ya sea como guías, responsables de cocinas, hospedajes, limpieza, acondicionamiento, reparaciones y muchas otras tareas. Aquí el terreno pertenece a los ejidatarios del pueblo y las áreas han sido cedidas por ellos para su aprovechamiento, por lo que también ellos reciben beneficios.

Las visitas comenzaron a realizarse en 2002. Al principio no se disponía ni de medios ni de conocimientos, pero la Comisión Nacional para el Desarrollo de pueblos Indígenas (CDI) puso de su parte para que el proyecto echara a volar, así como Cielo Mex (la Federación Indígena Empresarial y Comunidades Locales de México) ha colaborado con cursos orientados a mujeres emprendedoras con talleres y formación.

Hoy, con sus serpientes colgantes, su cueva abarrotada de murciélagos y la organización comunitaria, el pueblo de Kantemó vive de manera sostenible gracias al aprovechamiento de las singularidades de su naturaleza.

Visitando la cueva de las serpientes colgantes de Kantemó

La visita comienza en las instalaciones que la cooperativa Beej Kaax Ha tiene junto a la carretera que atraviesa Kantemó. Allí, en este pequeño centro de recepción de visitantes podrás conocer al detalle las características de los murciélagos y las serpientes que vas a ver, te explicarán la visita antes de ponerte en marcha y pagarás los 630 pesos mexicanos (unos 28 euros) que cuesta esta experiencia guiada.

Después, ya ataviado con tu casco y tu linterna frontal, cogerás una bicicleta para dirigirte hacia la cueva pedaleando a través del bosque. Un par de kilómetros después y frente a la entrada de la cueva tus guías te facilitarán una mascarilla y unos guantes para que tu experiencia subterránea sea lo más higiénica posible. En ese momento, justo cuando empieza a oscurecer, los murciélagos estarán comenzando a salir como locos en busca de su alimento y ese es el instante perfecto para adentrarte en la oscuridad de la cueva de Kantemó.

La bajada hay que tomársela con calma, el guano de los murciélagos lo cubre todo y las piedras pueden resbalar, pero con la ayuda de los guías serás capaz de completar la visita sin mayor dificultad. La primera parada no tiene que ver ni con serpientes ni con murciélagos, sino con el mar. En el techo de la cueva podrás ver infinidad de fósiles incrustados en lo que una vez fue el fondo marino, un ejemplo perfecto para comprender el pasado de la península de Yucatán. Un poco más abajo, en un pequeño río subterráneo donde la oscuridad es absoluta, es donde encontrarás los primeros seres vivos de la cueva: anguilas blancas, cochinillas, un tipo de camarón ciego y un pez conocido como “dama blanca” que no tiene ojos. Todo un espectáculo de la evolución.

De la cavidad principal nacen dos pasillos más estrechos en los que es necesario entrar en cuclillas y utilizar únicamente luz roja para no molestar ni a los murciélagos ni a sus depredadoras, que es donde suelen situarse para cazar sus presas. Allí, donde más estrecho es el paso para los murciélagos, si la suerte te acompaña podrás encontrar alguna serpiente descolgándose del techo para capturar algún que otro murciélago al vuelo, y aunque como todo en la naturaleza no se pueda garantizar este espectáculo al cien por cien... las probabilidades de presenciarlo son siempre altísimas. Eso sí, acuérdate de utilizar ropa y calzado que se puedan manchar y de dejar en casa tus miedos a las serpientes, los murciélagos, la oscuridad y los espacios cerrados, porque te vas a hartar.

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